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Mes: febrero 2016

Sin palabras

Intérpretes: Raphael y la Orquesta Sinfónica de Bilbao. Lugar: Auditorio Kursaal (Donostia). Día: 26 de febrero. Asistencia: Lleno unas 1800 personas.

Lo sucedido el pasado jueves en el Auditorio Kursaal escapa a la lógica. Y a los números me remito. Apunten. 35 canciones. 155 minutos de concierto. Sin descansos – lleva 55 años sobre los escenarios-. Con la Orquesta Sinfónica de Bilbao como acompañante y con la gente levantándose a aplaudir al final de casi todas las canciones. ¡En nuestro Kursaal!

Uno se asusta cuando ve los constantes retos que se “autoinflinge” Raphael. Pero el temor se convierte en pavor cuando ve que el de Linares sigue saliendo de todos ellos de manera grandiosa. De ello puede dar fe el heterogéneo público donostiarra presente, encantado con un espectáculo que acabó formando parte de los anales de nuestra ciudad. Pues no había una señora a mi lado que, llevando dos horas largas de show, tuvo la osadía de decir en alto “¿Cómo que se acaba ahora? ¡Que toque tres más!”. Ríanse de las believers. ¡Sus antecesoras son peores!

El incansable comenzó su antológica cita con el “Ahora, que el tiempo ha pasado” de su tema “Ahora”. Frase que no debe dirigirse a sí mismo. Lo que ofrece esta gira sinfónica es un meritorio retorno a aquellos maravillosos años líricos en los este jienense que se comía con patatas la orquesta de fondo, viva y locuaz, haciendo temblar el mismísimo Teatro Bolshoi ruso.

Especialmente emocionante cuando los socios le ponen un colchón clásico y popero de cuerdas emocionantes – listar los títulos de todos los aciertos haría que este artículo se acabara aquí- , el autor de las mil aristas se emociona, explota, se deshace, se desabrocha, se eleva, se cimbrea y aflamenca, nos desata, exagera y busca los extremos del amor y su despecho. Unas letras sublimes, de otra época, alejadas años luz de la insustancial lírica pop actual. Qué tenga que venir un setentón a contaros de qué va esto, indies y famosos televisivos… Manda narices.

Nunca un concierto se nos hizo más corto. Con eso queda todo dicho. ¿Qué sera lo siguiente, querido? ¿Tocar en un auditorio con gravedad cero?¿Cantar las canciones del revés? ¿Hacerlas a capela? ¿Montar un grupo con Kanye West? Poco importa. Lo más recomendable es ir comprando ya la entrada.

Rock cosechero

Nueva edición del festival “Salda Badago”, título de canción de Hertzainak (además de bajorrelieve tasquero por excelencia) empleado para nombrar un certamen que une lo jovenzuelo y lo asentado en lo referente a bandas que cantan en euskera. Pero este año les bailó el toque juvenil. El grupo Eraul se cayó del cartel, siendo sustituidos por unos “anglocantantes” músicos de Donostialdea, The Young Wait. Banda que nos aturdió en el pasado festival Kutxa Kultur. El viernes, sin embargo, no hubo tanto empaque desde la mesa de sonido. No fue tan grave como para no disfrutar de sus canciones basadas en la Norteamérica más rocanrolera y sureña.

Tras ellos llegaron Petti y sus Etxeko Uzta, y la cosa se puso seria. El suyo fue un concierto espectacular. A una semana de entrar en el estudio para grabar su nuevo disco, la banda está más compenetrada que los equipos circenses de lanzadores de cuchillos. Joseba Irazoki es el mejor segundo espada estatal, y sus fechorías guitarreras viajan ahora más adheridas al conjunto.

Y qué decir de Petti, nuestro Mark Lanegan. Qué maravilla escuchar ese chorro de voz vagando por los tonos graves. Sobre letras propias o del sempiterno Harkaitz Cano, la formación ofreció un oscuro paseo por las enseñanzas de Lanegan, Neil Young y Tom Waits, haciendo que no pudiéramos etiquetar ninguna canción como “la mala” del recital.

La fiesta acabó con Balerdi Balerdi, grupo que defendió el powerpop en Euskadi y Navarra – son pamplonicas- cuando muy poca gente sabía de él. Tienen esa manera antigua (y festiva) de hacer canciones. Un estilo que sigue sonando magnífico en celebraciones jaraneras. La única pena, la falta de gente para disfrutar del caldo. Porque vigorizante y reconstituyente fue un rato.

Rock avasallador

Intérpretes: Miguel Pardo (voz), Fernando Pardo (guitarra), Marta Ruiz (órgano Hammond), Javier Vacas (bajo), Roberto Lozano (batería). Lugar: Sala Dabadaba (Donostia). Día: 12 de febrero del 2016. Asistencia: Lleno, unas 200 personas.

Como en esas películas en las que nadie puede parar el tren, la banda Sex Museum llegó a Donostia y arrasó con todo a su paso en sus cien minutos de concierto. Ellos fueron la máquina – setentera- que convirtió un txoko tan hiperactivo como la sala Dabadaba en un garito rock de ubicación polvorienta y paredes desconchadas.

La fórmula de estos madrileños lleva invariable treinta años (están de aniversario en esta gira) y no tiene visos de flaquear. Los puñeteros parecen vivir en formol y salir de la cápsula sólo para actuar. Es la única explicación racional que le encontramos a su avasalladora energía tras tantos años de carretera.

Seguro que los acólitos pueden dar nombres más certeros de bandas y épocas, pero los lectores entenderán si comparo al quinteto castellano con la canción “Born To Be Wild” de Steppenwolf (melodía principal del film “Easy Rider”). Rock de pelo largo y algo lisérgico, entre el blues y las fierezas que brotaron en los años posteriores al movimiento hippie. Una fórmula que aquí viaja acolchada sobre las teclas del órgano Hammond de Marta Ruiz. Un sonido que machihembra perfectamente con las ensuciadas cuerdas guitarreras del combo capitalino. Eso sí que es dialogar, demonios, y no lo que hacen las esculturas de la costa donostiarra.

A su ejercicio de estilo – ejemplarizado en la tema “Two Sisters”- le vienen bien unas gotas de otros licores para airear el sonido pétreo que defienden. Muchos evocamos a los Doors por momentos, y sonreímos con el toque power-pop ramoniano de “Enjoy The Forbidden”. El disfrute fue casi verraco a la hora de las versiones: “Fight For Your Right” de Beastie Boys (con riff de Led Zeppelin, claro) y el contagioso “Danger, Danger” de la formación Electric Six. Que la receta sigue funcionando a las mil maravillas quedó demostrado en la camisa del cantante de la banda, adherida a su cuerpo tras la sudada que se había pegado sobre el escenario.

El festival que te reconcilia con la música

Grupos: Single, Hidrogenesse, C Tangana…y hasta 21 formaciones musicales. Día: 29 y 30 de enero. Lugar: Salas Dabadaba y Gasteszena (Donostia). Asistencia: En total, unas mil personas

“Un Lurrazpiko Festa que hay que defender con los puños si hace falta”. Así se elevaba apasionado un conocido musiquero local en las redes sociales ayer. Y no se me ocurre mejor resumen de este certamen que, en ese peligroso balance entre arte y parranda que son los macrofestivales, nos reconforta con la zona más idílica de la creación sonora. Una “Festa” coqueta – es un puntazo que se realice en salas de aforo medio- pero peleona y admirable. Un autentico espejismo en el panorama nacional.

Quizás por eso gente de media España se ha acercado este fin de semana a nuestra pequeña urbe. Algo especialmente reseñable la jornada del viernes, donde era realmente difícil toparse con los nativos habituales en estas citas. Pero los turistas sonoros no vinieron solo a ponerse tibios a pintxos, que también. Su motivo principal era el de emocionarse con las actuaciones de alguna de las veintiún formaciones del Lurrazpiko Festa 2016.

Siempre hay sorpresas en los carteles de estas festividades, pero en este caso se conviertieron en iluminaciones (Sauna Youth). No faltaron las visitas acertadas de viejos conocidos que mantienen un eterno estado de forma y a los que, inexplicablemente, no les acompaña la popularidad (Single, Hidrogenesse). No nos referimos a esa fama de saludar en la barra del bar tras tu concierto, que eso Teresa Iturrioz e Ibon Errazkin (el dúo donostiarra que forma Single) lo hacen mejor que nadie. Ver la cara de felicidad suprema de una muchacha manchega tras cumplir su sueño de hablar con la siempre divina Teresa transmitía más alegría que cualquier regalo de cumpleaños.

Lo mejor de este festival es que no existe esa sensación de “yo iría, pero solo me gustan dos cosas”. Lurrazpiko consigue, porque se la ha ido labrando a razón de dos citas musicales a la semana durante los últimos dos años, una confianza casi ciega en su oferta. Unos levitaron con las divertidas e irónicas composiciones de Hidrogenesse y otros compraron el abono para no perderse a raperos como El Coleta o C Tangana. El primero bordó el rap “quinqui”, con unas letras magníficas para retratar el pensamiento cultural y social. Lo de C Tangana es un pelotazo a la vista. Suave R&B bien hilvanado que pronto sonará hasta en los tonos predeterminados de los móviles.

La escena vasca estuvo muy bien representada. Los pamplonicas Kokoshca metieron a medio público en el escenario, algo que empieza a ser costumbre en el Lurrazpiko – el año pasado sucedió los mismo con la banda Discípulos De Dionisos-, en un set que fue de menos a más. También navarro, pero con un trueno cósmico, era Joseba Irazoki. El afable autor que cuando se calza una guitarra parece un endemoniado Mr Hyde presentaba nuevas canciones en las que vuelve a su época experimental, abandonando un poco las estructuras cuadradas y manidas.

Tampoco es malo basarse en esas cosas de estrofas y estribillos. Grupos como Les Grys Grys – y su potente rollo beat- o los tensos Betunizer lo cuadraron en esa embarrada categoría. Mención especial merece la banda Sauna Youth. Un auténtico terremoto sonoro que parecía provenir directamente de las bandas que había en el Berlin inmediatamente posterior a la caída del Telón de Acero. ¡Qué frescura!¡Qué potencia!¡Cuánta rabia!¡Que libertad compositiva! Frases exclamativas que Ayo Silver, la promotora de este certamen, ha hecho suyas. Como bien podremos seguir comprobando en las programaciones semanales. Ahora toca aplaudir muy fuerte por la edición del 2016, y saber que el año que viene será igual. O mejor.