Crock of Gold: de rondas con Shane Macgowan

Spoiler: Está vivo. Bueno, de aquella manera, pero respira y pestañea. Habla, aunque por mucho que lo intenten todos solo lo consiguen algunos. Johnny Deep le tira por el canalleo y gana. Gerry Adams le saca el color verde y Shane se cuadra. Bobby Gillespie le sufre, quien sabe si por pedir agua para beber. Su mujer le aporta el color humano que este autor eterno aun tiene en su mirada perdida. Una carrera que convencería a los adolescentes que asisten a cursos de formación por sus problemas de excesos.

En Shane todo ha sido excesivo, y muy vivido. La película no puede obviarlo, y lo muestra con palabras, dibujos y cero arrepentimientos. Y un jeto en concierto que sabes que está, cuando menos, borracho. Cuando un año tocas 323 conciertos la historia no puede acabar bien.

El documental de este buscador de la olla de oro al final del arco iris, ésta Dorothy que se pasó media película en el campo de amapolas, es perfecta en lo musical y mejor aún en la contextualización.

Plagada de voces en off (obvio) y viejas declaraciones del muchacho de Tipperary, estas rondas de pub detallan el necesario paseo por su juventud en una Irlanda trabajadora, hambrienta, católíca y borracha. Esa cuyo folklore inspiró a The Pogues para la recuperación contestataria de los sones tradicionales en la Inglaterra post-punk, la que dejaba atrás a los Nuevos Románticos. Unos irlandeses contestatarios que querían pelear en Londres por su espacio en los años del IRA.

Así, podemos conocer los detalles de los espacios y los nombres cantados, la razón de algunas historias y la definición concreta de unas letras autobiográficas – al menos en su selección para el documental-. El film se centra en los mejores discos del grupo (los dos primeros), las interminables giras del tercero (‘If I Should Fall From Grace With God’) y la maldición de tener una olla de oro, un éxito mundial como ‘Fairytale Of New York’. Detalla la caída a los infiernos del mainstream que cambia tu escupitajo por un punteo rockero. La expulsión tardía del grupo, la llegada del caballo blanco y una eterno deseo de creatividad lastrado por la actual forma física. Un metraje que obvia ‘Peace And Love’ y solo recupera ‘Summer in Siam’ porque tiene sentido en la emotiva parte final del minutaje.

Lo dicho, impecable.