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Juan Luis Etxeberria Entradas

Cass McCombs: Pop adulto

Intérpretes: Cass McCombs y banda. Lugar: Sala Kutxa Kultur Kluba (Donostia). Día: 30 de enero. Asistencia: lleno, unas 200 personas

Arrancaba perfecta la gira nacional de Cass McCombs, con un llenazo en la siempre bien sonorizada sala Kutxa de Tabakalera. El norteamericano presentaba su último CD ”Mangy love”, un trabajo que quedó bien plasmado en el ambiente del evento. Una atmósfera cercana al sonido habitual de las carpas del Jazzaldia, sin apenas filos rockeros, con abrazos a Lloyd Cole y el pop australiano en lo sonoro (“Robin Egg Blue”), emparentado a bandas como el Josh Rouse de los tonos tersos de los años 70 . Años que pillaron jóvenes a buena parte de los presentes en su cita donostiarra.

En el concierto de este cuarteto hubo temas largos, algún derrape de aires latinos (“Run, sister, run”) y querencia por los punteos a lo Santana. Tiempos lentos que destacan más en disco, todo hay que decirlo. Las canciones de Cass te piden una calma y una atención que se ha tornado complicada.

Pero siempre hay algo que destacar. En Donostia sonaron de maravilla ese “Brighter” que homenajean los locales Lou Topet, la preciosa “Dreams Come True Girl” y la no menos bella “Morning Star“. Del resto nos quedamos con algunos momentos abigarrados dentro de la suavidad general y la eterna destreza musical que demuestran los que vienen del otro lado del charco.

Alondra Bentley: “Una debe ingeniárselas para materializar lo que se imagina”

La cantante se ha quitado de un plumazo su pasado tranquilo para entregar un disco más moderno y atractivo. Actúa esta noche en la sala Kutxa de Tabakalera, en Donostia.

Quiso la suerte, la casualidad, los vapores promocionales o la prolongada ausencia de las mujeres autosuficientes en el panorama creativo que en 2008 una ola de cantautoras apareciera en la escena española. Russian Red, Anni B Sweet, La Bien Querida, Zahara o la Alondra Bentley que hoy entrevistamos fueron incluidas en ese pack por su folk dulce y primigenio y un cantar tendente a la languidez.

Alondra fue de rama en rama distinguiéndose del resto hasta llegar en 2015 a publicar el CD “Resolutions”, editado como los anteriores por la discográfica Gran Derby Records. Un sello que pronto mutará su nombre a Mont Ventoux, ampliando su campo a los mundos editoriales. Así, además de editar las nuevas canciones de Elle Belga o los donostiarras AMA publicará libros como el ‘Todo tiene una historia’ de Isaac Pedrouzo.

Para este último trabajo discográfico Bentley contó con la ayuda del productor norteamericano Matthew E. White, colaborador de autores como Justin Vernon, Sharon Van Etten o the Mountain Goats y responsable del aplaudido trabajo de Natalie Prass. Juntos idearon un enfoque abierto, con querencias por clásicos como Fleetwood Mac y otros abanderados del “soft pop” de los años 70.

Mas la cosa no queda en un ejercicio de estilo a lo Josh Rouse. Alondra ha querido sonar moderna, sintética, distinta entre canciones, encantadora cuando toca y experimental si así se lo pide el cuerpo. Hace unos años habría sido imposible escuchar un arranque como el del tema “Pegasus”, con esas voces invertidas como epicentro de la canción.

Pasamos el foco a la autora para que nos cuente cómo se produjo el encuentro transoceánico, sus amores sonoros, las peleas diarias para poder seguir haciendo música y las particularidades de la cita donostiarra, ciudad a la que regresa tras dos años de ausencia.

Confiesa, ¿cuántos jamones hay que mandarle a Matthew E. White para que te produzca un álbum?

Te reirás pero le compré jamón ibérico cuando vino a tocar a Madrid. Me dijo que nunca lo había probado y no lo dudé, igual fue por eso por lo que me produjo el disco. Nos conocimos en Ourense, donde compartimos cartel. El tema del colaborar entre nosotros salió en la cena entre jarretes y pulpo. Fue encantador, estuvimos hablando durante horas. Encontramos que teníamos un montón de cosas en común.

Todas bien ocultas en tu pasado más folk.

Hay muchos sonidos con los que me identifico y me gustaría explorar en el futuro. Pero yo no habría sabido hacer este disco sin Matthew. Tiene una sensibilidad artística enorme, hizo mucho hincapié en que las canciones debían plasmar a lo que yo tenía en la cabeza en ese momento, dejando de lado mi anterior sonido.

Xabier Montoia: Un alma libre

Xabier Montoia es uno de esos artistas que si no existieran nos los tendríamos que inventar. Un autor que hace lo que le place en todo momento (ahí están sus dos discos en quince años para demostrarlo). Un compositor que se deja llevar por sus instintos. Ese eterno amateur con una sólida base creativa, literaria y emocional que sabe diluir su arte en la frescura de sus conciertos. Un “crooner” que a veces pasa del micrófono. Narrador que siempre prefiere expresar y transmitir frente a (y esto es uno de los mayores halagos de este texto) alcanzar la excelencia en los videojuegos de karaoke. Un alma libre, un pájaro que migra donde se lo pida el corazón, el azar o el deseo.

Quizás por eso aceptó el convite de Izar & Star, la propuesta vizcaína que invita/incita a autores de nuestra tierra a reinterpretar las canciones de sus autores favoritos, con el explícito nombre de “No English, Please”. Que no es otra cosa que defender esos grandes temas cantados en idiomas distintos al inglés.

El primer pase de “No English, Please” se celebró hace un mes en la capital bilbaína y el pasado sábado aterrizó en una sala Kutxa de Tabakalera bien adaptada para la ocasión. Varias filas de sillas colocadas en la zona delantera daban asiento al espectro más adulto del respetable, mientras los más jóvenes se repartían la zona del fondo. Tener una carrera musical de 30 años en activo hace que debas tener en cuenta, en cuestiones de prolongada verticalidad, a tus seguidores iniciales y a los recién llegados.

Bien acompañado por su socio habitual, el experimentado y experimental Ibon Rodríguez, y la chelista Itziar Lertxundi (una de las primeras intérpretes que hemos visto silbar siguiendo las notas de la partitura), Montoia arrancó divertido con “El cantante” de Ruben Blades (“Yo soy el cantante
que hoy han venido a escuchar / lo mejor del repertorio a ustedes voy a brindar”) para más tarde atacar temas en alemán (“Die Moritat von Mackie Messe” de Bertolt Brecht), una balada galega, el “Que Reste-T-il De Nos Amours” de Charles Trenet, la influyente – en sus carnes- “Você É Linda“ de Caetano Veloso, ese “Mercé” de Maria del Mar Bonet con aires de Velvet Underground o el “Lembra-me um sonho lindo” del portugués Fausto.

Acertó el escénicamente esquivo Xabier Montoia a intercalar temas propios en el listado general. Así nos pudimos dar cuenta de la belleza de “Gezurren bat”, “Ilargipean”, “Zugan gogoa”, “Fede apurra” o esa oda a las penas y los vinos que es “Botilarena”. Y el futuro viene halagüeño, con canciones como esa maravillosa tonada sin título (¿”Zutaz oroi”?) que pudimos escuchar el pasado sábado. El disco completo se anuncia para este año recién inaugurado. Esperemos que su publicación nos permita ver más a menudo a este gran autor vasco, un libertino creador totalmente inspirador.

Diego Vasallo: Elegancia fronteriza


Intérpretes: Diego Vasallo (guitarra, voz) Pablo Fernández (piano, guitarra y ukelele), Goyo Chiquito (contrabajo), Toño López (batería) y Fernando Macaya (guitarra). Lugar: Sala Club del Teatro Victoria Eugenia (Donostia). Día: 20 de noviembre. Asistencia: lleno, unas 150 personas

Acababa ayer la semana de presentaciones donostiarras de Diego Vasallo, quien pocas introducciones necesita a estas alturas del cuento. Si el jueves acercaba al respetable en la Librería Garoa “Baladas para un autorretrato”, un compendio de sus tres áreas de creación (poemas, pinturas y baladas) que acaban con cinco años de silencio editorial, el domingo hacía lo propio con la versión musical de su creatividad. Porque esas canciones, esas melodías de tonos caídos y expresividades apagadas viajan junto con el libro en un conjunto casi inseparable. Decimos “casi” porque en el stand de venta vimos copias del “disco” en cassette.

Con el habitual traje negro, Vasallo ofreció hora y media larga de canciones que, según sus propias palabras, evocan “un viaje por los alrededores de mis días, una mirada a mis patios traseros, hacia las regiones boscosas de las cavidades de la conciencia y la memoria, de los afectos y los olvidos”. Entre los asistentes se vio a buena parte de la cuadrilla Duncan Dhu y muchos creadores contemporáneos del protagonista del día. Corredores, como él, de las zonas más oscuras de la creatividad local.

El autor se presentó con una banda que tiraba hacia el rockabilly en las hechuras. Nada extraño, estando Fernando “Del Tonos” Macaya como lugarteniente guitarrero y coproductor de las últimas canciones. Pero más allá de esas patillas sonoras y los trasteos por el contrabajo, la banda supo acoplarse a la idiosincrasia del cantante escorándose hacia el fango apesadumbrado, el blues y hasta el pop cuando las partituras y el habitual tono vocal roto y apesadumbrado así lo solicitaron. En el lado luminoso destacaremos el ukelele, que le dio cierta alegría a las composiciones sombrías y acompañaba mejor que bien en los momentos más acústicos (la bella ”Prometedores naufragios”)

Así, tras un inicio grabado que bien podía ser obra de Edith Piaf, la banda comenzó con calma sobre “Se me olvida”, una balada rota y mínima que sirvió para ir ganando nervio en ese barro en el que el autor se desenvuelve de maravilla, a ratos pegado a la frontera (“la vida te lleva por caminos raros”, “La vida mata”, la contagiosa “Que todo se pare”) y otras más unido al blues (“Ver para no creer”) o lo latino.

No olvida Vasallo su querencia pop, ahora menos visible pero siempre latente. Quedan como ejemplos de esta categoría la más que atractiva “Mapas en el hielo” y “Donde cruza la frontera”. Mas quiso la mala fortuna que el “Leonard Cohen en un viejo hotel de Gran Vía 42” de la excelente “Canciones que no hablan de amor” sonara ahora más triste aún, con la muerte del canadiense aún demasiado cercana.

Despedidos entre aplausos tras 75 minutos, la banda volvió para ofrecer un bis en el que se incluyeron la evocadora “Perlas falsas” y un cierre con la siempre sorprendente versión castellanizada del “Please, please, please let me get what i want” de The Smiths.

LOS BRACCO: «Sin conexión»

“Es una pena que en disco no consigan la fuerza y la frescura que transmiten sobre los escenarios” es una de las frases lapidarias más escuchadas entre los álbumes de los autores noveles – y no tan noveles-. Y así nos pasamos media vida, intentando fusionar ambos mundos, el de la insolencia del garaje y el de la pulcritud de los estudios de grabación.

El sexteto donostiarra Los Bracco parece haber conseguido esa mezcla perfecta en su nueva obra. El CD “Sin conexión” los muestra perfectamente conectados a sus múltiples influencias y frescos cual pan de molde mañanero. Esto último no nos debe sonar extraño. Son el grupo más canalla y trasnochado(r) de nuestro panorama. Y ahora encima hacen discos formidables. “Le hemos dedicado más tiempo y esfuerzo que a nuestro anterior trabajo ‘Bendita esquizofrenia’. Eso se refleja en el resultado”, nos cuenta su cantante Pablo Fernandez. ”Ten en cuenta que el disco se empezó a grabar en agosto del año pasado entre Mecca y Muir Estudio, hemos tenido mucho tiempo para mejorarlo”.

Así que aquello de hacer las canciones en 5 minutos era una trola promocional. “En parte es cierto. Nuestro guitarrista tiene mucha facilidad para hacer canciones en estado resacoso (risas). Luego en el ensayo cada uno aporta sus gustos. A uno le encanta el hard rock, a otro el sonido británico o el flamenco, los hay muy fans de Beatles o Rolling Stones… Puedes ponerle la etiqueta de ‘Rock paranoico’ sin problemas”. En palabras más mundanas el resultado vendría a ser una suerte de rock de tasca por su atrevimiento y descaro, con influencias norteamericanas de los 60-70’s del siglo pasado.

En “Sin conexión” (“el título encaja muy bien con un ‘estado de las cosas’ particular además de ser representativo de nuestro estilo ecléctico”) hay muchas y muy variadas perlas. Por ejemplo, la que da título a este álbum que se distribuirá a la antigua usanza (Bar Iparra, Bar Kaiola, Bar Alboka o en la librería Garoa, todos ellos en la capital guipuzcoana). Un tema que retrata el ADN de esta banda, con calmas bien orquestadas y momentos más épicos, ambientaciones nocturnas y un estribillo arrebatador. Como casi todos los que hacen.

En el Top se pueden colocar también “El último tren” o “Ángeles sin alas”, con esa letra “triste y sombría, de tendencias suicidas, acorde con los tiempos que vivimos. Si bien el tono contrasta con la música que le acompaña, festiva a ritmo de country y rock & roll. En general nuestras líricas son ambiguas o explícitas, según toque. No viene mal un punto de descaro y agresividad en esta ciudad tan pija y ‘buen rollista‘”.

La gira de conciertos de presentación empieza con el estreno mañana sábado en la Sala Kutxa Kultur Kluba situada en Tabakalera (San Sebastián), para más tarde pasearse por Rentería o Madrid. La cita es la las 20:00 horas, con entrada gratuíta.

Elena Setién: ¡Qué delicia!

Interpretes: Elena Setién (piano, voz), Mikel Azpiroz (teclados), Karlos Aranzegi (batería). Lugar: Sala Club del Victoria Eugenia (Donostia). Día: 16 de noviembre. Asistencia: lleno, unas 200 personas.

Perdonen los posibles excesos de esta crónica de urgencia, pero el concierto de ayer de Elena Setien fue uno de los más especiales que ha pisado nuestra ciudad este año. La creadora retornaba a su tierra después de 20 años por Copenhague tras alcanzar la fama con su grupo anterior (Little Red Suitcase) y ser nominada en cuatro ocasiones a los Grammys daneses.

Bajo el brazo traía “Dreaming of earthly things”, su sexto trabajo como cantautora y cantante. Grabado bajo la batuta de Mikel Azpiroz – tanto él como el batería Aranzegi estuvieron sublimes en la contención que pedía la noche-, el álbum recopila algunas ensoñaciones que la autora ha añadido a las historias que ha vivido en esta etapa foránea.

Sencilla y franca en sus comentarios y con una voz muy rica en registros, la creadora se apoyó a ratos en lo circense y lo juguetón. Otras picoteó en el jazz. Tiró del pop entre las sombras. Y tuvo la poca vergüenza de presentar “Forget you” como un blues siendo él un tema de pulsaciones mínimas, una oscuridad penetrante y ciertas raíces indias. Guiño norteamericano que repitió en “A foreign like me” y que explotó en la cinematográfica y fronteriza “Old Jamie”, un tema digno de Lee Hazlewood y Nancy Sinatra.

Elena Setién tiene la tensión – contenida- de PJ Harvey, el jolgorio de Divine Comedy (“Back where you started”), la versatilidad negra de Alicia Keys y la franqueza de Daniel Johnston. Todo ello basado en una base académica irreprochable. El resultado es libre y refrescante, repleto de sensibilidad. Pocas veces hemos salido de un concierto con esa mezcla de paz interior y felicidad. Porque más allá de los estilos estancos y la eterna y aburrida división entre lo masculino y lo femenino, autoras como Elena Setién solo conocen un género: el de la excelente creatividad.

Allah-Las: Empate ácido

Intérpretes: Javier Sun, Allah-Las. Lugar: Casa de Cultura de Intxaurrondo (Donostia). Día: 15 de noviembre. Asistencia: unas 300 personas.

La gente tiene ingenio para exportar. Hay un habitual de los eventos musiqueros que a veces compara los conciertos con partidos de futbol. Así, si la cita ha sido gloriosa el muchacho lo define como “gran victoria en casa”. Siguiendo esa forma tan habitual en otras páginas de este diario, la visita de los Allah-Las a Donostia se saldó con un empate, presentando rachas de buen juego y cierta monotonía a mitad de partido.

La sala respondió como en sus mejores días. Hasta el propio Miles Michaud, cantante principal de estos norteamericanos, se alegró al ver el garito tan lleno un martes. Post adolescentes locales, colegas del otro lado de la A8 y angloparlantes con residencia temporal en la zona se acercaron a disfrutar de la suave sicodélia de este quinteto de Los Ángeles. Banda que parece haberse ensimismado con los cortes lentos de los discos que se ponían mientras curraban en la histórica Amoeba Records, lugar de nacimiento de la formación.

Hubo tiempo para bellezas pasadas y presentes (“Tell me”, “200 south la brea”, “Famous phone figure”, la belleza velvetiana “Could be you” o ese “Catamaran” que era puro Troggs), pero su travesía del desierto – sin apenas variaciones en el tempo de las canciones- nos ofreció excusas para mutarles en “a-lolos” y dirigir nuestra mente hacia otras abstracciones. La gente, que hasta copiaba el look “normcore” de los actuantes (el gorro rojo a lo “Life Aquatic” del bajista tuvo media docena de clones entre el respetable) salió encantada del concierto, dando buena cuenta de la tienda de recuerdos.

Más brío que todos estos californianos juntos mostró el donostiarra Javier Sun abriendo la noche en el concierto 301 de su carrera (ahí es nada). Clásicos dylanianos y guiños a los Jam o los Who de este eterno “mod” que lo bordó con la sola compañía de su Rickembacker.

Mikel Urdangarin: Abarrotado divertimento

Intérpretes: Mikel Urdangarin (guitarra, voz) y su banda. Lugar: Sala Kutxa Kultur Kluba (Donostia). Día: 22 octubre. Asistentes: lleno, unas 300 personas.

Nueva visita a Donostia de “Izar & Star”, propuesta bilbaína que ofrece a grupos cercanos re-interpretar un destacado disco o la obra de un artista a modo de recreo personal. En este caso Mikel Urdangarin se disfrazó de Leonard Cohen en lo que puede haber sido el primer llenazo de este sitio “cuqui” de sonido fantástico que es la sala Kutxa Kultur Kluba.

Claro que los regalos a veces vienen envenenados, y los habituales de Urdangarin echaron de menos los asientos o un espacio más amplio. Pero el apretón se entiende en el concepto de “kutixi” o “concierto especial” de este tipo de citas. Es comprensible que lo uno (la particularidad) cubra lo otro (la comodidad). Más pena dio que el de Amorebieta no hubiera traducido al euskera los cantos del canadiense. Pero eso más que un divertimento “Izar & Star” sería un proyecto en toda regla.

En lo estrictamente escénico, Urdangarin vino flanqueado por un sombrero borsalino y un trío acústico que comenzó con melodías propias (“Katu baltzak”, “Hauskor”, “Etor zaitez hona”) para después atacar el cancionero de Cohen.

Sus aciertos fueron mayores en el fondo sonoro que en el tono, dado que nadie canta como susurra Leonard Cohen. Mikel intentó con su inglés más que comprensible hacer suyas “Famous Blue Raincoat”, “Suzanne”, “Come healing”, “Nightingale”, “If it be your will”, “Who by fire“ y “Show me the place”. Tropezando donde caeríamos todos, en la revisión de “Hallelujah” y “So Long, Marianne”. Canciones tan eternas que es realmente complicado aportar nada nuevo a ellas más allá de la recreación. Huelga decir que fueron de las más aplaudidas.

La tarde acabó con dos bises en los que el vizcaíno recuperó la confianza al atacar creaciones propias tan emocionantes como “Badira hiru aste”. Temas que bien podrían recuperarse en otro “Izar & Star” vasco dado su calado y calidad.