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Autor: Juan Luis Etxeberria

Publican de modo ilegal canciones de La Buena Vida en internet

Fue flor de un día. Los temas más celebrados del desaparecido grupo donostiarra La Buena Vida, uno de los mayores representantes del pop independiente nacional de los años 90, brotaron en las plataformas de streaming a principios de esta semana. La ausencia durante tantos años de estos álbumes publicados en el sello Siesta se veía recompensada por este acceso digital e inmediato a las melodías preciosistas que hasta ahora solo estaban disponibles en CD o vinilo.

El revuelo en el mundo “indie” fue considerable, con cientos de fans celebrando la medida. Alegría que se convirtió en tristeza cuando las composiciones desaparecían en la mañana de ayer. Oyentes que quedaron, parafraseando una de las las melodías más conocidas del combo, en mitad de una “tormenta en la mañana de la vida”. ¿Cuál fue la razón de la desaparición? La subida a internet de esas piezas las había realizado una empresa sin permiso para ello. No es extraño que a través de distribuidoras internacionales aparezcan en Spotify y similares grabaciones no autorizadas por los artistas ni el sello, como ha sido el caso, en concreto a través de una firma rusa.

El caso se ha denunciado y las plataformas han retirado las canciones afectadas. Hay que recordar que La Buena Vida sí que cuenta con discos publicados de manera oficial en estos servicios de escucha (“Vidania”, “Álbum”), los cuales no se han visto afectados por esta medida.

El conjunto donostiarra, que no ha querido hacer declaraciones, no es la única afectada por estas prácticas ilegales. “En 2020 se estimaba que entre el 3 y el 10 % de toda la actividad de transmisión de estos sistemas era un fraude. Hoy podemos afirmar que es al menos del 10%, y un número superior a ese en algunas regiones”, escribió Beatdapp, la startup que lucha contra el fraude.

La Buena Vida fue una formación en activo entre 1988 y 2011, cuando el fallecimiento de su bajista Pedro San Martín acabó por disolver el grupo. Grabaron siete álbumes y varios discos breves. Ellos fueron, junto con formaciones como Le Mans o Family, las cabezas más visibles de lo que la prensa denominó “Donosti Sound”, una corriente musical “indie pop” que ubicaron en la capital guipuzcoana.
Desparecida La Buena Vida los ex-miembros Mikel Aguirre, José Luis Lanzagorta e Iñaki de Lucas fundaron el grupo Amateur. Otros integrantes como Javier Sánchez y Borja Sánchez lanzaron su proyecto AMA. Ambas agrupaciones siguen en activo hoy en día.

Donostia festibala: ellas marcan el paso

Marlena fue la cal y Melendi la arena en la última jornada del rejuvenecido festival musical guipuzcoano.

Descansaba Lasarte la tarde de ayer. Su fin de semana ha estado lleno de actividad, con una feria medieval en sus calles y la fiesta de despedida de uno de sus vecinos, Arteaga II, de la pelota profesional. En el Hipódromo el Donostia Festibala celebraba su ultima tanda de actuaciones. De camino al recinto nos cruzamos con furgonetas en modo “picnic previo”, con mesillas repletas de gente acicalándose. Chicos y chicas que podían darse un último retoque en la peluquería que la organización puso a disposición de los asistentes.

La oriotarra Intza inauguró el sábado festivalero. De blanco angelical y acompañada de una banda de 5 personas, destacó cantando en los tonos altos y en sus viajes a la música de los 50. Hubo pop de gusto vasco y baladas de final épico. Idoia Azurmendi arribó después con canciones folk calmadas. En fabulosa compañía musiquera la joven alavesa le entonó al mar y a Castilla (con giros a lo Ana Belén), tiró de refranero y atacó una bossa al estilo Musikene. Cantándole a los corazones, a Maurizia y a Maialen Lujambio.

Los siguientes Veintiuno montaron un jaleo muy jaleado. No dejaron ni un segundo para el descanso, con letras pegajosas y estribillos cuasi perfectos. Ubicables entre el rock nacional y las guitarras festivaleras, se acercaron a los años 90 y se cubrieron de tonos sintéticos. Animosos y atrevidos, buscaron con éxito que la gente se lo pasara bien.

Lo del trío Marlena fue una cosa floja. Con sonidos que iban y venían en la misma canción, guitarras mal tocadas, demasiadas versiones y mucha charla en las pausas. Su tirón virtual – tienen más de 15 millones de escuchas en internet- necesita más trabajo si quiere alcanzar el éxito convencional. La posterior actuación de Sofia Ellar nos reconcilió con el mundo. La cantautora llegó con banda para defender un pop-rock mainstream más clásico que un jersey de pico entre letras de amoríos.

Melendi era el gran foco de la jornada. Al profesor de los televisivos programas de versiones le tocaba examinarse. La audiencia estaba de su lado en lo que fue hasta ese momento la mejor asistencia del día. Un público adulto que gozó con el salto de calidad/seriedad de un autor ayer acatarrado – no se notó tanto- que tiró de letras actuales (COVID y redes sociales, por ejemplo) y éxitos pasados para ofrecer un concierto feliciano muy serio.

Dejamos a la chavalada ansiosa por las últimas formaciones del cartel (Stay Homas, Bulego) mientras estas líneas viajaban a la redacción. Donostia Festibala este año se ha abierto de miras, se ha acercado sabrosamente a la paridad sobre el escenario – a ras del suelo ellas fueron mayoría aplastante- y ha conseguido bajar la media de edad de anteriores ediciones.

Donostia Festibala: las nuevas generaciones responden

Lola Indigo y Nøgen destacaron en una primera jornada de un certamen variado dirigido al público joven

El renovado Donostia Festibala regresó ayer al Hipódromo de Zubieta dando un vuelco a su estilo. Su propuesta, que buscaba bajar la media de edad de estas citas, va del trap al pop comercial más adulto. ¿Y fue positiva la transformación del cartel?¿Hubo más gente que otros años? Imposible saberlo al detalle. La organización anunció que dará los números totales una vez finalizado el fin de semana.

El montaje físico del Festibala se aligeró respecto a ediciones anteriores. El meollo se ubicó de nuevo en el interior del óvalo, verde y algo mullido para nuestras posaderas. Un escenario grande y otro cubierto por una carpa ofrecieron las distintas actuaciones. A su vera se colocaron los baños, los puestos de comida de combate (pizza y perritos calientes. Nada más sofisticado que eso), una peluquería y una fuente para beber agua gratis.

El evento contó con mayoría de gente joven desde el arranque. Para muchos de ellos fue su primera “experiencia” en estas lides. Anette Egiguren e Iraila Urbieta, ambas de 16 años, llegaron desde Azkoitia. “Es nuestro primer festival, y nos han traído en coche porque volver luego es complicado. Tenemos el abono para los dos días y de hoy no nos vamos a perder a Lola Indigo ni a Nil Moliner. Una pena que haya tan poca gente aún”, afirmaron. El tiempo les confirmará que normalmente a primera hora no hay tanta gente viendo las actuaciones.

En la sección creativa la cinta se cortó con la actuación de Julen. Desde Eibar y en formato banda, su pop desvergonzado fue toda una sorpresa. Un estilo que tan pronto colaba el famoso “Happy” de Pharrell Williams como se tiraba a lo épico, picaba del glam, se acercaba a Izaro o paseaba por el funk. Cantando en los idiomas de la ESO (euskera, castellano, inglés), su optimismo vital fue un remarcable estreno.

“Nos ha gustado”, confirmaba Jessica Curto, la portavoz de un grupo de varias familias donostiarras que se acercó a Zubieta con sus hijos e hijas. Hay que recordar que los menores de diez años, una vez firmados todos los permisos de turno, acceden gratis al recinto. “En realidad nos han traído ellos, les encanta Nøgen. Nos gusta cómo está montado el evento. Estuvimos en su día en Igeldo, pero esto es otra historia. Solo esperamos que no llueva”. El cielo, digno de un cuadro de un pintor romántico, permitía todas las respuestas posibles.

Tras ellos llegó Andrea Santiago y sus melodías oscuras e íntimas con toques electrónicos, algún arrebato post-rock y bastante canción de habitación ahora más acompañada. El oiartzuarra Bengo tomó el relevo con su pop urbano euskaldun de sonido global y tiempo tranquilo. Se acompañó de algunos sampleos (Diplo, Nirvana, ¡el aviso de llegada del Topo a Oiartzun!), se acercó al Rock Radical Vasco – no fue su mejor tema- y confirmó que tiene tirón por nuestra tierra.

Nøgen fue la primera gran reunión popular del día. Su pop-rock con ukelele funciona muy bien en estos espacios amplios. Tirando para el country animoso, la romería actualizada, las baladas de grandioso final y el folk norteamericano más bailarín, el quinteto donostiarra despidió su año sobre los escenarios repartiendo felicidad entre un respetable que le coreó hasta las toses. Tras ellos Marlon demostraron que El Canto Del Loco y Pereza cuentan con buena sombra. El mensaje canallita y algo Cayetano del quinteto asturiano, ya conocido para los más paseados, continuó con la fiesta entre el público más juvenil que conectó con el mensaje despreocupado de la banda.

Lola Indigo llegó como un ciclón con un espectáculo mayúsculo. Desde el primer segundo el montaje impactó cual tormenta de verano con luces, bailes, canciones, pantallas, plataformas y movimientos. Su Trop (trap + pop) de variaciones latinas brilló y asombró en un show en el que no faltaron muchos de sus temas más conocidos. Lejos de esta crónica de urgencia quedaron los últimos minutos de Indigo, la parranda a dos voces de Arnau Griso y el cierre final con la actuación de Nil Moliner.

Un final maestro

El experimentado pianista Herbie Hancock puso el broche de oro a la variada y exquisita programación del Kursaal

Cerraba el Jazzaldia su programación kursaleera de la edición 2022 con la actuación de un maestro, Herbie Hancock. La velada del insigne norteamericano de apenas 82 años finiquitaba un listado de músicos variado y certero en una sucesión que tuvo sonidos fronterizos (Calexico), barítonos con el alma a flor de piel (Gregory Porter), experimentos digitales (Yann Tiersen) y la cita histórica de un hombre de rock en plena forma a sus 74 años (Iggy Pop).

Viejo conocido de un festival que ha pisado hasta en siete ocasiones (en 2006 fue Premio Donostiako Jazzaldia), el pianista de Chicago llegaba a nuestra costa en formación de quinteto. “Vosotros sois el sexto miembro de la banda” dijo señalando al respetable en una de sus múltiples intervenciones. Simpático y amable al micro, de las distintas opiniones que expresó sobre sus canciones, la sociedad y los recuerdos me quedo con dos divertidas frases: “¿Sabéis quién se lo está pasado bien? ¡Yo!” y “hay que educar a los niños en esta música porque así podrán disfrutar de ver actuar a un Herbie Hancock de 200 años en el futuro”.

En lo estrictamente musical la formación tuvo mucho espacio para expresarse, ya fuera en formato de solo o con huecos propios en las largas composiciones que sonaron en la tarde del lunes. El batería demostró con su pegada que puede tocar con Marc Ribot. El trompetista, que adaptó para la velada el ‘Footprints’ del también “joven” Wayne Shorter, fue un dechado de elegancia y fuerza. El guitarrista dio el toque africano y de beatbox en unas ejecuciones mayúsculas. Y el bajista, fantástico en todo momento, se destapó en una sección final en la que tuvo el maravilloso “detalle” de, en mitad de su solo post-pop, replicar el sonido del móvil que acababa de sonar entre el público.

Herbie Hancock se lanzó presto al alambicado medley con el que arrancó el set, una travesía que tuvo puntos de ciencia ficción, pinceladas de un ‘superfly’ jazzy, cierta contundencia rock y preciosos momentos de supuesto caos. El pianista jugó con el “vocoder” de ‘Come Running To Me’ demostrando que Daft Punk le deben cuarto y mitad de su fama. Le puso bien de frenesí a las carreras veloces por el piano y recuperó la gozada jazz de sus The Headhunters titulada ‘Actual Proof’. El norteamericano acabó echando mano del Keytar, instrumento con el que bajó a donde los 1800 asistentes, entregados y en éxtasis con los temas finales ‘Cantaloupe Island’ y la funky ‘Chamaleon’ en una cita que sobrepasó las dos horas de duración.

Publicado en El Diario Vasco

Variaciones Mezquida/de la Rubia

Intérpretes: Marco Mezquida (piano, órgano Hauptwerk), Juan de la Rubia (órgano Hauptwerk, piano). Lugar: Teatro Victoria Eugenia (Donostia). Día: 25/07/2022. Asistencia: Lleno, unas 900 personas

El Teatro Victoria Eugenia ha sido durante estos días sede de programas diurnos en los que han participado interesantes formaciones de aquí y de allá: Berta Moreno, Oreka TX, Daahoud Salim Quintet, Carlos Sardui Quartet. … Pero todos los fuegos artificiales necesitan su traca final como bien saben los amantes de la Semana Grande. Y ésta vino con el magnífico dueto Marco Mezquida / Juan de la Rubia.

El primero necesita poca presentación. Seis veces seis ha pisado nuestro certamen y en todas ha dejado un superlativo sabor en boca, como dicen los enólogos. El amante del txakoli (ayer mismo nos invitó a tomar uno si nos topábamos con él por la calle) es un fijo en la cartelera festivalera. Y esperemos que lo siga siendo por muchos años.

Quizás más desconocido sea Juan de la Rubia, organista titular de la Sagrada Familia de Barcelona. El profesor de improvisación se mostraba encantado de la invitación: “Nunca pensé que como organista fuera a actuar en un festival de jazz”, dijo con una sonrisa. A lo que Mezquida le correspondió con un “Ya, pero este no es un festival de jazz cualquiera”.

No lo es. Por momentos como el “Bach & Foward” de Mezquida & de la Rubia. Desde el título del evento se vieron las ganas de juego partiendo de la magna obra de Juan Sebastian Bach. Fueron 90 minutos de música ininterrumpida. Paseos por las arias, los preludios, las Variaciones Goldberg y las Pasiones de San Mateo. Ejecutadas frente a frente, sentados los autores en sendos pianos de cola. Con De La Rubia ofreciendo la labor de mantener el caparazón y Mezquida apoyando y sosteniendo mientras se lanzaba libre.

Fue una cosa excelente, excelsa y reconfortante. Visitando las tragedias sonoras del compositor germánico con finura y frescura, aprovechando los interludios para añadirle variaciones personales. Variaciones Mezquida/De La Rubia que viajaron desde el blues al jazz sin poderse evitar las ganas de tocar directamente las cuerdas del piano con las manos.

La mañana tenía otra curiosidad en forma de órgano de iglesia de viaje. Un instrumento llamado Hauptwerk por ser ese el software que permite crear un órgano de tubos de cualquier teclado digital. Su gravedad y profundidad resultaron esenciales para los momentos dramáticos de las interpretaciones. En resumen: una cita, otra, de Mezquida rayando a gran nivel aunque la propuesta pareciera demasiado clásica con la aportación tan necesaria como satisfactoria del teclista apellidado de la Rubia.

Inmersión vanguardista

El bretón Yann Tiersen ofreció un concierto digital que fue de lo ambiental a lo discotequero

Intérpretes: Yann Tiersen (sintetizador, sampler), Jens L Thomsen (electrónica), Emilie Tiersen (voz).

“¡Toca la de Amélie!”, se escuchó en la actuación de Yann Tiersen ofrecida el domingo en el Kursaal. Fue la única petición expresa, aunque luego en la salida se oyó en más de un corrillo: “Sí, ha estado bien, raro, pero qué pena que no haya tocado alguna de esa película”. Una idea fácilmente subsanable hoy en día. Acudir a internet a preguntar sobre el último disco nos habría dado una pista de por dónde viaja la mente del compositor en la actualidad. Acertaron. Sus ondas están a años luz de la banda sonora que realizó para la afamada película de Jean-Pierre Jeunet.

Desde el comienzo quedó claro que la cita iba a ser digital y ambiental. Comenzando por la música ambiental previa al show. Una tormenta quizás grabada en Ouessant, la pequeña isla en la que Yann Tiersen habita, acompañó temas tan concretos como evocadores (‘As Above, So Below’ de Carl Matthews)

La escenografía ayudo a que la experiencia fuera inmersiva. Con luces muy activas y presentes durante el evento. Dos pantallas colocadas delante y detrás de los músicos proyectaron imágenes digitales que a veces tomaban formas naturales deconstruidas similares a las de un río, el espacio exterior o la silueta humana dividida en mil puntitos. En una tarde que tiró por tierra las sospechas (a veces confirmadas) de que los autores más tecnológicos solo mueven rueditas o se traen todos grabado de casa: nada más pisar el escenario Yann Tiersen y su socio Jens L. Thomsen dijeron “Perdonadnos unos minutos, que tenemos que afinar”. Y allí se pasaron casi sesenta segundos buscando el tono ideal de sus teclados.

Lo que vino después tuvo detalles de toda la electrónica publicada en los últimos 40 años. Si mentan a Kraftwerk acertarán. Si mencionan a Orbital estarán en lo cierto. Si hablan del magnífico Jean Michel Jarre también tendrán razón. Mencionar el EBDM – Electronic Body Dance Music- sería certero. Hasta Kitaro y aquel futurismo de hace unas décadas pareció asomar en un minutaje que tuvo varias aportaciones vocales. La cantante Emilie Tiersen se vistió de Beth Gibbons (Portishead), ofreció nanas de entonación sideral y momentos folk casi religiosos.

La actuación donostiarra de Yann Tiersen fue una progresión de menos a más, de lo orgánico a la profusión de bombos y del optimismo ensoñador a la oscuridad. El punto experimental y digital del programa del Kursaal en el Jazzaldia 2022.

Publicado en El Diario Vasco

Los felices años 20

Intérpretes: Benny Green (piano). Lugar: Museo San Telmo (Donostia). Día: 24/07/2022. Asistencia: unas 175 personas.

La banda norteamericana The Velvet Underground tiene una canción preciosa titulada “Sunday Morning”. Ese magnífico momento semanal en el que la vida frena su velocidad y lees la prensa con paz, armonía y un cafecito en la mano. Para muchos es también (este dato lo obtengo de mi patio vecinal) el mejor momento para gozar del jazz. Para ellos, para todos, el Jazzaldia nos ofreció una reintrepretación del mañanero domingo de la mano de Benny Green y su programa “Duke Ellington, Billy Strayhorn, Thelonious Monk”.

En la coctelera se vislumbraron piezas de los autores mencionados. Todos “vivitos” en aquellos locos años 20 del siglo pasado. Pulsaciones repletas de swing (el ‘I´m Beggining To See The Light’ de Ellington) y jazz (‘Love you, madly’). Con buenos arranques de blues. Y una interpretación mayúscula, elegante y educada sin olvidar lo jovial de algunos momentos a los que soñamos unirnos chasqueando los dedos.

Green aprovecho los espacios entre composiciones para explicar la razón de tocar las canciones elegidas. A veces las presentaba y otras le daba un toque personal. Levantándose para agradecer los aplausos de un personal encantado que le sacó dos bises de la maleta. Culpa suya. A veces el autor vivía tanto los temas que, con esa cara de pillo digna del actor Danny Kaye, parecía viajar en su memoria con los paseos táctiles. Dedos que en ocasiones parecían hablar como los humanos. Con mano diestra, nunca mejor dicho. Unas pulsaciones evocadoras y llenas de belleza, a veces raudas y siamesas en el golpe. Tiernas y tormentosas. Laberínticas sin perder la melodía. Tan naturales que parecían sencillas.

Este lunes festivo el autor repite con otros nombres en su lista (Hank Jones, Tommy Flanagan, …). Pero desde aquí el agradecimiento al festival por ofrecernos otro bello “domingo a la mañana” en nuestros felices años 20.

Publicado en El Diario Vasco

75 años no son nada

Intérpretes: Iggy (voz), Leron Thomas (trompa), Sarah Lipstate (guitarra), Corey King (trombón), Florian Pellissier (teclados), Gregoire Fauque (guitarra), Sylvian Ruby (bajo), Thibaur Brandalise (batería). Lugar: Auditorio Kursaal (Donostia). Día: 23/07/2022. Asistencia: lleno, unas 1800 personas.

La ciudad bullía nerviosa el sábado. Iggy Pop iba actuar dentro del Jazzaldia. La visita de “la iguana” tenía todas las papeletas, esas que habían volado en la taquilla, para ser un momento histórico. Se vio luego, en un par de récords que parecieron saltar por los aires: Concierto en el que antes se ha puesto de pie todo el mundo y luego no se ha sentado (primer tema) y melodía con mayores grabaciones de móviles (‘Lust For Life’). En este último caso necesitaríamos recurrir a la foto finish para otorgar el galardón.

Los presentes, ansiosos e inquietos, se descolocaron con las novedades de última hora. La cita arrancó con la inesperada proyección de un “teaser” del film “Stooge”, película que recogía las peripecias de un fan de Iggy Pop por el mundo. A todos nos sorprendió, pero cualquiera le dice que no al de Michigan. A unos les indignó ligeramente esa inclusión y a otros, pocos, le hizo silbar como cuando el telonero retrasa el arranque de la función principal. La versión oficial dijo que la petición se realizó por causas emotivas: el protagonista de la película – estrenada en 2017- falleció hace pocas fechas y el norteamericano quiso homenajearle con el detalle.

Pero vamos al meollo, que hubo calidad para regalar. Primero en la revisita a su pasado. Apoyado en una base rítmica y guitarrera joven y firme (y unos trompetistas que añadieron fuerza a donde ya había mucha energía) los temas eternos de su discografía sonaron impresionantes. Así lo confirma el posterior pitido de mis oídos y que un par de ellos nos pusieran la piel de gallina en el momento. ‘I Wanna Be Your Dog’, ‘Search And Destroy’, ‘T.V Eye’, ‘The Passenger’. Si en el cubo nos parecieron tan alucinantes…¡cómo tuvo que ser vivirlos en los setenta, en un local de mala muerte con aquellos cuatro animales desbocados!.

Claro que Iggy, la persona que más “fuckings” ha soltado nunca en un concierto guipuzcoano, ha hecho más cosas en los últimos cincuenta años. Algunas de esas piezas pasaron por Donostia. “Five foot one’ llegó plena de new wave y unas trompetas mayúsculas. ‘Loves Missing’ se construyó sobre un par de acordes de oscuridad germánica. ‘Mass Production’ tuvo un arranque sinfónico y un final digno de Rage Against The Machine mientras ‘James Bond’ fue sutil y misteriosa.

Pueden gastar energía platicando sobre si cada vez hay más jazz o menos jazz en el festival. Es una charleta de bar como otra cualquiera. Pero traer a Iggy y que ofrezca una velada tan impresionante… Pocos estarán en contra de esa contratación, sin duda. La cita confirmó todos los deseos y fue directa al olimpo de nuestro San Telmo sonoro particular.