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Suena Dotore mientras el café intenta despertarme. Difícil tarea tiene hoy.

Recuerdo estar en el Círculo de Bellas Artes hace unos cuantos primaveraclubs y encontrarme con un músicolega. No sé quién tocaba en ese momento, algún grupo guay rollo Aller. El compañero me dijo «pues toca Dotore en una sala aquí cerca, fuera del programa«. De locos. Montar un concierto paralelo al Primavera Club. Y me dije, pues vamos. Mayestático total, que eché a andar solo.

Bajé del círculo a la calle con 3 indiecaciones sobre cómo llegar. Ya sabéis que Madrid no tiene secretos para mí, así que fue fácil. Perderse, digo.

Llegué a la sala y pagué la entrada. Intenté colarme vía «soy amigo suyo», pero nada. En verdad, Dotore y yo nunca habíamos tratado hasta ese día, aunque tenemos comunes.

La discoteca era un horror. Espejos, cristales, señores con sus queridas.Tocaban un grupo normalucho, y luego iba él. Recuerdo escuchar la canción que sonaba ahora al empezar a escribir este texto, «el mejor final«, y echarme a llorar un poco. Como con la segunda canción del disco nuevo de Berrio.

Dotore peleó contra todo, y ganó. Al acabar me acerqué, encantado, a saludarle. Y recuerdo charlar como si compartieramos local, en plan colegas. Supongo que flipó al verme allí, lejos del festi, en Madrid. Fue muy atento, y lo recuerdo con cierta felicidad.

Después volví al festival. Como quien ha visto un tesoro y vuelve a la cantina a contarlo. A nadie le importaba, lo cuál hacía más grande y personal mi tesoro.