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Mes: octubre 2006

Losdelgás: Bombonas rock

Estreno largo de la super-formación de cachondos que conforman “Losdelgás”. El CD aparece con el aclaratorio nombre de “Elcedé” y tiene más dueños que un juguete en una guardería: “Lo hemos producido nosotros, la editorial es Warner, el sello es Zero records (casa de Skunk DF, entre otros) y lo distribuye El Diablo. ¿Alguien da más?”.

Quien así opina es Luis Mº Moreno “Pirata”, compositor, voz, teclado, guitarra acústica, vientos y armónica (y más porque no le dejaron) de esta banda con afamados butaneros: los músicos Ritxi Salaberria, Javi Área, Sergio Callejo, Xanet Arocena y el actor Gorka Aginagalde.

Sus músicas son preferentemente rockeras, con aires que van desde Barricada (quienes colaboran activamente en este trabajo) a Burning, Marea y las sacudidas punk-rock. “Es la música que nos apetece hacer ahora. No descartamos cambiar hacia cualquier estilo en el futuro, ya que hemos currado para otra gente haciendo desde clásico hasta salsa o jazz“.

Lo que sigue quedando claro es que la sonrisa de la cara de estos creadores no desaparece jamás. No hay mas que ver el pollo que Losdelgás montan en sus conciertos, con un show que une teatro, circo y música. ” Nos intentamos reír hasta de nuestra sombra, porque la risa es lo único que no nos pueden quitar. Y al que no le guste que mire hacia otro lado”.

No seré yo quien aparte la mirada ante hilarantes y llanas explicaciones como las cantadas en “Quiero ser famoso”, “Si fuese picolo” y el explicitó “Amortiza tu esfínter”. “Nos inspiramos en lo que vemos alrededor. Antes se era famoso por ser músico, pintor o torero. Ahora la gente está dispuesta a hacer lo que sea con tal de salir en la tele, o acostarse con cualquiera para forrarse. Nosotros también queremos forrarnos, pero por lo menos haciendo música.“

Haciéndola, y presentándola, porque la agenda de conciertos ya ha echado a andar. Están hoy en Bilbo y mañana en el Heineken Central Park de Donostia. “El fin de semana que viene hacemos Gasteiz e Iruña. Y todos gratis, así que no hay excusa para no ir. A finales de mes, el 28, estaremos en Pasaia. Y el 18 de noviembre en Azkoitia, nada más y nada menos que con Los Ilegales”. Todo esto y mucho más, como el primer videoclip del grupo, en www.myspace.com/losdelgas

Donostikluba: La fiesta de la canción ajena

Lugar: Sala Gazteszena (Donostia). Fecha: 7-Octubre-2006. Asistencia: unas 500 personas.

El Festival Donostikluba echaba la persiana en la donostiarra sala Gazteszena. Y lo hacía con el programa habitual de “fiebre del sábado noche”: conciertos y sesiones de DJ para los asistentes que abarrotaban el local con ansias bailarinas.

La fiesta arrancó con la actuación de los barceloneses Anorak, que venían a presentar su segundo CD, un disco en el que homenajean a sus grupos favoritos. Y claro, resulta extraño ver un concierto en el que abundan las versiones sin que haya un novio, una novia y una tarta en el lugar.

Afortunadamente, los catalanes supieron llevar a su terreno de guitarras, teclados y bases pregrabadas las canciones ajenas que más les chiflan. A nosotros nos gustaron sobremanera el eterno “Transmission” de Joy Division, ese “Outdoor Miner” de Wire y un sorprendente “Then” de The Charlatans.

También Gecko Turner, que actuaba a continuación, ofreció sus respetos al “Waiting for my man” de la Velvet Underground cuando su ecléctica actuación tocaba a su fin. Acompañado de los siete músicos de la Afrobeatnik Orquestra, el músico extremeño (o “afromeño”, como el propio autor afirma en su web) desgranó su CD “Chandalismo Ilustrado”, un trabajo de folklore universal que no le pone puertas al campo.

Con un corazón soul, unas piernas funk y el sentimiento blues, se bailó la samba y nos humeamos de reggae. Gecko ofreció también músicas cálidas de raíz africana y entonación castellana que rápidamente calaron entre el público danzarín.

Tras él llegó Andy Smith, uno de los platos fuertes del DonostiKluba. El DJ oficial de las giras del grupo Portishead ofreció una sesión protagonizada por sonidos hip-hop, ska, funk y soul. Hubo mucho tema reconocible y coreado, mientras todos alucinábamos con lo que ha hecho famoso a este autor británico: el “maltrato” a los vinilos.

La noche se cerraba con DJ Floro. Gazteszena se había convertido en una discoteca. Pero el cansancio empezaba a hacer mella en nosotros. Llevábamos medio día de pie viendo actos del Donostikluba, y el pinchadiscos tenía un menú de afrobeat y latinismos tribales electrónicos poco apto para nuestros juanetes. La sala no opinó como nosotros, y allá les dejamos, entregándose a la potencia del artista afincado en Madrid.

Donostikluba: Repoker de música

La noche del viernes y la tarde del sábado volvimos encantados a dar con nuestros huesos en el DonostiKluba, el Festival de Música Electrónica y de Club de Donostia. Una sesión doble que tuvo jazz-rock y personajes inolvidables por la noche. Y jugosa ración de actuantes locales la tarde del sábado.

Y si estuviéramos en una mano de poker, habríamos conseguido hacer saltar la banca. Porque es impresionante la cantidad de «J»’s que nos vinieron de mano a la hora de ir detallando nuestro paseo musical.

En el primero de los actos del viernes noche, celebrado en la sala Gazteszena de Donostia, nos encontramos las cuatro primeras jotas de nuestro paseo. Las de Jaume L. Pantaleón, Jens Neumaier, José Roselló y Javier García, los
integrantes de la banda 12Twelve. Una quinta jota, estilística, podría acompañar los nuevos caminos musicales del cuarteto catalán: La «J» del Jazz. Un concepto que estos antiguos amantes de las espirales de sonido, las norias de guitarrazos y las variaciones de potencia que les emparentaba con Mogwai y el post-rock han buscado introducir en sus canciones.

Sus últimas composiciones, que aparecieron este mismo año bajo el nombre de L’univers, manejan formas más jazzeras, sobre todo a la hora de construir bucles de batería y bajo sobre el que posan las guitarras, el teclado y el saxofón. La fórmula es original, caminando entre dos aguas y escorándose con gusto hacia las maneras peliculeras de Lalo Schifrin.

Tras 12twelve, llegó la sorpresa de la noche en forma de «J»: Jake The Rapper, el tío más original que hemos visto sobre un escenario en mucho tiempo. Orondo, barbudo y con un tatuaje que le cruzaba media barriga, esta versión rolliza de Ewan McGregor salió con la sola compañía de un ordenador portátil y un micrófono para dejar boquiabierto al personal.

Las complicaciones vienen a la hora de trasladarles las razones que generaban nuestra sorpresa y alegría, porque Jake The Rapper tenía múltiples personalidades actuantes. A veces rapeaba sobre bases de hip-hop, otras era una especie de Kylie Minogue con pelos en el pectoral, o jugaba a ser un crooner tipo Frank Sinatra despachando su elegancia sobre relajados sonidos. En una canción llegó a hacer dos voces, al estilo de Caperucita y el lobo. Y en cuanto tenía ocasión, Jake abandonaba el escenario para transmitir su buen rollo a pie de público.

Tras el, la noche adapto la «J» de DJ, con las sesiones pinchadas de Frank D’arpino y Bob Bobsen, los dueños del sello discográfico alemán Combination Records. Al primero lo vimos muy dulce y ambiental, mientras el segundo consiguió llenar de sonidos discotequeros la sala Gastzeszena hasta el cierre

Donostikluba: Los otros sonidos de la ciudad

La noche del jueves tuve un sueño. Soñé que Donostia era una ciudad cultural e inquieta. Como Berlín, Nueva York, Paris o la propia capital guipuzcoana hace unos años. O hace unos meses, cuando uno se dejaba caer entre semana por el festival que llena de música la playa. Acercándose a propuestas musicales que jamás había escuchado y que, puestas ante el morro, despertaban su curiosidad.

Entre nebulosas veía una urbe que sabía (y quería) disfrutar de la posibilidad de los actos pequeños aunque fuera a costa de dormir 5 horas, buscando sonidos alejados del tormento repetitivo diario. Ese que luego ven repicado, “quién lo iba a decir”, en los bares de turno. Unos ciudadanos que los días de labor conseguían desengancharse del “mono” de la tele y se ponían otro mono, el del viajero cultural que gusta de buscar y a veces encuentra. Lo dicho, un sueño.

En mis paseos con Morfeo llegaba a una sala Gazteszena en el que cientos de asistentes (y no los 150 que al final fueron) se acercaban a la sesión triple que el festival musical DonostiKluba presentaba. Una oferta variada que la noche del pasado jueves juntaba voces folk, guitarrazos punk y mucha base electrónica.

Mi sueño se apoyaba en músicas poco conocidas pero reales. Como la de Ainara Legardón, una compositora (palabra en desuso) emocionante y vibrante como pocas. La creadora vizcaína ofreció el jueves un recital sensacional, en el que su personal voz viajaba sobre los arpegios de su guitarrón eléctrico.

Con toques folk norteamericanos y arrebatos eléctricos a lo Neil Young, era en los paseos suaves cuando la dama de timbres apasionados y cercanos hipnotizaba a los asistentes, quienes inexplicablemente estaban en silencio, observando “Madre e hija” (la película melancólica que se proyectaba en la pantalla del fondo

Y tras la calma, empezaba la tempestad con los catalanes Spunkfool, con CD producido por David Kano (Cycle). Se notaban mucho las maneras de su padrino, aunque los barceloneses sonaban a banda real, no a pantomima sobre el escenario.

Era precisamente cuando abandonaban el férreo patrón y tiraban hacia el tecno-pop cuando más se disfrutaba de Spunkfool, como en su arrebatadora versión del “Rape me” de Nirvana sobre el fondo del “Living On Video” del grupo  Trans x.

La noche la cerraba el cuarteto Virüs: Dos chicas que guitarrean en Las Perras del Infierno se unían a un batería donostiarra y un auténtico fan de Ian Curtis (cantante de Joy Division) a las voces para actualizar los mensajes melódicos que la Movida madrileña dejó en nuestra cultura.

Con letras herederas de la oscuridad futurista de Aviador Dro, la puesta en escena y actitud eran arrebatadoras. Su música navegaba descarada y potente entre el rock, el punk de Parálisis Permanente y la electrónica.

Y después me desperté, justo a tiempo de llegar a la Casa de Cultura de Okendo (Donostia) para ver las actuaciones de los grupos seleccionados en el CD Donostia Elektronikoa.

La tarde arrancaba con el “enfant terrible” donostiarra, Patxi Piperra, que exorcizó sus demonios religiosos sobre ruidos de modem y colchones de elevado volumen, haciéndo electrónicos los conceptos de los punkis de Eskorbuto.

Tras él llegó Kul, que llevó la electrónica hasta la languidez del pop de su habitación forrada de posters de los Cure. Su tema “Human Cannot Fly” nos puso los pelos de punta, con sus imágenes de impacto y su crítica a las voces populares.

Pero la revelación de la noche llegó con el dúo Fairlight y su extraordinaria actuación. Potentes como Orbital, oscuros y chulapos como Stone Roses, lánguidos como Depeche Mode. Se llevaron la ovación de la tarde. Una tarde que se cerró con el funk-soul de digitalismos europeos de los chicos de Duotono.

Recuerden que esta tarde tienen la segunda de las sesiones de estos grupos primerizos, en la Casa de Cultura de Okendo. Si quieren pueden ir. O sino, prepararse unas palomitas con la TV movie de turno.

Anorak: «Synthetic pop covers from the european space agency»

Anorak
«Synthetic pop covers from the European Space Agency»
Rhonda Records

Desde Barcelona, con amor (cooltrónico). Anorak reinterpreta sus canciones ajenas favoritas en su segundo trabajo.

Hay tonadas clásicas (Joy Division) y otras bandas digitalmente menos homenajeadas: Spacemen 3, Wire, Los Bravos, Buzzcocks, Dennis Wilson, los Ramones. Lo presentan este fin de semana en el DonostiKluba de Donostia.

Zinemaldia: Un elegante adiós

Nuestro festival de cine despidió a sus invitados en el Palacio Miramar con una exquisita cena a la que acompañó el buen tiempo.

La fiesta oficial que clausura el Zinemaldia volvía a dar con sus vasos y platos en el Palacio Miramar tras varios años de ausencia. Un emplazamiento idílico para que propios y extraños, actores y acreditados, premiados o injustamente olvidados, abandonaran nuestra ciudad y su “marco incomparable” con un buen sabor de boca.

Y para buen sabor de boca, el que nos quedó con el brillante servicio de catering dispuesto por la organización. Manjares exquisitos, presentados de maneras originales y regados con caldos de baja graduación. Un servicio en el que destacaban las “chicas pintxo”, ataviadas como los antiguos vendedores de periódicos, con un cartón adelante y atrás de los que brotaban unas brochetas.

Por no hablar del insólito puesto de frutas, con cajas apiladas como en la tienda de su barrio. Por el reino de las manzanas y las peras pasaron Valerie Faris y su marido Jonathan Deyton, con esas pintas de moderno cantautor folk norteamericano.

Picoteando por las distintas salas del interior a los sones pinchados por el distinguido DJ David Navascués nos topamos con Pedro Erquicia, Assunta Serna y Sancho Gracia. A Gracia le veríamos más tarde haciendo barricada social con Antonio Gasset en una de las mesas del exterior.

Manu Narváez conversaba con algunos actores vascos mientras nuestro alcalde Odon Elorza, a quien no le dolían prendas a la hora de sentarse en unas escaleras del patio, charlaba con su mujer. La figura de Xavier Elorriaga, quien parece elegantemente anclado en los canosos 50, se diluía entre las torres que conformaban su círculo de amigos.

Las paredes nos contaban que los premiados en la Gala estaban cenando en las estancias superiores del palacio del Antiguo. Los ladrillos a veces mienten, porque pronto vimos al director Martial Fougeron entre los asistentes. A su vera caminaba la pequeña figura del actor Victor Sevaux. El chaval no paraba de disparar el flash de su cámara durante su breve estancia en el lugar.

El otro ganador de la noche, el iraní Bahman Ghobadi, también posaba sonriente ante cualquier retratista que se le acercara. En todas las fotos tomadas en ese momento, con la isla Santa Clara de fondo, aparecerán los bigotes de Ismail Ghaffari, inseparable compañero de tapeo del ganador de una de las Conchas de Oro de la edición del 2006. El director de fotografía Nigel Block estaba fuera de servicio, por lo que dejaba que los amateurs que buscaban guardar una imagen del galardonado director camparan a sus anchas entre encuadres e iluminaciones variables.

Siguiendo con la ruta de los premiados, el equipo de “Singapore Dreaming” brindaba con refrescos el galardón que había recibido su película. A su vera, Juan Diego repartía sonrisas entre los actores patrios con los que conversaba.

La noche era calurosa, lo que invitaba a pasear por los jardines. Parterres en los que los amantes del tabaco aspirado hacían de las suyas. En la caminata nos topamos con la bella actriz mexicana Martha Higareda y el francés Eric Savin, mientras Hector Alterio celebraba su acierto en la entrega de premios del Zinemaldia refrescándose el gaznate en una de las esquinas del parque. Ninguno de ellos defendía las bondades del humo.

Entre cócteles de cava y helados repartidos por camareros ataviados con ropajes venecianos fuimos despidiendo la noche y el Zinemaldia. Algunos tiraron para la fiesta que se organizaba “fuera de concurso” en Tabacalera. Otros, los más, bajaron la cuesta y se perdieron entre el gentío que poblaba las discotecas playeras.

Al Festival le tocó el turno de cerrar la persiana de sus actividades ociosas nocturnas. Y faltaríamos a la verdad si no dijéramos que la reunión social de Clausura fue una maravilla a la que acompañaron el buen tiempo, los alimentos y el emplazamiento.

Zinemaldia: ¿Hay glamour nocturno?

La gran pregunta que año tras año planea sobre el Zinemaldia también tiene su versión noctámbula. ¿Tiene glamour la noche donostiarra durante esta semana de cine? A falta de que la organización oficialice el medidor de “glamourosidades” (una fórmula que antes era “artistas reconocibles / días del Zinemaldia” y que ahora parece ser otra cosa), tiraremos del Diccionario de la Real Academia de la Lengua para hacer nuestro análisis.

La R.A.E. dice que el glamour es “el encanto sensual que fascina”. Y la capital guipuzcoana ya tiene bastante encanto propio. Los donostiarras siempre fuimos muy emperifollados, así que partimos de una buena base. Lo dicen los lugareños. Lo dicen los foráneos. Unos extranjeros que se dejan ver mucho por el día y poco por la noche.

Dillon y Jarsmuch sí que dieron el do de pecho. Oliver Stone y Max Von Sydow quizás sean algo mayores para tirarse al cubata trasnochador. Y de David Hasselhoff, mal que les pese a algunos, no tuvimos noticias en esos momentos en los que todos los gatos son pardos.

Los figurines patrios, actuantes o acreditados, siempre dejan bien alto el pabellón, ya sea en la presentación buhonera de su película o en cualquier sarao oficial, oficioso, presunto o animoso que se monte.

Se dice, se cuenta, que hace unos años esto era una fiesta continua. Que el número de celebraciones ha ido menguando. No es ese el mayor problema. El mayor inconveniente nocturno es que, con o sin Zinemaldia, el “homo donostiarrus” sigue varándose en casa los días laborables. Haga la prueba hoy mismo, saliendo más allá de las campanadas de Cenicienta. La noche será, con toda probabilidad, su única compañera.

Zinemaldia: Y Dillon cogió su botellín

La semana de noches activas y parranderas de nuestro Zinemaldia fue tocando a su fin con la celebración de la fiesta de Gehitu el pasado viernes. Un acto que contó con la presencia, de aquella manera, de Matt Dillon, Sara Driver y Jim Jarmusch.

Aviso a navegantes. Sabido es que Gehitu es la Asociación de Gays, Lesbianas, Transexuales y Bisexuales del País Vasco. Tan sabido como que la agrupación coordinada por Koldobike Mújika y Sergio Iñiguez organiza todos los años una fiesta en la semana de nuestro festival de cine.

Pero no ataquen estas líneas con ánimos de patio de manzana, buscando nombres de políticos, famosos, conocidos o vecinos entre los asistentes. Bastante nos cuesta a nosotros cambiar de ropa de verano a invierno en nuestro propio armario como para ir diciendo a los demás lo que deben hacer con el suyo.

Este año el evento Gehitu se celebró en la discoteca Bataplán, muy cerquita de su sede central de la calle Arrasate. Y hasta el Bata nos acercamos puntuales, a eso de las 12 de la noche. La fiesta llevaba retraso, así que pospusimos una hora nuestra entrada.

A nuestro regreso, cinco bellas “poxpolinas” sujetaban sus arcos multicolores dándonos la bienvenida. Cinco bailarines (si, el género está bien puesto) con atuendos vascos que más tarde bailotearían sobre las estancias elevadas de la discoteca con usos y maneras que jamás verán a la salida de una boda. Bueno, quizás si la boda es la de Emmanuelle…

Más tarde las alturas se verían ocupadas por auténticos gogós masculinos y femeninos. Todos con un cuerpo horroroso, como bien se imaginarán. Pero quienes de verdad captaron nuestra atención fueron los asistentes que se subían a las plataformas para dar rienda suelta a sus energías internas. Hubo uno, entradito en kilos, cuyos alegres movimientos bailarines eran la envidia del entumecido que firma estas líneas, quien baila menos que el sueldo de un becario.

Y en un momento dado suenan las sirenas de la organización. Viene Matt Dillon. Se cierra un pedacito de terraza para que el Premio Donostia pueda celebrar su galardón con mayor intimidad. Aparece con Lucia Jiménez (más guapa con el vestido de la gala que con el atuendo posterior), Jim Jarmusch, Sara Driver y Chema Prado, entre otros.

La zona se cerró a cal y canto. Algunos relevantes acreditados nacionales intentaron traspasar la barrera. Imposible. Matthew Raymond Dillon y Jarmusch charlaron durante un buen rato. El primero pegándose unos increíbles lingotazos de agua. Es lo único que le vimos beber en toda la noche. El director norteamericano demostró que para su papel en la película “Smoke” no tuvo que desarrollar mucho Método Stanislavski. Jarmusch borda el papel (de fumar) como nadie.

La estampa era cuando menos curiosa. Parecía que estábamos viendo a los tiburones del Aquarium. Los invitados acotados en la zona especial. Y el resto de los mortales, turnándose para observarles a través de los grandes cristales. Los chicos y chicas presentes en la fiesta de Gehitu se acercaban a ver la planta de Dillon con los mismos ojillos conquistadores. El “!Ay que mono!” fue un suspiro común la noche del viernes.

La sirena de la organización vuelve a sonar. Dillon se marcha. Bueno, se empieza a marchar, porque tarda una hora en abandonar el lugar. Y cuando se larga, lo hace como las estrellas, en formación de “tren de mercancías”: Los cuerpos de seguridad se colocan en los cuatro puntos cardinales del artista y no paran de caminar raudos hasta alcanzar la puerta exterior. Lugar donde un espontáneo le daría al actor de “Rebeldes” y “Beautiful Girls” el segundo de los premios de la noche: una cámara de video.

Jarmusch, ese adorable “loco del pelo blanco”, despertaba menos pasiones. Su popularidad no es tan elevada como la de Dillon, lo que le permitía pasearse relajado por la sala de fiestas, firmando autógrafos sin mayores problemas ni aglomeraciones.

Para cuando ustedes lean estas letras, el Zinemaldia 2006 y sus celebraciones habrán acabado. Tras la Gala de Clausura del sábado tan sólo quedará la fiesta que se monta para todos los trabajadores del festival, quienes esta noche celebrarán en la discoteca La Rotonda que su trabajo (oscuro en ocasiones, poco agradecido en otras) ha salido a pedir de boca.