Saltar al contenido

Un final maestro

El experimentado pianista Herbie Hancock puso el broche de oro a la variada y exquisita programación del Kursaal

Cerraba el Jazzaldia su programación kursaleera de la edición 2022 con la actuación de un maestro, Herbie Hancock. La velada del insigne norteamericano de apenas 82 años finiquitaba un listado de músicos variado y certero en una sucesión que tuvo sonidos fronterizos (Calexico), barítonos con el alma a flor de piel (Gregory Porter), experimentos digitales (Yann Tiersen) y la cita histórica de un hombre de rock en plena forma a sus 74 años (Iggy Pop).

Viejo conocido de un festival que ha pisado hasta en siete ocasiones (en 2006 fue Premio Donostiako Jazzaldia), el pianista de Chicago llegaba a nuestra costa en formación de quinteto. “Vosotros sois el sexto miembro de la banda” dijo señalando al respetable en una de sus múltiples intervenciones. Simpático y amable al micro, de las distintas opiniones que expresó sobre sus canciones, la sociedad y los recuerdos me quedo con dos divertidas frases: “¿Sabéis quién se lo está pasado bien? ¡Yo!” y “hay que educar a los niños en esta música porque así podrán disfrutar de ver actuar a un Herbie Hancock de 200 años en el futuro”.

En lo estrictamente musical la formación tuvo mucho espacio para expresarse, ya fuera en formato de solo o con huecos propios en las largas composiciones que sonaron en la tarde del lunes. El batería demostró con su pegada que puede tocar con Marc Ribot. El trompetista, que adaptó para la velada el ‘Footprints’ del también “joven” Wayne Shorter, fue un dechado de elegancia y fuerza. El guitarrista dio el toque africano y de beatbox en unas ejecuciones mayúsculas. Y el bajista, fantástico en todo momento, se destapó en una sección final en la que tuvo el maravilloso “detalle” de, en mitad de su solo post-pop, replicar el sonido del móvil que acababa de sonar entre el público.

Herbie Hancock se lanzó presto al alambicado medley con el que arrancó el set, una travesía que tuvo puntos de ciencia ficción, pinceladas de un ‘superfly’ jazzy, cierta contundencia rock y preciosos momentos de supuesto caos. El pianista jugó con el “vocoder” de ‘Come Running To Me’ demostrando que Daft Punk le deben cuarto y mitad de su fama. Le puso bien de frenesí a las carreras veloces por el piano y recuperó la gozada jazz de sus The Headhunters titulada ‘Actual Proof’. El norteamericano acabó echando mano del Keytar, instrumento con el que bajó a donde los 1800 asistentes, entregados y en éxtasis con los temas finales ‘Cantaloupe Island’ y la funky ‘Chamaleon’ en una cita que sobrepasó las dos horas de duración.

Publicado en El Diario Vasco
Publicado enCríticas de conciertos

Sé el primero en comentar

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *