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Mes: julio 2013

Jazzaldia: Crisol y sombra

El Náutico donostiarra se ha convertido en un exitoso sonoro espacio festivo del Jazzaldia. Situado en plena costa, y con muchos asientos naturales en los que apoyar las posaderas, a nada que el buen tiempo se instale sobre nuestras cabezas la zona se convierte en el arranque de la fiesta diaria. O en el espacio en el que relajarse mientras ves a la gente bañarse. Si no eres tú mismo el que decide pegarse un chapuzón para aligerar la modorra que dejan las noches largas

Durante estos días músicas modernas y antiguas, siempre con un enfoque bailarín y sofisticado, han sonado en el lugar a cargo de varios DJs preferentemente locales. El domingo los actos comenzaban con Teenage Caveman. Un joven guipuzcoano cuyo buen hacer mezclando le ha llevado a pinchar a festivales británicos especializados en músicas clásicas. Y como tal entenderemos el swing, el hillbilly, el rock de los 50, el soul primigenio y hasta el ska. De todo eso hubo en sus dos horas de propuesta, elegantemente cimbreada por buena parte de los presentes.

A continuación le llegó el turno a Ayo Silver DJs. Los promotores musicales donostiarras también mostraron tino en su selección de vinilos. Arrancaron continuistas respecto al señor Caveman, para más tarde abrazar sonidos más contemporáneos: Of Montreal, Growlers. Deerhunter, Ariel Pink. Y la cosa se puso moderna a rabiar con la sesión de Katza. Una suerte de música electrónica vanguardista impactante. Demostrando que la zona fue un crisol de sonidos. Casi siempre con el baile como destino final. De ello darán fe quienes asistieron en jornadas anteriores para disfrutar de Makala, Pablo Sanchez, Arka o los Gallinero All Stars.

La fiebre Jazzaldia se ha extendido también a otros espacios bareros cercanos. El Be Bop, por ejemplo, ha ofertado fuera del programa oficial una programación de conciertos y pinchadiscos. Los cubanos Havana Son o los cercanos Triz3ps se encargaron de la música ejecutada, mientras los discos fueron seleccionados por Javi Pez, Araña o el alavés Dj Putxero. El enfoque general ya lo imaginan quienes son habituales del garito: jazz latino de gran animosidad.

El último día actuante suele ser uno de los más populosos en los espacios gratuitos. La gente menos habitual suele dejarse caer por la zona del Kursaal para picar un poquito de aquí y de allá. Los asistentes pudieron disfrutar de las tonadas vascas de Iñaki Diéguez. El acordeonista irundarra, que giró con El Circo Del Sol, mezcló sonidos euskaldunas con aires más brasileños en un concierto dulce y bastante ensoñador. El resto de terrazas fueron esquivando las gotas nocturnas, permitiendo que Belceblues, Maldataskull o los aplaudidos Gregario De Luxe se encargaran de poner punto y final a esta exitosa sección festivalera.

Jazzaldia: Un baño de masas

La banda !!! puso a la playa a bailar con sus modernas composiciones de funk discotequero

Y el hombre cumplió su sentencia/amenaza. El cantante de la banda norteamericana !!! (chk chk chk), formación encargada de cerrar las actuaciones del espacio gratuito más relevante del Jazzaldia, había avisado al comienzo de su espectáculo que al acabar el mismo se iba a pegar un baño en el mar.

Claro que eso se suele hacer con cierta privacidad, de manera algo VIP, aprovechando tu condición de artista. Pero Nic Offer -que así se llama el cantor- tomó el camino más corto entre el tablado y el agua. Bajando por unos de los laterales del escenario, echó a correr hacia la orilla seguido por un foco y varias decenas de seguidores que no dudaron en imitarle. El bañador ya lo llevaba puesto, fue su ropaje principal durante toda la velada. Así que no hizo falta mucha preparación previa.

No era la primera vez que tomaba ese camino descendente. Offer casi se pasó más tiempo a ras de arena que sobre ella. Dando bastante trabajo a los chicos de seguridad, porque alguno de esos viajes se hizo más allá de la barrera del foso, adentrándose entre la muchedumbre y danzando con los presentes. Entre ellos, destacar al espectador de pantalones dorados que parecía compinchado con la banda, dado que llegó a subir al escenario y andar como Pedro por su casa.

El guindilla del micro tampoco paró quieto cuando le tocaba ocupar el lugar que le corresponde, al lado de sus socios musiqueros. Ni más tarde, cuando llegó el turno sacarse fotos en los bares de la ciudad. Chk Chk Chk eran la oferta festiva y bailarina que el Heineken Jazzaldia suele predisponer para el sábado a la noche como colofon de su espacio más populoso, un lugar en el que brillaron en su día formaciones como Cut Copy o Crystal Fighters. ¿Consiguieron los organizadores el objetivo previsto? Pues diremos que a medias. Hubo varios miles que utilizaron las admiraciones del nombre del grupo para expresar felicidad y otros cientos que las emplearon para mostrar su asombro (negativo).

Los mimbres estaban en teoría bien dispuestos: Ingredientes de soul y funk con un aire moderno y discotequero. Demasiado quizás, porque aunque buscaban el mismo fin bailarín, se alejaban del contagioso atractivo de las canciones clásicas para entregar secciones algo anodinas, o sin un gancho muy visible. No era como “La 2 en Blues band” que actuaba en una de las terrazas del Kursaal esa misma noche. Un ejercicio clásico de un estilo bastante férreo en sus compases habituales, bien agitado por la sección de viento, el órgano pegadizo y una voz principal con un dinamismo a prueba de bombas.

Tanto a ellos como al resto de socios de turno noctámbulo, el DJ Pablo Sánchez y la Seminal Jazz, les temblaron ligeramente las canillas cuando el ya habitual chaparrón de las once de la noche hizo acto de presencia en la ciudad. Afortunadamente, esta vez la visita también fue breve, sin llegar a refrescar ni rebajar la humedad reinante.

El pinchadiscos Sánchez ofreció en el escenario Coca Cola una buena sesión de música de club con aires latinos sobrevolando el ambiente y voces pregrabadas cantadas en inglés o africano. Su momento fue bastante cálido y armonioso, haciendo que la gente bailara sin mayores vergüenzas. El productor venezolano es un habitual de esta temporada donostiarra. Y suponemos que en el futuro le seguiremos viendo por nuestros garitos, dado que su mezcla de jazz, funk, afrobeat y electrónica fue bien gozosa.

Como también fue aplaudida la oferta de Seminal Jazz, quienes haciendo honor a su nombre ofrecieron elegantes pasajes de jazz clásico. Consiguieron reunir a un número creciente de espectadores con sus melodías propias y versiones de corte estándar. Hubo muchos brincos y paseos por las partituras, con sus correspondiente ovaciones, en lo que fue el estreno de la banda en el Heineken Jazzaldia

Y tras el correspondiente descanso, el certamen arrancaba su jornada final dominguera con un paseo DJ por el atractivo escenario situado en la zona del Naútico. Allí el guipuzcoano Teenage Caveman ofreció sonrientes pasajes de swing y músicas de similar animosidad, mientras los inquietos donostiarras Ayo Silver llenaban el elegante recinto de sonidos pop y rock de mayor actualidad.

La zona de Zurriola siguió mostrando actividades hasta bien entrada la tarde. Gregario de Luxe, La Prima Janis, Iñaki Diéguez o el pop jazzero de Youn Sun Nah Quartet fueron algunas de las propuestas que completaban la lista de actuaciones de un festival que volverá a mostrar un balance general más que positivo.

Jazzaldia: Paz, amor y sirimiri

La fantástica actuación de Elvis Costello y The Imposters cerró una jornada que consiguió esquivar la lluvia
 
“Y Costello, el rey de la América”, le cantaban como homenaje los chicos de The Pogues en su archifamoso tema “Fiesta”. Y mucho de eso hubo en la actuación del segundo Elvis más famoso de la historia. Un hombre que ha conseguido ser una etiqueta propia en las tiendas de discos (que aún quedan abiertas), consiguiendo tocar mil y un palos musicales en unas creaciones que solo podían venir con su firma. Pero cada cosa a su tiempo, porque hubo bastantes cosas interesantes en la zona gratuita delJazzaldia. Por ejemplo, la actuación de Belako.

Los de Mungia no se arrugaron ante la apuesta ni frente los 4500 espectadores presentes. Son el hype del momento, la primera banda vasca que tocaba en el Escenario Heineken en un horario tan relevante. Quizás ese honor le tuvo que haber correspondido en su día a Delorean, pero de hipótesis no viven los festivales.

Belako ofrece una insultante y contagiosa energía juvenil, lo que les hace construir canciones muy diversas. Dos chicas y dos chicos que le pegan al rollo new wave, con momentos bastante punks cuando ellas tomaban el micro y un final de concierto muy discotequero que apunta al futuro con mucha esperanza.
Sin abandonar los aciertos locales, guiamos nuestros pasos al Escenario Único/ Coca Cola. Allá se plantaron los pinchadiscos y voceras hiphoperos del Gallinero All Stars.en lo que fue su tercera actuación del cartel, dado que a la tarde habían realizado dos pases en la zona del Naútico. No les se notó el exceso de actividad

Como suele ser normal en este tipo de eventos, la función comenzó con una sesión de música pinchada para caldear el ambiente y animar a un personal que, dada su juventud, pasó de sentarse en las sillas allá plantadas y corrió a apelotonarse en la primera fila.

Los sonidos derrocharon estilo, abandonando el habitual ritmo machacón del rap norteamericano para abrazar una finura más afrancesada (por definirlo de alguna manera, no me peguen los puristas), potenciando el lado danzarín y clásico en este estilo, Sonaron tonadas de aires neoyorquinos noventeros o basadas en el digitalismo de finales de los setenta. Ese estilo que ahora vuelve con fuerza gracias a la recuperación de la obra de Giorgio Moroder.

Y tras la atractiva introducción llegó la hora de la no menos chula sección rapeada. Afortunadamente alejados del machismo USA en estas lides, el par de raperos donostiarras ofreció mucho arte en los fraseos y gran ingenio en las canciones, demostrando muchas tablas hasta cuando tenían pequeños errores a la hora de lanzar sus grabaciones. Los presentes aplaudieron su versión-homenaje del Stayin Alive de los Bee Gees, retitulada “Sobreviviré”

Y quién también parecía sobrevivir era el zarauztarra Makala, muy presente en la plancha de eventos del jueves. Nosotros le cazamos con banda, antes de su momento DJ en la zona del puerto. La Makala Jazz Funk Band sonó vibrante y abrasiva en la mejor de las acepciones de la palabra. El autor guipuzcoano decidió alejarse del micro durante buena parte el concierto, ofreciendo el cuarteto ejecutante una contagiosa sucesión de pegadizas melodías que a veces se relajaban con acierto. Como acertada fue la aportación de Ohian Lopetegi, la voz femenina que subió al escenario.

No Güeif Quartet cerraba la oferta llena de gente nacida por nuestras tierras, El cuarteto de Musikene defendió las músicas contemporáneas que dan nombre al festival, Mostraron maestría y aires refrescantes como los del patrocinador que daba nombre a su tablado, el Escenario Frigo. Un momento distendido perfecto antes de atacar el torbellino de la noche, Mr Elvis Costello y sus Imposters. Una pena que no nos visitara con su Spinning Wheel Tour, la gira en la que los espectadores y el azar determinan las canciones a interpretar. Pero entendemos los rigores horarios y masivos de un festival tan popular.

Sin la masificación inaugural de la actuación de Jamie Cullum, pero con una asistencia más que importante, cifrada por los promotores en unas diez mil personas, el británico tuvo un arranque imparable. Sin apenas relajo fueron sonando “I can’t stand up”, “High fidelity”, “Radio radio” o la sensacional “American gangster time”, mientras el publico miraba el sirimiri que se colaba en las imágenes que emitía la pantalla gigante del escenario Heineken.

Los espectadores, con un ojo puesto en la actuación y otro en la parranda, rezaban para que las cuatro gotas ocasionales no afectaran al magnífico espectáculo de electricidad ejecutante y emocional que estaban viendo. Cualquiera diría que a Costello (y a sus socios, que comparten quinta de mili) le quedan meses para cumplir los sesenta años.

La lista de canciones se tranquilizó en su zona media, sección en la que destacaremos las interpretaciones de “Shipbuilding” y la eterna “She”. La primera fue el detallazo del festival. Con la sola compañía de un piano, el autor dedicó la composición a todas las víctimas del accidente ferroviario de Santiago de Compostela ocurrido la víspera. Chapeau, Elvis.

Y tras el paseo relativamente más calmado y la dedicatoria a su esposa Diana Krall, quien el domingo actúa en nuestro festival, llegó la tempestad final. “Red Shoes”, el homenaje a Prince y su magnífico “Purple Rain” y la ejecución de “Peace, Love and Understanding”, obra de otro elegante gafapasta, Nick Lowe. Un broche final perfecto para noventa minutos de genialidad creativa. Y las nubes nos dieron un respiro. Esperamos que la bonanza climática se mantenga el resto de días festivaleros.

Jazzaldia: Que se pare el mundo

Los escoceses Belle And Sebastian ofrecieron una actuación brillante y memorable como broche final del viernes

Qué felicidad. Pura alegría. Si esto fuera un texto de móvil aquí iría un icono risueño a más no poder. Ojala me vieran mientras escribo estas líneas, con los ojos achinados de tanto sonreír. Porque el de Belle And Sebastian es probablemente el concierto más dichoso y completo (hablamos de pop) que jamás haya programado nuestro Heineken Jazzaldia. Quizás pudiera competir con aquella monada de Kings Of Convenience, pero eran otros atardeceres, otros amores, otras ensoñaciones.

Los escoceses lo bordaron, regalando sonrisas a todos los presentes. Quien abandonara la playa la noche del viernes sin una mueca radiante ya puede ir comprando un disfraz de hombre de hojalata para los próximos carnavales. Porque Elvis Costello tendrá estilazo (viejuno), pero B&S tienen un júbilo innato tremendamente contagioso.

A formación completa, con una sección de cuerda y más de diez músicos en escena, los de Glasgow ofrecieron una lista de canciones ideal para el momento festivo. Recuperaron los dos singles de su último disco, las geniales “I want the world to stop” y “I didn´t see it coming”. Mimaron a sus fans con temas como “Le pastie de la bourgeoisie” y los recuerdos de su mejor y más redondo álbum, “If you´re feeling sinister” (“Judy and the dream of horses” y su recuerdo a las víctimas del accidente de tren de Galicia, el título que da nombre al disco o “Get me away from here, I’m dying”). Con pelotazos sesenteros como “Legal man” y bastantes temas del no muy reconocido disco “Life Pursuit”. Sin olvidar las influencias del northern soul y Thin Lizzy (“I’m a cuckoo”, entonada con una chaqueta de cuadros escoceses).

Y ese cantar delicioso y cercano de Stuart Murdoch, el compositor principal de las banda. Un tipo que no duda en bajar a cantar donde el público o invitar a la gente a subir al escenario para bailar “The boy with the arab strap”. Todo sumaba para ir de salto en salto, tarareando con educación y sin molestar al compañero de playa, en una sucesión de melodías dispuestas de manera perfecta para satisfacer a seguidores y recién llegados. Un momento ideal para enamorarse, o pedir la mano de alguien entre brinco y brinco. Y recordarlo y contarlo siempre con una cara feliz.

No olvidamos los momentos previos, azuzados por el clima que hizo suspender el concierto de Nothing Places. La banda madrileña pululaba realmente triste por la zona VIP del festival. Espacio en que tuvo a bien tocar para invitados y gente de prensa cinco canciones en formato reducido, con guitarra y batería, inaugurando un “jazz club” que esperamos se repita en otras ocasiones.

Con un cantar cercano al Jero Romero de los Sunday Drivers y unas composiciones más atormentadas en sonido y letras, el joven Emilio Saiz (hijo del gran Suso Saiz) deleitó a los presentes, haciendo que olvidaran por un momento los canapés y las bebidas gratuitas. Y eso, créanme, es algo realmente milagroso.

Ya en las terrazas hubo espacio para el jazz. Entre paraguas y chubasqueros y con cierto retraso, tras las dudas organizativas. El agua, y sobre todo el viento, dejó en el aire varias actuaciones que finalmente se llevaron a cabo. De todas ellas la más bonita y emotiva fue la de Paúl San Martín. El músico donostiarra ofreció un concierto sublime al piano. Ya sé que eso suena a tostón virtuoso. Pero nada más lejos de la realidad. Porque Paul hace que el blues (su disco en solitario tira por ese camino) suene hasta atractivo. Con esa tímida simpatía que maneja, recordando a Ray Charles o haciendo instrumentales amorosas realmente bonitas.

Borja Arias Trio hizo las delicias de los amantes del jazz clásico, ofreciendo estandars de Broadway y composiciones propias de gran calidad artística. Y Eladio Díaz & Natanael Ramos Quintet demostraron un arte en el soplido realmente brillante, con aplausos para el pianista y sus paseos y mucho brío en las melodías. Y así, entre unos y otros (escoceses), la noche fue perfecta. Calándonos solo de felicidad.

Jazzaldia: Bellos en San Sebastián

Belle & Sebastian La elegante banda escocesa acercará a la playa su pop de alta escuela.
 
Hay enfermedades que dejan unos efectos secundarios bastante creativos. Sin llegar al extremo de Daniel Johnston, claro está. Stuart Murdoch, cantante y principal compositor de la banda escocesa Belle And Sebastian que hoy nos visita, tuvo que pasarse buena parte de su juventud reposando en su habitación por culpa de la fatiga crónica. En dicha estancia, y haciendo grande la etiqueta de “pop de habitación”, creó las canciones del magnifico disco “if you´re feeling sinister”

Guiadas por una voz dulce, tersa y cercana, con unas líricas que le acercaban a los Smiths, una capacidad de emocionar similar a mostrada por Nick Drake y unos sonidos folk británicos que B&S ayudo a recuperar, aquellas diez canciones fueron un lanzamiento directo a los corazones poperos más afectados.

El álbum tuvo gran repercusión: La prestigiosa editorial musical 33 1/3 publicó un volumen dedicado al mismo (pocas bandas actuales contaban con ese honor en aquel momento), remarcando lo que supuso a nivel de comunicación con los fans. Un aspecto que la banda siempre ha tenido muy en cuenta. No hay más que pasarse por la web oficial, con ese mapa geolocalizador de seguidores que seguro sufre un repunte guipuzcoano tras la actuación de hoy, Más recientemente, la todopoderosa web Pitchfork ha editado un vídeo alrededor de tal magna obra. Diecisiete años después de su publicación, aquel sentimiento “siniestro” sigue calando entre la gente.

Tras el pequeño pelotazo la vida siguió con algunos cambios. Stuart comenzó a trabajar en proyectos paralelos tan distinguidos como “God Help de Girl”, abriendo la libreta compositiva a las firmas de otros socios de su formación.

El pop intimo y ensoñador comenzó a tomar un cariz más brillante en lo sonoro, acercándose al gran público sin olvidar sus orígenes. La banda fue aparcando sus vergüenzas y dejando que las melodías fueran creciendo en el estudio de grabación, acercándoles primero al lado popero de Thin Lizzy para, ya en la actualidad, defender las virtudes animosas del Northern Soul.

Belle and Sebastian se han convertido en una elegante banda de pop a la que nunca le faltan las melodías redondas. El último caso: la canción “I want the world to stop”, presente en el último de sus discos, el octavo de su carrera. Un trabajo que pronto tendrá continuación con “The Third Eye Center”, otro guiño a sus seguidores, una recopilación de canciones publicadas en singles a la que les añadirán remezclas a cargo de otros autores.

La playa de Zurriola se engalanará esta noche para disfrutar de las radiantes composiciones de uno de los últimos grandes ejemplos de la vibrante escena musical escocesa en lo que será, si el clima lo permite, una de las citas más recordadas de este Jazzaldia.

Jazzaldia: la gran parranda final

La Shibusa Shirazu Orchestra volvió a ofrecer un espectáculo sorprendente en el cierre de la populosa jornada inaugural

Tras la terrible explosión vitalista de Jamie Cullum, quien quiso mantener vivo su interés musical y festivo se encontró con una oferta experimental en las terrazas del Kursaal, llenas de músicas de marcado carácter juguetón. Porque el Jazzaldia no se durmió en los laureles del posible aplauso fácil, y presentó en sus tablados gente con gusto por el riesgo.

Nuestro paseo arrancó por la zona más coqueta de las terrazas, en el llamado Escenario Coca Cola Light. Aunque sus melodías vivieron libres de cualquier régimen. El Ola Kvernberg Trio, capitaneado por el autor que da nombre a la formación, mezcló detalles electrónicos con una gran e impetuosa amalgama sonora.

Batería, violín y contrabajo acercaron las músicas escandinavas más abiertas, sonando siempre interesantes y con un batería excelente al que le sobraba tiempo para toquetear sus diversos aparatos digitales mientras seguía sacando a pasear sus baquetas. El siempre sabio pueblo presente, en forma de jovenzuelo algo achispado, tuvo a bien soltar un “Ola Ke Ase” al final de una de sus composiciones. La cosa quedó en broma acertada y divertido juego de palabras, porque la ejecución se ganó con todo merecimiento los aplausos recibidos.

En el Escenario Heineken la fiesta sonora fue un paso más lejos, con la mezcla de continentes presentada por Reijseger/Fraanje/Sylla. Acertadamente definidos en su biografía oficial como “dos holandeses y un senegalés forman este trío que no tiene nada parecido en el mundo”, Ernst Reijseger ofrecía con su violoncelo pulsiones cercanas a la música clásica.

Harmen Fraanje defendía el aire más jazzero con sus teclas de piano, tomando a veces el micro para cantar algunos pasajes. Hasta aquí todo correcto, bastante normalito,¿no? Mola Sylla (voz, m’bira, xalam, kongoma) era el que aportaba el carácter marciano, perdón, africano, a la mezcla final.

El senegalés, encargado de los instrumentos de percusión en la banda, bajaba donde el público a pasear su cinturón de cascabeles, o gritaba lejos del micro cantos salidos directamente desde la madre tierra. La mezcla puede tener todas las etiquetas que gusten, pero ninguna de ellas muy manida o habitual.

En el espacio Frigo se presentó el Robert Glasper Experiment, quienes haciendo honor al apellido de la banda interpretaron distintos acercamientos a la música de raíces negras. El señor Glaser es un reputado músico norteamericano que ha colaborado con luminarias del hip hop como Jay-Z y el enorme (en ego y creatividad) Kanye West. Y su último disco, Black Radio, ha obtenido el Grammy al Mejor Álbum de R&B en la edición del 2013.

A nuestra ciudad el señor Glaser y los suyos se trajeron sus ensoñaciones más libres. Con una guitarra-teclado que comandaba visualmente la escena, amagaban pero no acababan de pegar en sus composiciones soul, funk o de blues rítmico. Quizás es que los presentes tenían ganas de jarana y no se acababan de lanzar a estas propuestas poco concretas. Hubo mucha zona instrumental, voces filtradas con efectos, algún momento que evocó los aciertos de Daft Punk o Isaac Hayes y fusiones bastante bien hilvanadas.

La gran fiesta final

Y llegó el cierre perfecto, la gran parranda final, la locura actuante más enérgica. Shibusa Shirazu Orchestra la volvió a armar en el mismo emplazamiento en el que hace dos años nos dejaron con la boca abierta.

Imposible abordar lo visto desde un punto de vista estríctamente musical, aunque sean unos músicos de tomo y lomo. Para ir a juego con el resultado final, había dos guitarristas que podían provenir de alguna banda de heavy metal, una sección de metales que se desmelenaba en las partes más ska y Kusturika de las canciones y un director de orquesta que siguió manteniendo ese aire de “yo pasaba por aquí y son gente maja”.

No se vayan todavía, que aún hay más. A la vera del presunto jefe de escena un pintor trazando en directo, una Carmen Miranda subida a una escalera tocando dos plátanos de plástico, varios bailarines tradicionales campando a sus anchas, una especie de presentador-gritador digno de “Humor Amarillo”, una dama vestida de novia y una Marilyn Monroe que más que ir sincopada provocaba el síncope de los espectadores. Las imágenes de la pantalla principal ofrecían sus viajes por Europa en el bus de gira incluyendo su entrada a nuestra Donostia, y montajes de uno de ellos corriendo por distintas partes del mundo.

El único cambio visible respecto a su anterior visita (si quieren les pongo los títulos de las canciones, pero no creo que valga de mucho en este caso) es que el dragón gigante que antes salía para sobrevolar nuestras cabezas en las preciosas canciones pausadas interpretadas fue en esta ocasión una medusa algo más coqueta y de extensiones brillantes y plateadas.

Los 8000 asistentes vibraron con la intensidad mostrada, sin apenas momento para el relajo en su primera hora. Una suerte de improvisación constante y desvergonzada. Todo tremendamente contagioso y vibrante, que se abrió y cerró con una melodía muy pegadiza que todo el mundo tarareó en su vuelta a casa.