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Disfrutando del polen melódico

La banda Calexico estrenó el Kursaal jazzero con una pasión latina y electrica bien acompañada de piezas más pop.

Intérpretes: Joey Burns (voz, guitarra), John Convertino (batería), Sergio Mendoza (teclados, voz), Martin Wenk (trompeta, guitarra, voz), Jacob Valenzuela (trompeta, voz), Scott Colberg (bajo/voz), Brian Lopez (guitarra,voz). Lugar: Auditorio Kursaal (Donostia). Día: 21/07/2022. Asistencia: lleno, unas 1800 personas.

Lo sé. Lo han escuchado, lo sabían o se lo han contado. Permítanme que lo repita, porque viene a cuento. Calexico es, antes que el nombre de un grupo, una ciudad situada en el sur de Estados Unidos. Ese espacio donde termina California y empieza México. De ahí el término, “Calexico”. Una barrera política que no puede frenar el polen melódico de influencias, gustos y hermanamientos compositivos.

Es comprensible que Joey Burns y John Convertino pillaran el nombre de la urbe para sus jolgorios sonoros. Colocando a su banda entre dos tierras, que decía Bunbury, a la hora de componer. Y a la hora de construir la lista de canciones. En la cita de ayer del Kursaal, en el estreno de este escenario en el Jazzaldia 2022, la selección de diecinueve cortes interpretados en cien minutos fue ponderada y justa.

Hubo muchas cantos latinos. Cumbias, boleros, mariachis. Todos bien provistos de electricidad en un escenario repleto de amplificadores. De ahí vino una pasión a la que no le importó llegar tranquila. Dejando el micro principal al castellano en más de una ocasión. Labor que cayó en el trompetista Jacob Valenzuela (‘Inspiración’) y el guitarrista Brian Lopez. Ambos castellanohablantes, ambos maravillosos en lo suyo. El asunto de las voces, con no menos de tres piando en algún momento de cada canción, fue algo fabuloso.

De la larga lista de piezas sabrosonas elegiremos algunas: sobre todas ellas destacó ‘Minas de cobre’, un espectacular pelotazo levantado por la sección de viento que ni fue pura ni tuvo relajo. ‘El Burro Song’ sacó la vena mexicana. ‘La cumbia del polvo’ llenó el Kursaal de arena del desierto. ‘Then You Might See’ nos llevó montados en su fabuloso estribillo a las películas del Quentin Tarantino más popero.

‘Rancho azul’ llegó ligera y oscura para ir subiendo hasta acabar majestuosa, imponente, soberbia. Y la versión de ‘Los Hijos Del Sol’, la cumbia peruana ‘Cariñito’, fue toda una parranda. No fue el único corte ajeno. Recuperaron su tema más escuchado en esa charcutería llamada Spotify, la revisión del ‘Alone again or” de Love. Más amaestrada que la original, claro. Pero poniendo los pelos de punta. Esas trompetas…

Más allá de lo latino hubo melodías de otro pelaje. Como el power pop precioso de ‘Splitter’, el toque surfero juguetón que tanto gusta a las gemelas de Joey Burns (así lo afirmó el autor en Donostia) de la tonada ‘Harness The Wind’. Piezas de baile (‘Under the Wheels’) y momentos épicos (‘Caldera’). Composiciones instrumentales, bellos bailes de salón (‘Sunken Waltz’). Con segundos, minutos que nos transportaron al precioso mundo de Conor Oberst (»Stray’) y los Fountains Of Wayne del malogrado Adam Schlesinger (‘Follow The River’). Y faltaríamos a la verdad si no dijéramos que sentimos a Willy DeVille y Townes Van Zandt en más de una estrofa, demonios.

Pero dejando de lado nombres y estilos la cosa se resume en un periquete: un Kursaal lleno (salvo algunos huecos de las entradas de cortesía) gozó de Calexico tanto cuando se ponían apasionados como cuando ofrecían ejercicios pop-rockeros. Fueron mezclas elaboradas con calidad y cariño que atraparon a los y las asistentes, quienes abandonaron su asiento en dirección a la playa con la cadera aún nerviosa y cimbreante.

Publicado enCríticas de conciertos

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