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Etiqueta: Melendi

Donostia festibala: ellas marcan el paso

Marlena fue la cal y Melendi la arena en la última jornada del rejuvenecido festival musical guipuzcoano.

Descansaba Lasarte la tarde de ayer. Su fin de semana ha estado lleno de actividad, con una feria medieval en sus calles y la fiesta de despedida de uno de sus vecinos, Arteaga II, de la pelota profesional. En el Hipódromo el Donostia Festibala celebraba su ultima tanda de actuaciones. De camino al recinto nos cruzamos con furgonetas en modo “picnic previo”, con mesillas repletas de gente acicalándose. Chicos y chicas que podían darse un último retoque en la peluquería que la organización puso a disposición de los asistentes.

La oriotarra Intza inauguró el sábado festivalero. De blanco angelical y acompañada de una banda de 5 personas, destacó cantando en los tonos altos y en sus viajes a la música de los 50. Hubo pop de gusto vasco y baladas de final épico. Idoia Azurmendi arribó después con canciones folk calmadas. En fabulosa compañía musiquera la joven alavesa le entonó al mar y a Castilla (con giros a lo Ana Belén), tiró de refranero y atacó una bossa al estilo Musikene. Cantándole a los corazones, a Maurizia y a Maialen Lujambio.

Los siguientes Veintiuno montaron un jaleo muy jaleado. No dejaron ni un segundo para el descanso, con letras pegajosas y estribillos cuasi perfectos. Ubicables entre el rock nacional y las guitarras festivaleras, se acercaron a los años 90 y se cubrieron de tonos sintéticos. Animosos y atrevidos, buscaron con éxito que la gente se lo pasara bien.

Lo del trío Marlena fue una cosa floja. Con sonidos que iban y venían en la misma canción, guitarras mal tocadas, demasiadas versiones y mucha charla en las pausas. Su tirón virtual – tienen más de 15 millones de escuchas en internet- necesita más trabajo si quiere alcanzar el éxito convencional. La posterior actuación de Sofia Ellar nos reconcilió con el mundo. La cantautora llegó con banda para defender un pop-rock mainstream más clásico que un jersey de pico entre letras de amoríos.

Melendi era el gran foco de la jornada. Al profesor de los televisivos programas de versiones le tocaba examinarse. La audiencia estaba de su lado en lo que fue hasta ese momento la mejor asistencia del día. Un público adulto que gozó con el salto de calidad/seriedad de un autor ayer acatarrado – no se notó tanto- que tiró de letras actuales (COVID y redes sociales, por ejemplo) y éxitos pasados para ofrecer un concierto feliciano muy serio.

Dejamos a la chavalada ansiosa por las últimas formaciones del cartel (Stay Homas, Bulego) mientras estas líneas viajaban a la redacción. Donostia Festibala este año se ha abierto de miras, se ha acercado sabrosamente a la paridad sobre el escenario – a ras del suelo ellas fueron mayoría aplastante- y ha conseguido bajar la media de edad de anteriores ediciones.

Lo nunca visto

No se asusten con el titular, “melendiebers”. Este no va a ser un texto de pegarle al muñeco. Sobre todo cuando el del viernes fue un concierto correcto para unos y maravilloso para otros. No, el encabezamiento en letras grandes no va sobre el acto. Va sobre ustedes. Pero cada cosa a su tiempo.

El ovetense llegaba al ruedo capitalino, ese espacio con más nombres que un aeropuerto madrileño, para presentar su nuevo disco “Un alumno más”. Con un montaje que no desentonaba en el lugar. Luces y escenografía que al fin huyeron de los encajonados auditorios para mostrarse en todo su esplendor y embellecer aún más la figura central. Ese muchacho de barrio, pícaro y canalla pero no mala persona. Con un pasado notorio en los derrapes y un presente acicalado por los tubos catódicos, que además de engordar te hacen más mono.

Melendi: Hablando en plata

Día: 17 Noviembre 2006
Lugar: Sala Rock Star (Donostia)
Asistencia: unas 600 personas

Está claro que lo más fácil, en el caso del Melendi, es tirar al muñeco. Porque tras pegarse una primera gira de estadios y cosos taurinos (caso de Donostia) gracias a colar un temita como sintonía de La Vuelta Ciclista, caer en una sala digna pero a todas luces más pequeña como la Rock Star debe tomarse como un retroceso. Una progresión musical que sigue el camino inverso al habitual puede intuir un claro declive.

Pero la culpa no tiene porque ser del autor asturiano, que muestra una terrible franqueza en cada una de las entrevistas que ofrece: “Ya se que mi fórmula es finita. Y aquí seguiré hasta que se apague la llama”, viene a contar a cualquier micro que se le ponga delante.

La verdadera maldición le cayó con aquel primer single, un éxito absoluto. Como suele suceder, miles de ratoncitos siguieron el son de esa flauta. Las posteriores continuaciones radiofónicas de igual temple rumbero, ya con menos “xagutxos” pero igual de animosos, sigue la política de “la serie” de olas del mar: 3 buenas (canciones), y luego la calma chicha.

Nosotros, que intentamos ser unos profesionales, fuimos a su actuación abiertos de mente, sin dejarnos influir por estos prejuicios externos a la creación musical. Y acabamos pidiendo dinero para que nos dejaran tirar más veces a la diana.

Arrancó la noche con Melendi de estrella del videojuego “Gangs of London”, donde el “pelo rasta” hace de chico malo. Pero una cosa es vestirse de canalla, haciendo referencia en cada canción a “esas medicinas que no pueden comprarse en la farmacia” y basando tu merchandising en la hierba verde más famosa del mundo después de la lechuga. Y otra cosa muy distinta es ser un poquito caradura.

No es de recibo que, teniendo 3 discos en su haber (el último de ellos, el sincero “Mientras no cueste trabajo”), el chato y su banda de acompañantes empiece el bis a la hora de actuación repitiendo el último single. Ni que acumule tantos errores en la ejecución, por mucho que sea el segundo concierto de la gira. Viviendo en una libertina afinación vocal que intenta demostrar inspiraciones rockeras, su música se explica en un solo término y cinco líneas: extremo-rumba.

Pongan a un lado la caña de bandas como Extremoduro o Marea. Y en la otra parte, esa rumbita agradable que tan popular le ha hecho. Y unan los extremos como hacían en clase de matemáticas, con las combinaciones de “n elementos tomados de m en m”. Así les saldrá un concierto de 80 minutos pelados.

Deseamos que al autor asturiano le siga durando la mecha. Que exprima la gallina hasta dejarla sin plumas, porque nadie le puede negar entrega y pelea. Y que finalmente se lance hacia ese rock urbanita que tanto adora y reverencia. Pero la próxima vez no nos pillas de nuevo, chaval.