Gente llana, y muy aguda, ergo esdrújula

El festival Kalegorrian (“en la puta/misma calle”) siguió ocupando pavimentos para darles un inmejorable uso musical. Una de las citas de este finde fue en zarauz, urbe que por unas horas fue más activa que Berlín. En su cine echaban el docu de Creation (sello, no grupo) y Petti tocaba en el gaztetxe. Nosotros nos plantamos en la tercera parada, la «callejera», la que unió a Lorena Álvarez y Mursego. Cita prevista bajo la relevancia de una carpa y la cercanía de un bar que tuvo que celebrarse en el pórtico ligeramente decorado de una ikastola. Lluvia obliga en el norte.

Poco importó que fuera la tercera aparición seguida de Maite Arroitajauregi (la semana anterior con unos Lisabos para homenajear a Mikel Laboa, y la anterior con H Cano para musicalizar Oportos). La “sala” se llenó hasta dejar gente fuera del tejado cubre-chaparrones. Las primeras filas fueron ocupadas por niños que flipaban con los usos del loop, infantes que buscaban el origen de esas voces que se iban solapando. Algo más atrás había un muchacho de 11 años que miraba a la gente como buscando la confirmación de que aquello que estaba pasando era normal, que no eran voces de su cabeza ni la antesala de una noticia de «sucesos» . Esa es Mursego, quien en Zarauz supo explicar a los nenes de qué iban sus canciones de una manera tan directa que a los mayores nos sonaban también a ironía (véase el caso de ese celebrado “eusnob”, tema maqueado para la ocasión).

La eibartarra/donostiarra presentó un borrador con muy buena pinta de una de sus etílicas colaboraciones con Cano , invitó a Lorena Álvarez a tocar con ella de manera improvisada – e interpretar juntas una SOBERBIA canción de Kaxiano-, recordó a Victor Jara e hizo a capella una de Los Chunguitos (cuyas letras solía escribir, agárrense, Leonardo Dantes). El dichoso cambio del que hablan ustedes estos días como si fuera un nuevo amanecer ya lo hizo hace años,y sigue haciéndolo, gure Mursego. Sin un loop más alto que el otro, con instrumentos de andar por casa y mucho solfeo juguetón en sus entrañas.

Claro que es una historia que, a diferencia del vendaval del viernes, a unos cala y a otros menos. Por eso le teníamos cierto miedo a la actuación de su socia Lorena Álvarez. Temíamos un vaciado de sala (es un decir) por desconocimiento, o simple cambio de idioma. Ya saben, somos muy raros hasta para votar en blanco. Nuestros temores se disiparon. Solo desaparecieron los niños, algo normal cuando el segundo concierto comenzó a las 21,30 horas.

Y qué podemos decir de la Lore. Genio y figura. Un torrente de frases a las que no frena nada – con sus riesgos de despeñarse, que no fueron tantos- . Una alegría y simpatía contagiosa, una felicidad propia que convierte en nuestra al tercer acorde. Un ejemplo de que la música aún tiene esperanzas de salvarse. Por tirar de raíces. Por tirar de emoción. Por tirar de franqueza. Por tirar de sencillez, cercanía y amor. Ahí estaba Anari pidiendo que volviera a repetir todo el repertorio por culpa de un pequeño fallo. Ahí estaba Mursego saliendo a la menor ocasión – y más de uno muerto de la envidia- . ¿Acaso rechazaríais formar parte de la mejor fiesta inesperada de tu vida?

PD: La historia de Kalegorrian ( a quienes el título de este post también incluye) merece ser contada. Pero lo dejaremos para otra ocasión, quizás para cuando finalice este evento que tanto nos gusta a sus seguidores