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Donostikluba: Noches electrónicas

[La crónica publicada, algo más breve por cuestiones de espacio, está disponible en la web de El Diario Vasco]

El festival donostiarra alcanzaba el pasado jueves las cotas de mayor digitalidad de su oferta 2011, con una fiesta repleta de propuestas electrónicas. Lástima que la gente no tuviera la decencia (o la oportunidad) de acercarse, porque los músicos lo bordaron. Quizás fuera la hora, que a las ocho de la tarde el cuerpo no está de jota aún. O que la abuela fumaba, o qué se yo. Pero, ahora que no nos lee nadie… que se fastidien ellos en su monótona vida analógica.

Tras la caída del cartel de la banda Polaroid, los donostiarras Fairlight fueron los encargados de abrir la noche y buscarle las cosquillas a los plomos de la sala. Ya como cuarteto, infinitamente mejores que la última vez que les vimos en la FNAC en acústico (¿no es una especie de oximorón lo de “concierto acústico”, siendo ellos como son un grupo de teclados y secuenciadores?), la banda presentaba emulsiones de Depeche Mode, vapores de Joy Division/New Order y sorprendentes solomillos guitarreros casi heavies.

Todo ello bien masticado, empastado, filtrado y pasado por las distintas máquinas de efectos, sobre una base rítmica humana. Los cuatro muchachos se despidieron con una curiosa versión de “Dios salve al Lehendakari”. Tema que, viendo la cantidad de ordenadores, y haciendo honor al obituario de aquel día, bien podía haberse titulado “Jobs salve al Lehendakari”.

Tras ellos llego la reina del jueves. Y no porque fuera la única fémina, que también, sino porque su música fue un placer sonoro. De lo mejorcito que va a pisar la ciudad en meses. La artista Bflecha inundó la sala con su R´n´b de la escuela de Baltimore.

A usted puede que la mención de la ciudad norteamericana le suene a la teleserie The Wire y a poco más, pero podemos adelantarle que su música no es tan melosa como el de las cantantes norteamericanas de radiofórmula mundial. Que suelta golpe de cadera, y abraza. Que anda más cercano a la mala baba de M.I.A. La gallega, con apenas 3 maquinitas, muy bien empleadas, despachó sugerentes canciones con un estilo muy atractivo. Si llega a tener discos a la venta vuelve a casa sin ellos.

La noche la cerró la estrella estrellada. No vamos a descubrir ahora el arte y el poderío de John Talabot a los platos. Aunque fue, sin duda alguna, el que más sufrió con el horario. Esta propuesta, a las 4 de la mañana, hubiera hecho explotar la sala. Quizás el autor se contagiara del momento y relajara el pistón, esa nobleza que revienta las salas de medio mundo. Si lo hizo, se le notó muy poco, porque la sucesión fue impactante a la par que elegante.

Publicado enCríticas de conciertos

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