Don’t Think I’ve Forgotten: Cambodia’s Lost Rock And Roll

El Dock Of The Bay viajó ayer a Asia para acercarnos la música «moderna» de Camboya. El director John Pirozzi, quien ya había participado en obras sobre Patti Smith y Leonard Cohen y se había adentrado en el tema camboyano con el documental musical sobre la banda Dengue Fever (“Sleepwalking Through the Mekong”), realiza un calmado retrato socio-político de la segunda mitad del siglo pasado con la música como apoyo.

La independencia de Francia, su propia Belle Epoque bajo el reinado del musiquero Rey Norodom Sihanouk – que se volcó lo cultural dejando un poco de lado esas tonterías demócratas- , la imposible neutralidad cuando Vietman se convirtió en un wok de bombas, Pol Pot y su poco amor por las libertades y el posterior regreso a cauces más occidentales. Todo ello, como indicábamos, con su correspondiente esponja musical.

Siempre paralelo al estilo tradicional – ese cuya voz deja la de Kimera en tono de Pavarotti- que volverá a la fuerza con los Jemenes Rojos, Camboya se emborracha de estilos occidentales. Primero con los afrancesamientos de su época colonial para más tarde desmadrarse con el surf garajero, el go—go, el beat o la música cubana. Esta es la época más interesante del docu, porque tiene temazos impepinables, dignos de las pinchadas de los Ayo Silver más rasgacubetas o Antton Iturbe, gure John Peel.

Sinn Sisamouth es el puente que une ambas vertientes esos años, y Ros Sereysothea su diva principal con estribillos tremebundos

Aunque lo que más nos ponen la pilas son los autores desmelenados (caso del «zombie» Yol Auralong ) y, en general, la frescura de aquellas nuevas recetas de ingredientes extranjeros. Todas las canciones de la película tienen unas producciones fantásticas, tan salvajes como sus primas transoceánicas. Esas melodías en ocasiones versioneadas en idioma local, como se solía hacer en la época.

La época de Pol Pot se antoja atroz, con un regreso al pasado y el exterminio de todo lo que huela a cultura extranjera (traducido: todos a plantar arroz al campo, vaciado de las ciudades y solo se permite ejecutar música tradicional a riesgo de que el que sea ejecutado seas tú). Quien pudo camuflarse aparece en la película. De muchos otros intérpretes no volvió a haber noticias.

Tras 4 años de apagón volvió la luz, y Camboya vuelve a ser el país de los hombres no violentos y la asimilación de las brisas foráneas. El actual r’n’b que suena al final del metraje, mezcla de nacionalismo estatal y el habitual contoneo USA, sirve para reafirmar la idea de que aquel medio siglo fue, también en esta zona de Asia, un sitio vibrante y lleno de vida.