Nada es comparable a Sinéad

Una mujer rapada en una isla que mantiene el certamen de “Ama de casa del año”. Una persona libre que vive en una sociedad donde el catolicismo barre debajo de la alfombra todos sus pecados. Una autora en un mundo de hombres. Una muchacha blanca que pelea contra el racismo social y cultural. Así se muestra Sinéad O’Connor en “Nothing Compares”, el potente film que inauguró esta edición del certamen Dock Of The Bay de Donostia. Una hagiografía distinta, humana, serena, dura y concisa que sabe abrir el foco y que tiene entre sus virtudes jugar con las ausencias.

La primera laguna es auditiva, con un metraje que no ha conseguido los derechos de sincronización de ninguna de sus melodías más famosas, recurriendo a las actuaciones televisivas o televisadas para mostrar actuaciones de Sinéad, la dama de octavas brincadoras y expresividad hipnótica. Quizás la directora Kathryn Ferguson no haya querido conseguirlas, huyendo del riesgo que supone tirar de tu recuerdo melódico y despistarse de la historia de abusos, opresión e indignación que narra con pluma sorprendentemente calma.

La película muestra, cómo no, los momentos que más emocionan a la autora grabando o actuando. Mirillas sobre los vídeos, flipadas por tener a Stevie Wonder delante, discos orquestales en plena ebullición. Sobre que algunas de sus canciones pudieran ser o estar cantadas por Morrissey lo dejamos para otro día, por más que el t´ítulo le vaya al pelo 🙂 .

El segundo vacío es visual y voluntario. Ferguson, después de pelear con imágenes de recreación para evocar los primeros años de la cantante irlandesa, decide dejar fuera de plano la cara de todos los entrevistados. Volviendo a poner el foco en la palabra. Un acierto, dado que Sinéad confirma su impresionante magnetismo en las imágenes juveniles. Un imán que, de nuevo, podría extraviar el hilo de esta película y que se oculta hasta que todo está dicho.

“Nothing Compares” levanta la lámpara e ilumina los segundos más famosos de la irlandesa. Explica suFight The Real Enemy en un mundo católicamente constreñido y tirano. Algo, el desgarro, el despiece, que Madonna desacraliza dos semanas después en idéntico programa y que Joe Pesci retrotrae 150 años con su comentario. Ninguneando, empequeñeciendo, silenciando, criticando, vejando. En cuestiones de mujer y feminismo el salto ha sido gozosamente satisfactorio.

Quizás no sea, como dice Peaches, “la primera performance feminista televisada”, pero sí que para nuestra generación bien pudo ser la primera estrella femenina universal del pop en exigir de forma tan abierta y tan poco empresarial la justicia y la igualdad para todos. Coño, que no fue a los Grammys por la «codicia» del mercado musical – y que todos callaran ante la Guerra del Golfo- . Ver el «Black Lives Matters» en el SNL años más tarde es un buen ejemplo de lo necesario de aquella guerra tan solitaria.

Muchos boletos en ese mundo superficial como para que no te den hasta con el bolígrafo. O’Connor defiende otros enemys, Public Enemy, ante el veto a la música hip hop en los mencionados premios. Se integra y diluye, aunque la cámara la busque, en las manifestaciones irlandesas defendiendo el derecho al aborto y los anticonceptivos. Denunciando los abusos eclesiásticos negados hasta años más tarde . Detalla y contextualiza la supresión del himno americano antes de uno de sus conciertos en la América profunda. Da pavor pensar cómo gestionaría la autora la vida de Twitter hoy en día, recibiendo como recibía cientos de cartas amenazándola de muerte.

“Nothing Compares” es un camino de espinas que, por más que se acabe apacible, cada vez ve más lejos las rosas. La película se estrenó en Sundance 2022 semanas después del suicidio de su hijo Shane. Esperamos que sus canciones Khrisna – Sinead le pega ahora a ese palo- le puedan servir de consuelo y el tiempo y este film puedan ubicar como se merece a esta autora isleña.

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