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Juan Luis Etxeberria Entradas

Malú: Flamenco guerrero

Potente entrada en el Kursaal donostiarra, apenas 400 tickets libre en taquilla, para ver el concierto de la artista andaluza Malú. Con una proporción de asistentes (80 mujeres por cada hombre presente) que para sí quisieran el Ministerio de Igualdad o la discoteca del pueblo. Parece calar fuerte entre el sector femenino la recia propuesta pop rockera de la sobrina de Paco de Lucía, que ha dejado los posibles dejes aflamencados para las entonaciones vocales.

Porque ahora le mola el heavy. Bueno, vale, el A.O.R. -Adult Oriented Rock-, estilo menos fiero y más radiable. Los trajes negros de todos los ejecutantes (ella llegó a usar hasta cuatro variables de un vestido similar) reafirman la idea de oscuridad y fuerza que rodean esas composiciones de amores y tristezas remontadas con orgullo.

Influenciada por el guitarrista principal, director artístico del espectáculo y al que solo le faltaba un acantilado para dar un sentido total a sus punteos, sus composiciones juegan a ser contundentes. ‘Vértigo’ dio el pistoletazo de salida a la noche. Desde el primer segundo la hermosa sureña demostró que tiene potencia como para charlar entre montes.

Y poco hubiera importado su posible afonía, dado que el público se convirtió en su mejor corista. En la afamada ‘Que nadie’, la emotiva ‘Aprendiz’ -solo a piano y voz- y ‘Devuélveme la vida’, el auditorio fue una sola voz. En ‘Blanco y negro’, por ejemplo, se encargaron de toda la primera parte de la canción.

Fue precisamente con pocos elementos, alejada de las decenas de tópicos y tics mostrados en Donostia, cuando más convenció Malú. El suave comienzo de ‘Ni un segundo’, la sencilla versión de ‘Y así lo haré’, la sentida ‘Me quedó grande tu amor’. Puro espejismo. Más pronto que tarde retornaban a los altavoces los parones, los guitarrazos, las invitaciones a aplaudir y mover los brazos.

Tras un par de bises y 120 minutos de actuación, la gente abandonó la sala feliz. Cumpliendo el deseo expresado por una emocionada y llorosa cantante: «Solo pido que salgáis de aquí con una sonrisa en la boca».

Rusos Blancos: «Sí a todo»

No nos hará más ricos (culturalmente), pero el debut de esta banda asentada en Madrid es bien chulo.

Suena brillante, perfecto, popero y brasileño, o a lo Beach Boys. Recuerda a La Costa Brava en lo melódico, aunque musicalmente son más serios y elaborados. Las letras chirrían a ratos. Aunque cuando se ponen sencillos y directos ganan muchos enteros (“tus padres, tu novia,…” o el hit “supermodelo”).

Donostikluba: Noches electrónicas

[La crónica publicada, algo más breve por cuestiones de espacio, está disponible en la web de El Diario Vasco]

El festival donostiarra alcanzaba el pasado jueves las cotas de mayor digitalidad de su oferta 2011, con una fiesta repleta de propuestas electrónicas. Lástima que la gente no tuviera la decencia (o la oportunidad) de acercarse, porque los músicos lo bordaron. Quizás fuera la hora, que a las ocho de la tarde el cuerpo no está de jota aún. O que la abuela fumaba, o qué se yo. Pero, ahora que no nos lee nadie… que se fastidien ellos en su monótona vida analógica.

Tras la caída del cartel de la banda Polaroid, los donostiarras Fairlight fueron los encargados de abrir la noche y buscarle las cosquillas a los plomos de la sala. Ya como cuarteto, infinitamente mejores que la última vez que les vimos en la FNAC en acústico (¿no es una especie de oximorón lo de “concierto acústico”, siendo ellos como son un grupo de teclados y secuenciadores?), la banda presentaba emulsiones de Depeche Mode, vapores de Joy Division/New Order y sorprendentes solomillos guitarreros casi heavies.

Todo ello bien masticado, empastado, filtrado y pasado por las distintas máquinas de efectos, sobre una base rítmica humana. Los cuatro muchachos se despidieron con una curiosa versión de “Dios salve al Lehendakari”. Tema que, viendo la cantidad de ordenadores, y haciendo honor al obituario de aquel día, bien podía haberse titulado “Jobs salve al Lehendakari”.

Tras ellos llego la reina del jueves. Y no porque fuera la única fémina, que también, sino porque su música fue un placer sonoro. De lo mejorcito que va a pisar la ciudad en meses. La artista Bflecha inundó la sala con su R´n´b de la escuela de Baltimore.

A usted puede que la mención de la ciudad norteamericana le suene a la teleserie The Wire y a poco más, pero podemos adelantarle que su música no es tan melosa como el de las cantantes norteamericanas de radiofórmula mundial. Que suelta golpe de cadera, y abraza. Que anda más cercano a la mala baba de M.I.A. La gallega, con apenas 3 maquinitas, muy bien empleadas, despachó sugerentes canciones con un estilo muy atractivo. Si llega a tener discos a la venta vuelve a casa sin ellos.

La noche la cerró la estrella estrellada. No vamos a descubrir ahora el arte y el poderío de John Talabot a los platos. Aunque fue, sin duda alguna, el que más sufrió con el horario. Esta propuesta, a las 4 de la mañana, hubiera hecho explotar la sala. Quizás el autor se contagiara del momento y relajara el pistón, esa nobleza que revienta las salas de medio mundo. Si lo hizo, se le notó muy poco, porque la sucesión fue impactante a la par que elegante.

Nacho Vegas: Micro y megáfono

El compositor asturiano, con disco nuevo a la vista, es uno de los platos fuertes del cierre del festival Donostikluba.

El certamen donostiarra va apagando las luces este fin de semana con algunos de sus actos más populosos, siendo la sala Gasteszena del barrio de Egia el centro de sus operaciones ociosas.

Uno de los nombres más brillantes es el de Nacho Vegas, que regresa a Donostia con David Cobas Pereiro (conocido como “Abraham Boba” y que también cuenta con deliciosos discos en solitario) al teclado, Anxelu Pereda Fernandez (guitarra) y el propio Vegas con la acústica y sus enrabietadas angustias vocales.

Ignacio González Vegas (Gijón, 1974) también vuelve, de alguna manera, a sus orígenes. Aunque en los inicios todo era más estilístico que ideológico, con una Fender urgente, sucia e ingenua (Eliminator Jr).

Sin olvidar la épica de su otra banda posterior, Manta Ray, Vegas deja ahora el micro y coge el megáfono de la lucha. “Es cosa de parte de mi generación, que en algunos momentos prefirió mirar para otro lado, que solía ubicarse en su ombligo. O preferimos, vaya, que yo no me excluyo. Ahora incluso los que decían esa tontería de que eran ‘apolíticos’ están tomando partido, porque como decía alguien en una pancarta en la manifestación del 19 de junio, es muy difícil apretarte el cinturón y bajarte los pantalones al mismo tiempo”.

Vegas, revoltoso, dejó el sello que se había ocupado de todas sus publicaciones en solitario, Limbo Starr, para lanzarse al mundo de la autogestión. La nueva aventura cuenta con la colaboración de otros autores de postín: Remate y Fernando Alfaro. Y la complicidad de la promotora de conciertos I´m The Artist.

La empresa se llama Marxophone, que los gestores atribuyen a “una mezcla entre (Karl) Marx y Parlophone” y que una búsqueda sencilla en google recuerda que idéntica denominación también se aplica a un tipo concreto de cítara.

“Claro, de ahí sale el nombre. Paco Loco se lo vio a Stereolab en una actuación; es como un autoharpa con unos martillitos que percuten las cuerdas. Me pareció un buen nombre para la plataforma; si Marx viviera hoy y editara discos lo haría con una cooperativa que se podría llamar así, ¿no te parece?”

Bombay Bicycle Club: «A Different Kind of Fix»

Mucha cosa buena en el nuevo y variado disco de estos londinenses. En lo más alto, su regusto por un power pop melódico de melodías intrincadas y cierta oscuridad, tan gloriosas como las que hacían los Posies en sus buenos tiempos.

Un poco más abajo, pero notable, la oportuna grandiosidad de algunas –pocas- canciones y el toque los Cut Copy más optimistas y el africanismo que flota en algunos temas.

Vaqueros canallas

Gustazo sonoro y presencial en el estreno del festival Donostikluba. Buen llenazo de sala, sin agobios, para disfrutar del rock nacional más animoso. Con una entente (Arizona Baby & Los Coronas) que funciona tan bien que han decidido montarse un grupo con denominación propia: Corizonas. El show del pasado viernes comenzó a cerrar esa idea que nació como ‘Dos bandas y un destino’ y ya ha conseguido una autopista propia.

El suyo es un viaje auténtico a las raíces. Juntos recuperan clásicos de rock añejo, permitiendo al público disfrutar de una banda aguerrida, con muchos músicos rasgadores sobre el escenario. Son dos horas y pico de concierto, pero se pasan en un vuelo. Intercambiándose las distintas formaciones: primero unos en solitario, luego se juntan un rato, luego los otros, y un final conjunto.

Los Arizonas, peludos y barbudos, con un frontman que parece que va a vendernos crecepelo en un carromato vaquero, atacan el country más salvaje e impetuoso. Se bastan y se sobran, por más que viajen como trío acústico. Y lo de los Coronas no tiene nombre. Solo adjetivos positivos: impresionante, alucinante, fantástico,…

El surf instrumental de la formación castiza anima a un muerto y a un político que acaba de perder un escaño. Y en este paquete, con un set encajado y acoplado, mucho mejor aún. Para hacer honor a su vestimenta, diremos que su actuación fue para quitarse el sombrero.

Cuando unos y otros se juntan bajan el pistón de la velocidad, atacando viejos hits y presentando algunas de las futuras nuevas canciones conjuntas. Es como una super banda de verbena rockera, en el mejor sentido del término. Y termino, diciendo que los Layabouts fueron la opción casi heavy de la noche, con esa furia madrileña entre el grunge y las cañas de vaso pequeño. Y el DJ final, uno de los Coronas, encargándose de poner un broche de hojalata al estreno granuja del festi donostiarra.

Mylittlepony: Pop noruego multicolor

Todo junto. Y sin mayúsculas. Así es como se escribe el nombre de este quinteto. La razón: Intentar escapar de la multinacional que fabrica el juguete denominado, en su acepción castellana, “Mi pequeño Pony”. ‘Deberás adivinar por ti mismo si lo de las minúsculas y el unir todas las palabras es algo preventivo o ha sido impuesto. No nos “dejan” hablar de ello. La verdad, no sabíamos que fuera algo tan popular cuando elegimos el nombre. Eso sí, ¡pienso que la banda es mucho mejor que el producto!’.

Plena de confianza, dulce, cercana y sincera. Ola Innset, la cantante y guitarrista de la banda escandinava, se muestra en la entrevista igual que en su música. Traen a la ciudad “Making Marks”, un disco que empezó con el destino desafinado. ‘A nuestro productor se le rompió el ordenador en el que guardaba las canciones. Y no había copias de seguridad. Teníamos las pistas, pero era más sencillo volverlo a grabar que intentar mezclarlo de nuevo’.

El resultado es un bello paseo que se aleja de los inicios más twee y se aproxima, siempre entre nubes, al nuevo folk norteamericano de Bright Eyes. ‘Decemberists, Ryan Adams y Damien Jurado también suelen ocupar asiento en nuestra furgoneta. Aunque creo que este nuevo CD se aleja de ambas etiquetas para ser, simplemente, pop’.

Unas formas que cuentan con calado en España. Han ganado en dos ocasiones el premio Pop Eye (Premios de la Música y la Creación Independientes) de Cáceres. ‘Hemos girado ya un par de veces por España. Pero hasta ahora nunca habíamos tocado en – literal – Euskal Herria. En su día hicimos una versión del “La La La” de Massiel. Pero ahora no recuerdo la letra. Aunque, si prestas atención, verás su influencia en las progresiones de acordes de nuestro “I Volunteer”’. Un tema presente en su nuevo CD. Álbum contagioso y que mantiene las mejores formas del afamado pop sueco independiente. Trabajo que les ha llevado a sonar en la MTV, girar por medio mundo y pisar el afamado festival SXSW. ‘No sé si el certamen es puro marketing o no, no es de mis favoritos. Pero es un sitio increíble, con mucha vida. Había conciertos en cada portal de la calle principal’.

Homeless Festival. Una nueva atracción sonora

The War On Drugs y un Micah P. Hinson que recrea a The Pixies inauguran hoy un festival nómada en el parque de atracciones de Igeldo.

Es una cita distinta. Recuperando la música en lugares cotidianos. Peleando para que las actuaciones sigan siendo algo especial. «Demostrando que existen muchos espacios perfectos para vivir conciertos especiales fuera de los emplazamientos habituales, sean públicos o privados. Homeless significa que no tenemos casa para desarrollar este Festival, sin frivolizar sobre la situación social que esa palabra traduce». Lo explica Sergio G. Cruzado, de la promotora Ginmusic y uno de los organizadores del certamen.

Cada uno o dos meses las actividades de su organización florecerán en espacios conocidos o lugares que nunca acogieron acto musical alguno, con una propuesta que por ahora se situará en Donostia y que contará con bandas internacionales o locales.

Siempre buscando la sorpresa. «Vivimos aletargados y queremos provocar sensaciones nuevas, activar al público». Y al funcionariado. «Deseamos pelear por una ciudad que deje hacer. Que esté viva para que cualquiera pueda programar o acceder a un espacio público abierto o cerrado. Permitiendo la autogestión cultural, la flexibilidad en las normativas. Viajas a cualquier país del norte de Europa y hay música en directo en los cafés, calles peatonales, parques… Aquí ha interesado más aprovecharse políticamente de la Capitalidad Cultural que de generar una cultura real de base».

Y para darle altura a esta base, nada como agenciarse el parque de atracciones de Igeldo como primera huella de actividad. Allí se celebrará hoy el primero de estos festivales, con claro gusto norteamericano. The War on Drugs y Micah P Hinson son los protagonistas de un certamen que guarda celosamente la ubicación física de su montaje. «No va a ser un escenario con alas, ni Micah va a estar dentro de un coche del Cosmicar. Pero me gusta que la gente recupere sus imágenes del parque de atracciones y se imagine posibles espacios», dice Sergio.