El cartel, ese viejo olvidado.

Qué tiempos aquellos. Ibas a los bares, lo único que no ha podido virtualizarse aún, a juntarte con amigotes, ver mofletes bonitos – porque poco más te permitían ver-, echar unos hielos con color y reirte saludando a los conocidos.

Y, en el camino al baño, girabas siempre un poco la cabeza hacia los laterales para mirarlos. Allí estaban. Tan sencillos. Oscuros. Bitonales. A veces incompletos. Los carteles de conciertos.

Los paseos del sábado eran los planes del sábado siguiente, agenda del Dvorame aparte. ”Hey, que tocan Los Tal en Lasarte””No creo que vaya, están Los Cual en Gros””No jodas, genial, hace tiempo que no les veo”….y la conversación volvía a arrancar en la fila.Y cuando no erá ahí, era en las etapas intertabernarias.

Llegó el “rogamos no coloquen carteles en esta ventana. Responsable: empresa anunciadora” y se superó con astucia. Llegó la ordenanza que prohibía colocar afiches en las paradas de buses bajo pena de carcel económica. Los hermanos mayores, hijos de la cuatricomía, acabaron semi escondidos en las columnas de los puentes y accesos a autopistas. Y el fotocopista, la única profesión universal a la que Begoña Del Teso aún no le hizo una entrevista, palidecía ante solicitudes de apuntes en Mayo y finales de agosto, sin un buen bolo que echarse a la máquina.

Llegó internet, y nos llenó de muros nuestra pantalla, para desdicha de los paseos informativos nocturnos. Siempre más baratas e inmediatas, las aplicaciones informáticas nos mandaban avisos de actos no siempre solicitados. Porque el pegado de carteles fue siempre un acto de distinción.

Uno seleccionaba cuidadosamente los lugares en los que gastar celo (”¡Qué dices, en el Nosecual? Ni de coña, tio, que se me llena el concierto de Camisas Azules”). Quizás por eso solo miraba los carteles de idénticos establecimientos. Era una suerte de filtrado vertical. Ahora, un click y media Laponía tiene información sobre la velada a la que no podrá llegar por falta de conexiones aéreas. Y falta de ganas, claro. Y sobreinformación. Y…

A fin de cuentas, la humanidad se divide ,sea cual sea su avance tecnológico, en dos tipos de personas: Los que ven los carteles de conciertos en los bares y los que no.

3 comentarios en «El cartel, ese viejo olvidado.»

  1. Qué gran última frase. Yo soy de los que recuerda todos los carteles, hasta de conciertos a los que no he ido. Y de los que va en el autobús y de un vistazo rápido ficha todos los carteles de una pared de Pasajes.

  2. Ese último movimiento descrito me invita a pensar que debería ser una futura prueba de Brain de Nintendo. Esa sí que pasaba con nota!

  3. gran ultima frase si señor…
    Los que no tenemos facebook, todavia nos fijamos…no nos queda otra para enterarnos…

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