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Kutxa Kultur festibala: Un parque de sonidos atractivos

El Festival Kutxa Kultur del románticamente vestusto Parque de Igeldo ofreció una gran jornada inaugural capitaneada por la actuación de Vetusta Morla

“Vetusta Morla”, “Vetusta Morla”, “Vetusta Morla”. Si nos hubieran dado un euro cada vez que escuchamos ese nombre al preguntar a los asistentes por su banda preferida del cartel habríamos pagado rondas y rondas en los bares turísticos sin siquiera mirar la cuenta. O subido en helicóptero al monte Igeldo. Mas lo hicimos en uno de los buses lanzadera dispuestos por la organización. Partiendo de la céntrica calle Zubieta cada seis minutos, la respuesta a la prohibición de subir en vehículos particulares al parque siendo una gran idea por más que pasan los años.

En el viaje nos topamos con Gorka e Iratxe, una pareja que sube pronto “para disfrutar de todo el evento”. No es lo habitual. En el bus solo viajamos tres personas a esta hora, las cinco de la tarde. Las explanadas del recinto andan lejos de los miles de festivaleros que pisarán estos pavimentos dentro de unas horas. A nuestra primera entrevistada también le gustan (atención, spoiler) “Vetusta Morla. Y tenemos muchas ganas de Annie B Sweet”.

Inglés y euskera juntos

Eraul es el grupo que tuvo el honor de cortar cortar la cinta actuante en esta edición del 2015. El grupo comandado Asier Beramendi, un donostiarra de 24 años, fue la gran sorpresa del evento. Su biografía dice que practica el “indie folk”, pero la etiqueta se le queda corta. Junta inglés y euskera en una misma canción, lee poemas en castellano entre tema y tema. Tan pronto se casca un tema soul como evoca los momentos más alegres de Mumford And Sons. Ayudado por una numerosa banda, sus tonos andan lejos del amateurismo que se le puede suponer a alguien que acaba de publicar sus primeras canciones.

El espacio comenzó llenarse poco a poco de gente, quienes descubrieron a última hora que la banda donostiarra Dotore ha cambiado su emplazamiento inicial por un pase en el pequeño Teatro Escondido. Dado que sobre el mismo encontrarán más detalles en el texto de apoyo, nos permitimos segur paseando por una zona que se preparó para la actuación de Typsy Gipsy & The Ghost Numbers. Otra banda donostiarra que dio lustre y elegancia al escenario pequeño del festival. Salieron vestidos como un pincel. Si hubiera un premio a los mejores vestidos, el galardón ya tenía dueño. Pero centrémonos en lo musical, que los muchachos (y muchacha) tiene mucha miga.

Tienen hechuras de banda de Emir Kusturika, y sus tonos podrían sonar en cualquiera de esos funerales que suelen capitalizar las películas de dicho director. También tienen un rollo country bien pegajoso, con melodías dignas de Johnny Cash pasadas por ese tamiz festivo. Resumiendo, si quieren escuchar música alegre apuesten por esta formación local. Si no te sacan una sonrisa es que eres digno de un Museo De Cera.

Y qué decir de Los Bracco. Lo suyo es la parranda popera, ese toque canalla del rock unido con letras bien curiosas y un cantante principal que contagia toda su energía al personal. Consiguieron convertir la explanada en un pub gigante, con la gente entregada a esas canciones que esta misma noche estarán tocando en Barcelona.
Porque al festival donostiarra le ha salido un hermano catalán. En el Tibidabo, para más señas. Algunos de los locales viajan para allá, caso de Rafael Berrio, Pet Fennec o estos Bracco. “Me encantan estos chavales” nos cuenta el guipuzcoano Pablo Guerrero a propósito de esta banda. También ha subido a ver a los Vetustos, cómo no. “Aunque me he pegado un repaso a la lista de spotify que ha hecho el festival y he descubierto cosas muy chulas. Es una gozada venir a salsear a este evento”.

A su vera Ana Imaz tiene el morro más fino. “Del programa de hoy me encanta House Of Wolves. Y mañana no me pierdo por nada del mundo a Niña Coyote y Chico Tornado ni a Yo La Tengo. La pena es que quería subir con mi hijo, pero hoy tenía fiebre. Mañana a ver si está mejor y se puede venir”. Porque el Kutxa Kultur monta talleres para los más peques desde primera hora de la tarde. Otro puntazo para quienes tienen retoños y quieren ir metiéndoles en gusanillo musical. O quieren ver conciertos y la paternidad o maternidad les ha frenado el ímpetu.

Paseamos por la zona de restauración, que debe tomar ese nombre porque vuelve a poner en su sitio a los estómagos más hambrientos. Este año hay hasta sushi, que comparten pasillo alimentario con crepes y carnes más grasientas.

En el elevado escenario Red Bull suena el chaston entrecortado de Pull My Strings. El grupo que toma el nombre de una canción de Dead Kennedys elabora ese pop agitado y nervioso que haría buenas migas con los donostiarras Correos. Allá nos topamos a Iñigo Eraso, a quien lanzamos la pregunta de turno. “Vetusta no Morla”, nos dice con sorna. “Una pena no haber llegado al teatro a ver a Dotore, pero qué se le va a hacer”. No le imaginen disgustado. La conversación que mantenía con sus amigos estaba llena de carcajadas. Porque a un festi, perdóneme usted, se viene a disfrutar. Y ellos, como la mayoría de los presentes, llevaban la máxima al máximo.

Publicado enCríticas de conciertosReportajes

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