El cañón te lo ponía yo en otro sitio, Jakob

Muérete, Jakob Dylan. Muérete musicalmente, dedícate a pasear por La Concha de California con el jersey al hombro y los brazos engarzados detrás. Y no cojas una guitarra ni para moverla de sitio.

Muérete, Jakob, y llevate por delante a Beck, con esa cara de muñeco sexual japonés, con ese rostro de Kiko Matamoros. Moríos Jakob y Beck, y acabad con el ex presidente de Capitol que tuvo la idea de realizar “Echo in the Canyon”, el homenaje a aquella fabulosa escena musical creada alrededor de las curvas de Laurel Canyon. Nada que empiece por Laurel puede ser malo, joder. Miren la calle de Logroño.

Palmadla todos culturalmente, porque hay que ser muy cabrón para entregar esta basura. Txiki Dylan, el jodido Capitán Posteriori, el hombre que pone cara de haberse olvidado siempre la próxima línea de guion, con sus amigos al fuego diciendo chorradas. Vete al Crucero Pop para hacer esto, hombre. Espero que el Director´s Cut traiga un tajo considerable y os quite del metraje, dejando solo el oro, el valor, la joya, el magma: las opiniones de los músicos y las músicas de aquellos años y las canciones originales.

Porque eso vale quilates, amigos. Y no esas grabaciones de las versiones que hacéis, en un montaje pocho a rabiar que evidencia que se han grabado en ensayos y nos lo queréis vender como parte de un concierto escalofriante.

Y así todo. Sale Jakob, suena la sirena de alerta. Sale Tom Petty, babear. Sale Jakob, pone cara de intensito de Pantomima Full. Sale Crosby, reverencias. Sale Michelle Phillips, pleitesía. Salen los Byrds vivos, pelos de punta. Sale Brian Wilson, viva tu estampa, rey de reyes. El plano final del film te sacude la epidermis como un rayo vertical sobre tu cocorota.

Y ves que aquellos años especiales, llenos de amistades y colaboraciones, de gente desmadrada que se inspiraba para hacer canciones aún mejores que las de sus amigos fueron espectaculares. Pena que Jakob y los suyos no hayan sabido verlo, y que el eco que anuncian en el título sea el de su voz contra un tablón de madera o un billete de dólar.