Siempre que escucho “ya no se hacen discos como estos” pienso en la pizarra. O los primeros vinilos rupestres, con aquellos hits como “hunga, tumba, mamut, colunga”. Qué tiempos…
El tiempo pasa que es una barbaridad, chico. Para cuando te despistas, colesterol y presbicia. Y en la música ni te digo. El disco en el que llevas 3 años metido dura una semana, aplastado por los paquidermos que traen las 300 novedades de la semana que viene.
En algún sitio debe estar el slow-sound, esa forma calmada de tomarse las cosas musicales. Y en ese sitio debería estar el nuevo disco de Amateur.
“Todo lo que quedó sin decir”, es la primera frase de la primera canción -y puede ser que la última del anterior-. Y a ello se dedican Mikel Aguirre y los suyos. A pasear con aire campestre por la nostalgia (emocional, romántica, pasional), esa que ve los rayos de sol y el cielo repleto de estrellas frente a las nubes y la tiniebla. Uno de los pocos grupos a los que les dejo decir “San Sebastián” dentro de un corte. Se lo han ganado.
Mirando el firmamento con los dos pies asentados por el “huerto provenzal”, ese caminar tan clásico aguirreriano de LBV que se construye sobre unos puentes fascinantes, con ISA de TAB haciendo el contrapunto vocal que tan bien le sienta a estas canciones. Confirmando las distintas “maneras de quererte” y su cercana guitarra en esta pieza de aire armonioso. En la acepción Beatle, Gainsbourg, Serrat. Ya tu sabeh.
La misma brisa que abraza “Fue una vez”, queriendo que sean más. Más viajes a la Costa Oeste norteamericana, la de las voces angelicales y el famoso canyon. El que parece bailar con aires de musical emotivo al piano en la “Coda al sol”, orquestal y arrebatador en su aparente sencillez. Que se llena de energía en el single “El marcador”, contagioso en su discurrir por las praderas del pop, el folk y el country, guiado por un estribillo luminoso que salta sobre los pentagramas sin esperar.
Jane, la vieja mención a la marihuana, se lleva su minutaje en tonadas folk arpegiadas con esta visita a la ilusión melódica de cuerdas sonoras que la elevan sin moverla del sitio. Sin saber si “vendrán días mejores” y su arranque Claptoniano, pero seguro que en manos de Amateur serán realmente buenos, como las voces de este extracto. “Duelo sin cumbre” invita a Vasallo, que se encarga de hacer la línea de sombra en la arena en el swing nocturno. ¿La podría cantar el propio Diego en su listado? Podría, podría.
Impasse se despide con “Los hijos” y la tensión contenida, ese lujo, ese ímpetu final, esa distinción que, ahora caemos en la cuenta, ha sido la guía del segundo trabajo de la banda donostiarra. Un viaje al pasado, a la forma en la que se hacían las canciones antes de la música urbana. Ni mejor ni peor, pero sí más cuidado, lujoso y mimando la melodía. Como debe ser el slow-sound.
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