Hedwig and the Angry Inch

Hay gente que busca el acierto en todos sus movimientos. Los jugadores de ajedrez, los apostadores profesionales – con no tanto tino-, los cómicos, los presidentes de “futebol”. Y los programadores de TCM, un canal que tanto en redes sociales como en sus ofertas sabe buscar el elemento diferenciador entre las películas del catálogo inmenso del trastero del señor Turner.

Así, el 25N, Día Internacional contra la Violencia Machista, el constructor de parrillas tuvo a bien programar para su sesión post-telediario nocturno “Hedwig and the Angry Inch” , la versión de celuloide de un musical que ha conseguido gran éxito en Broadway y los posteriores paseos por el mundo.

A la película caímos sin querer, entre saltos de canal, y lo primero que atrapa son sus canciones. Y lo dice alguien que aborrece “Mamma Mia” y derivados. En ésta el rock suena chulapo, pintarrajeado como el protagonista, melancólico como el Bowie espacial, amante del orgullo de Lou Reed, orgulloso en su diferencia. Sin obviar la belleza de un pop que aquellos años se escondía entre amplis Marshall.

Echamos un ojo a la wiki mientras el film seguía su camino: Girls Against Boys como banda de grabación, Bob Mould – a quien quisimos escuchar en las guitarras más pop- como participante de las composiciones de Stephen Trask: amo y señor de las pegadizas melodías y fantásticas letras, acertadamente sobreimpresionadas en castellano. Puntito para TCM

La historia es un drama, con alguna sonrisa – el momento de “Boston, America, Asia” y la respuesta es una genialidad-, protagonizado por un muchacho del Este de Europa (John Cameron Mitchell, a la sazón director de la película y, este dato me rechifla, del video musical de la canción «First Day of My Life» del grupo Bright Eyes ).

Su personaje, el que da título al film, decide cambiarse de género por amor y llega a sus amados EEUU y allí choca con la dureza, los egoismos, el cariño aprovechado, las guerras internas y las dificultades personales y profesionales que puede tener cualquier autor.

La historia es cruda a nada que raspes la superficie (”Angry Inch” es pura rabia), y aunque el final pueda ser un happy ending (NO, ESE, HAPPY, ENDING), las canciones te llevan hacia ese mundo de lacas, peinados, underground, caravanas, tabernas cutres y grandísimas creatividades.

Y así, vimos otra cara del 25N, la de las canciones gloriosas entre personas castigadas, la de las obras fantásticas sobre gente apartada, la de la música como sanadora de la vida. Fue un placer toparsela en TCM.