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Etiqueta: jazzaldia

Joseba Irazoki Eta Lagunak: una gran sobremesa de cierre

Intérpretes: Joseba Irazoki (guitarra, voz), Ibai Gogortza (guitarra), Jaime Nieto (bajo), Felix Buff (batería). Lugar: Teatro Victoria Eugenia (Donostia). Día: 26/07/2020. Asistencias: unas 250 personas

El Teatro Victoria Eugenia despedía su programación del Jazzaldia con la actuación de Joseba Irazoki y sus amigos. Puede que Irazoki no cuadre en el género musical que da nombre a nuestro certamen veraniego. Pero es difícil encasillar al de Bera en una definición.

Puede ser rock, pero no solo eso. Puede ser experimental, pero acercándose a la melodía. Puede ser un estilo duro contrastado con vaporosos espacios. Mas puede cantar, pero prefiere la instrumentación. Irazoki es un guitarrista especial, o espacial. Y se destapa con su cuadrilla de socios. Músicos de altísima calidad que han sido parte de formaciones como We Are Standard, Borrokan y Willis Drummond. Realizadas las genuflexiones de rigor pasemos a confirmar que la mezcla de unos y otros fue realmente fantástica.

Salió la banda entre aplausos y Joseba Irazoki, con una camisola de escorpiones que ya anunciaba que nos iba pinchar su veneno sonoro, agradeció la posibilidad de poder actuar en el lujoso teatro. Arrancaron con “Inuxente bortxatua”, pieza embrujada con timbales que anunciaban tormenta y devinieron en todo un chaparrón de guitarrazos.

Le siguió el corte “Lucio eta Durruti” dedicado en parte al recientemente fallecido Lucio Urtubia y cuya letra incluye una loa a la librería donostiarra Kaxilda. El momento tuvo una larga progresión espasmódica, pinceladas arabescas y una contundente sección de rock “motorik” (el ritmo utilizado habitualmente por combos “krautrock” como Neu! y Kraftwerk). Puede resultar una amalgama de estilos y etiquetas, pero en manos de Irazoki todo se une, se fusiona y se mezcla con una naturalidad exquisita. Solo él sería capaz de ligar una salsa de pescado a un filete y que la mezcla nos resultara primorosa.

“Lehiakortasuna” nació con una telaraña sónica y una voz principal narrada para luego acercarse a la contundencia de Lisabo y realizar un estribillo de los que se cantan puño en alto. “Gezurrezko Bizia”, firmada por el batería Felix Buff, tuvo instantes de trance indio. Un embrujo tribal que fue corriendo hasta la contundente ración final. “Ahotik ahora” se inició dulce, llena de ruidos de fondo, para acabar explotando en un fuerte ritmo “stoner”. El cierre fue tremendo, con todos los músicos compenetrados en el vendaval. En este punto Irazoki superó un problema con la correa de su instrumento con estilo, demostrando que en ocasiones “crisis significa oportunidad (de escuchar nuevas partes improvisadas)”.

En el contenido tema “Gose haizelarik” sonaron deliciosos tanto el juego de voces reverberadas, espectrales y sugerentes como el sonido de órgano realizado con los efectos de guitarra. “Enpate” y sus intrigantes ritmos fueron lo más bailable del set. “Dantzarik” defendió el gusto de la banda por la improvisación. Y “Zu al Zara?” se alzó con el premio al tema más directo de la jornada. Una canción fantástica que cantada por Kim Gordon no desentonaría en el disco “Goo” de Sonic Youth. Tras ella llegó “Salbatzaileak” y las cuerdas se solaparon con la voz en un efecto sinuoso que acabó en el enésimo raquetazo en el morro.

Hasta aquí el concierto propiamente dicho. Pero una banda como esta no puede hacer un bis al uso. Sería algo indigno. Por eso eligieron como regalo final dos canciones curiosas. La versión acelerada del “Gansterrak operara doaz” de los reivindicables Jupiten Jon y la propia “Dantzarik zailena…zaldi dantza”. Tu última interpretación, una pieza prácticamente instrumental que arranca como un disco de Jimmy Hendrix y sigue como un rock de carretera. ¡Dónde se ha visto eso! Yo se lo digo. En Joseba Irazoki eta Lagunak, una de las mejores bandas que pueden ver en la actualidad.

Publicado en El Diario Vasco

Mikel Azpiroz: el tercer mosquetero

Intérprete: Mikel Azpiroz (piano). Lugar: Museo San Telmo (Donostia). Día: 25/07/2020. Asistencia: lleno, unas 150 personas.

El último de los madrugadores pases que el Jazzaldia había dispuesto en el Museo San Telmo dentro de su ciclo “Piano Solo” fue el dedicado al donostiarra Mikel Azpiroz: el tercer mosquetero donostiarra en la edición de este año tras los variados actos del premiado Iñaki Salvador y la eclosión de Paul San Martín en este mismo espacio la víspera.

Tras el anuncio de los consejos sanitarios por megafonía (mascarillas, geles, todos quietos en el asiento “para que el festival sea una experiencia saludable”) el líder del combo Elkano Browning Cream tomó asiento. Frente a él un piano Steinway, colocado en un lateral del claustro y con los espectadores ocupando los pasillos. Sus primeras palabras anunciaron que el evento -compuesto por obras extraídas de sus calmados discos “Gaua” y “Zuri”- no contaría con pausas entre temas.

La selección musical fue de menos a más en cuanto a concreción y vivacidad, con muchos momentos para la evocación de imágenes y el disfrute con los ojos cerrados. “Jolasean”, “Gaur Hemen”, “Eulieta”. Bellos aires marítimos que te transportaban a los pesqueros de Terranova. Pasajes de película muda. Domingos de alboradas radiantes. Teclas románticas pulsadas con suavidad, espaciando con elegancia los espacios entre los golpeos. “Gaueko Arimak”, “Agur Hank”. Saltos latinos y el “blues” y la tradición vasca comenzando a inundar el ambiente. Con el mundo exterior (recogida de vidrio para reciclar, peleas de gaviotas) sabiendo colarse entre las melodías como complemento costumbrista. “Sararen Dantza”, “Horizontera”. Visitas a Iparralde, tonos graves, inspiración sutil y ensoñadora. Un autor que en este punto demostró gran concentración frente a las cercanas instantáneas que le sacaba el fotógrafo oficial. “Aingeru Saltaria”, “Mari”. Soplos de canción francesa y de amaneceres apasionados.

La lista fue cogiendo ímpetu con los minutos más netamente “blues“ de la mañana (“Sugaar”) y las gotas de pop (“Zuri”). El aplauso del público le animó a tocar un bis, estrenando una pieza titulada “Garai Onak”. Esos “buenos tiempos” a los que alude ese título suenan complicados estos días. Pero si hablamos de la expresividad y el arte que Mikel Azpiroz demostró en este Jazzaldia no podemos dudar de que, más que buena, esta época es excelente.

Publicado en El Diario Vasco

Jazzaldia 2020: bienvenidos a su bar favorito

Las terrazas ofrecieron nuevos pases de bandas que se adaptan como un guante al festival

Para que la Ibiza de los atardeceres que es el Jazzaldia 2020 funcione hace falta que la máquina esté bien engrasada. Un equipo de 35 personas se encarga de gestionar las necesidades de los espectadores en esta zona abierta del Kursaal. Unos te guían al asiento, otras te venden camisetas y “mascarijazz”, aquella sirve el refresco y este limpia la mesa tras cada uso.

El donostiarra Mikel Ezkerra es parte de este personal interno. Un guardia de seguridad joven y tranquilo. Una calma que sobrevuela la zona. El ambiente familiar, los “grupetos” en modo vacacional y los oyentes individuales ayudan a que todo sea como el Mediterráneo en sus oleajes. “No hay problemas reseñables. La gente es muy educada, si tiene que hacer cola la realiza con paciencia. Estos días no hemos tenido ningún encontronazo. A ver si el fin de semana se mantiene la tónica”.

Las terrazas estuvieron a pleno rendimiento. Todos los visitantes entraban con mascarilla y muchos la perdían al sentarse en la silla. Y a los que no les apetecía esperar para acceder al sector festivo tiraban para el pretil del río. Desde allí escucharon la música de los grupos programados por el festival veraniego.

La de ayer fue una tarde de repeticiones. Como cuando entras en tu bar favorito y vuelven a poner el disco que tanto te gusta. Esa insistencia no tienen porqué ser mala. Mucho menos si hablamos del Jazzaldia. Conecction Trío, Around Midnight y, cómo no, Randy Greer reincidían en la trasera de los cubos, con el Sean Clapis Dúo como principal novedad de la plancha.

La jornada arrancó con el trío que era dúo, Connection. Su jazz sonó académico, oscuro, alambicado y tranquilo en sus revueltas. Su visita volvió a ser óptima para quienes buscan los instantes más puristas del Jazzaldia. Anunciaron nuevo disco como “Nolan Trío” para finales de este año y se despidieron con el “Time Remembered” de Bill Evans.

El pase de las siete de la tarde cayó en manos de Around Midnight, tres chavales recién graduados de Musikene con ganas de agradar. Y bien que lo consiguieron. Sus tonos fueron “ricos y suaves”, como cantaba Ricardo Mejía. Con gusto por lo brasileño y lo amable. Vaporosos como los nebulizadores que refrescan los ambientes. Con una nocturnidad ayer inviable bajo el sol y una ligera alevosía en las partituras. Sus momentos más acertados se entrelazaron con el sonido de las olas, compartiendo con ellas el efecto placentero.

A Sean Clapis Dúo le aplaudieron hasta en las pruebas de sonido. Arrancaron puntuales a las nueve, y guitarrista y contrabajista se pegaron un alborozado y bien dialogado viaje por el pasado más vivaracho. Bien cantado por el norteamericano que da nombre al grupo, un autor que tocaba la guitarra con las mascarilla colgando del clavijero, notas y acordes viajaron a gran velocidad en unas piezas que sonaron cariñosas, añejas y gustosas.

Publicado en El Diario Vasco

Jazzaldia 2020: un sol de voces

El grupo más sencillo, el que menos instrumentos llevaba, fue casualmente el que mejor se adaptó ayer a la nueva normalidad del festival. Los guipuzcoanos Les Fous, un grupo prácticamente vocal, ofreció un fantástico concierto en un día soleado a rabiar. Con unas sombrillas que eran un auténtico objeto de lujo y una brisa que refrescaba las camisetas, las terrazas no pararon de aplaudir a esta agrupación tan poco habitual. Su set lleno de dinamismo lo mismo te anima un Jazzaldia adulto que te entretiene un Txikijazz.

Santi Romano, Noa Eguiguren y Otxi llegaron acompañados de un piano eléctrico y las apariciones ocasionales de la pandereta y un diapasón con el que pillaban el tono. Con unas canciones con gusto por las baladas melódicas y el pop de toques épicos, estrenaron temas realizados en la cuarentena (el acertado “Orain bai”. Una pena que no hagan más piezas en euskera) y homenajearon a sus grupos preferidos: de las Andrew Sisters hicieron un “medley” que incluyó los cortes “Rhum and Coca Cola” y “Sing, Sing, Sing”. Jugaron con los efectos para interpretar el “Shape of You” de Ed Sheeran y se lucieron con la revisión de “Shallow”, la obra que Bradley Cooper y Lady Gaga interpretaban en la película “Ha nacido una estrella”

Hubo dedicatorias a cascoporro, entre las que destacaremos la ofrecida a Luis Alberto Izaguirre, viejo conocido de la escena local dado que graba muchos de los conciertos que estas bandas ofrecen en la ciudad para luego subirlas a internet. Las dos chicas y el chico de Les Fous despidieron su momento con el clásico “Lau Teilatu”.

El Jazzaldia es eso que pasa entre las actuaciones de Randy Greer”, dijo con humor un espectador cercano nada más comenzar el acto musical del autor mencionado y sus socios valencianos. Greer se lleva este año el premio a la hiperactividad festivalera. Cuatro serán los momentos en los que el trío capitaneado por la voz de este norteamericano se subirá a los escenarios situados en estas terrazas. Pasean más por la zona que los epidemiólogos por nuestros televisores

Pero lo suyo no es una murga ni una chirigota. Los recios y cálidos tonos de Randy Greer se pusieron un traje de “crooner” para atacar con elegancia clásicos del jazz y otras músicas cercanas. Con un teclista sobresaliente y varios apuntes remarcables del saxofonista, el trío ofreció visitas a las partituras de Duke Ellington o Johhny Mandel (“The Shadow Of You Smile”), destapándose en el clásico “Let´s Fall In Love” que popularizaron Ella Fitzgerald y Frank Sinatra. Con varios momentos en los que el swing se puso tontorrón hasta acercarse al vals. Fue un concierto de jazz romántico. “Ideal para parejas”, que dirían en las agencias cuando te quieren vender un piso algo encogido.

Mientras ellos disfrutaban nosotros echábamos en falta algo de crema solar para el cogote, que ayer arreciaba la solana. Pena de no tener a mano una visera del desierto. Esperamos que el próximo año la organización se anime a colgar este elemento en la tienda oficial. Un tenderete en el que, al menos hasta ayer, destacaban las ventas del producto estrella de la temporada: las mascarillas.

Celia Abanda, al cargo del chiringuito, nos contaba las bondades de la misma. Lavable, sin filtro, hidrófuga… Los tapabocas y las camisetas siguen siendo lo más demandado. “Hay mucha gente que se compra las T-shirts oficiales todos los años, las colecciona”, nos contaba Abanda mientras echábamos un vistazo a las preciosas postales en tamaño A5 que recogían los carteles de las cincuenta primeras ediciones del Jazzaldia. El programa continuó con la dulce actuación de Los Juanes mientras estas letras viajaban hacia a la imprenta tras una estupenda velada diurna…

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Jazzaldia 2020: Velocidad de crucero

Las terrazas tuvieron buena compañía sonora en su festiva puesta de largo

Hizo bien la organización en aclarar que este espacio situado tras los cubos del Kursaal iba a ser una terraza hostelera con música. Dentro de las medidas de control del COVID – distancia entre mesas, camareros que te atienden para que no vayas a la barra- , la disposición sonora y física de los elementos invitó a que las mesas y sillas se usaran bajo los preceptos bareros habituales.

Los escenarios son coquetos y con un volumen controlado. A veces uno parece estar en un crucero, gozando de las vistas de la Zurriola mientras charla con su pareja o disfruta con su cuadrilla mientras suena esta elegante música de fondo que tan bien decora los encuentros sociales. Si son de esos convencidos “terracistas” decirles que los refrescos valen 2,50 euros, los talos no bajan de los 5 y la cerveza que el año pasado patrocinaba todo el tinglado les sale a 3 machacantes.

La inglesa Maggie Taylor, de visita en la ciudad, disfrutó del Jazzaldia en formato “Easy Listening”. “Está bien”, nos contó mientras la banda Connection Trio – ayer dúo- desplegaba sus intrincadas melodías y ella atendía su móvil con bastante constancia. “No suelo escuchar mucho jazz, pero el sitio es ideal”. La llegada de su cita a los pocos minutos despertó más interés que nuestras preguntas y los tonos de los “Connection”. No estuvo mal este dúo de Musikene en sus partituras. Quisimos acordarnos del “Gialo” italiano, de los acordes intrigantes, de las atractivas disonancias y los pasajes oscuros. Les faltó chispa para enganchar a los indecisos al final, pero no fue un mal pasaje.

Bueno, mejor estos conciertos que nada”, nos explicó el músico local Ignacio Bilbao volviendo a la idea de la cultura en época de virus. “Me parece una gran idea tirar para adelante con los eventos. En estas actuaciones se ve más control sanitario que en otros espacios en los que parece predominar la manga ancha”. Frente a él, el -ahora sí- trío Around Midnight desplegaba los conocimientos adquiridos en el Centro Superior de Música ubicado en el barrio donostiarra del Antiguo. Que no lo digo yo, que lo dijeron ellos por el micrófono mientras recordaban la ausencia de baterías en este Jazzaldia y explicaban los pormenores de sus distintos temas. Nos gustaron cuando tiraron por la bossa nova, con esa guitarra Gibson acolchada, y cuando desplegaban sus tonos de nocturna ensoñación. Sonaron preciosos en una tarde que dibujaron suave y amable.

Se acercaba el ocaso del día y el Jaso-Gimenez-Escrich Trío comenzó a extender su manto melancólico entre los oyentes de la Terraza Zurriola. Se disfrutó del acordeón en esta mezcla marítima, viva y evocadora. El miércoles se cerraba con la actuación del Randy Green Trío. Un combo afable y sencillo capitaneado por la voz potente de un Greer que ya llenó con sus colegas este mismo espacio la víspera.

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Jazzaldia 2020: citas con la calidad de las terrazas

Las terrazas del Kursaal se adaptan a los tiempos mientras anuncian música variada de gran calidad

“Siempre vamos a priorizar la seguridad, siguiendo el protocolo que para estos actos ha dispuesto el Gobierno Vasco”. Miguel Martín, director del Jazzaldia donostiarra, explica las particularidades que este año van a tener las actuaciones que se celebrarán en la zona trasera del Kursaal. La zona ha perdido un par de escenarios, el que pisaba directamente la playa y el que se situaba detrás del cubo grande. Los dos restantes tendrán un horario de cinco de la tarde a dos de la mañana, una capacidad para 250 personas y varios turnos de actuaciones en espacios alternos a las 17:30, 19:00, 21:00 y 23:00 horas. La estancia estará limitada a dos horas, aunque desde la organización confirman que no van a levantar a nadie de su asiento si ese plazo finaliza durante la ejecución de un concierto.

Así que mejor dejen para el año que viene el picoteo sonoro habitual de la Zurriola, ese paseo refrescante entre tablados que busca escuchar un poco de pop aquí y otro poco de jazz allá. “Este año no toca. Es solo un año”, como dijo Fernando Simón sobre las apelotonadas celebraciones futboleras. El director del certamen detalla que “la gente no podrá acceder libremente a las terrazas. Llegará a uno de los dos puntos de acceso con los que contará cada zona, donde se topará con una recepción. El personal le dirigirá a una mesa libre, y los camareros pasarán a tomar nota. No se podrá abandonar las sillas para ir a pedir algo”. De la alimentación se encargarán dos empresas especializadas: EcoTalo ofrecerá las habituales tortas de maiz y Basque Truck venderá hamburguesas y derivados de calidad.

El hecho que el acceso a las terrazas conlleve una consumición obligatoria se presenta como un elemento de control de los aforos. “Entendimos que la música en directo podía tener el efecto llamada y que la gente podía acumularse en los alrededores. Desechada la opción de acceder con invitación, pensamos que el formato actual era el más justo y adecuado. Con la obligatoriedad de la consumición buscamos evitar esos problemas que se puedan dar en el exterior, los cuales también son de alguna manera responsabilidad nuestra”.

En lo musical los grupos se han adaptado para limitar las ganas de los espectadores de levantarse y bailar. Con un cartel repleto de formaciones locales y cercanas, en la plancha sobresale la aparición de dos norteamericanos afincados en España: Randy Greer y Sean Clapis. El primero llega en formato trío para ofrecer un apacible swing de gran calado vocal. Clapis vendrá acompañado del contrabajista Javier Moreno para convertir el espacio en un club de gran solera.

En la vertiente más “jazzy” de estos escenarios disfrutaremos del Jaso-Gimenez-Escrich Trío y su idea de fusionar el acordeón con el jazz más etéreo y sugerente. Connection Trío revisará los clásicos y apuntará temas propios bajo el formato de trombón, piano y contrabajo. En la banda Around Midnight y sus aires improvisadores despunta el joven saxofonista vitoriano con el nombre más certero de todo el certamen: Eolo Andino.

Sara Mansilla alternará melodías de su primer álbum con estándares clásicos del jazz. Los Juanes, miembros también del combo de Sara Mansilla, acercarán su ecléctica música inspirada en Michael Brecker y el folklore latinoamericano. Y el trío Les Fous, nuestros particulares Manhattan Transfer, mostrarán su dinámico estilo a capela con el acompañamiento del piano y la percusión acústica.

En el lado popero del Jazzaldia playero destacan varias autoras. Sara Zozaya llega con nuevo disco bajo el brazo. “(I)” es su trabajo más onírico, calmado y oscuro en sonidos, atractivo en el empaste y los juegos vocales. Idoia Asurmendi ofrecerá la frescura juvenil de unas canciones que viajan entre el soul y el pop placentero. Matilda, con Maria Amolategi a la voz principal, es un dúo guipuzcoano que viaja entre el folk que se toca en El Retiro madrileño, el pop de 10,000 Maniacs y el jazz más contagioso.

Nos queda lo más impactante, las actuaciones ajustadas– recuerden, todas se realizan sin batería y en formato reducido- de Lemy River (pop con toques de electrónica y sicodelia) e Indian Feathers (indie-punk). No olviden que un buen número de estas formaciones ofrecerán varios pases a lo largo de la semana en esta zona trasera del Kursaal. Hagan coincidir el programa de actividades con su agenda particular para así disfrutar de esta reajustada versión de las terrazas del Jazzaldia, una propuesta (a)sentada en la calidad.

Publicado en El Diario Vasco

Jazzaldia 2019: Un cierre para todos los públicos

Las terrazas del Kursaal clausuraron su programación con una gran afluencia de gente.

¡Cómo cambia el Jazzaldia con el buen tiempo! Tras un par de días de paseos plastificados cual Leslie Nielsen en las escenas de amor de “Agárralo como puedas” y algunos eventos suspendidos por trombas variadas, el sol volvió a lo alto y con él las estampas habituales de estos espacios gratuitos: cientos de personas en la zona del Kursaal con toda la atención puesta en los conjuntos musicales. En esa situación inmejorable siempre brotan los “problemillas del primer mundo”: Que si es difícil pasar de un sitio a otro, que si qué de carritos, qué de patinetes, qué de… ganas de disfrutar de los conciertos, demonio. “Qué calor, ya podía llover”, dijo un espectador de la Reunion Big Band. No pudimos sino reírle la ocurrencia.

Fiel a su tradición el Jazzaldia colocó una “big band” para dar comienzo a la última jornada. Un formato que este año ha tenido excelentes ejemplos en la programación y que clausuraba su presencia con decenas de personas atendiendo al Espacio Frigo. Los veintiún integrantes de la Reunion Big Band nos trasladaron a los mundos del swing (el “flow” del siglo pasado, muchachos), el boogaloo, la bossa nova y las músicas encantadoras con la suavidad de una brisa marina y el frescor de un chapuzón. Fue como ir en crucero pero sin marearse.

Los asistentes, de corte familiar, gozaron con las canciones de esta numerosa orquesta y aplaudieron en consecuencia. Porque el Jazzaldia es para todos los públicos: los chavales y chavalas criban la arena por la noche bailando, los “menos chavales” disfrutan en las músicas añejas, unos pagan por ver conciertos y otros pasean por estas zonas sin cargo, aquellos se pirran por el jazz y el resto destaca la oferta paralela.

En el txoko Coca-Cola se desfogaban unos “perros viejos” de la escena local. Los más paseados recordaran a varios integrantes de la Hot Potato Blues Band como parte del mobiliario sónico de La Gatera, aquel bunker defensor de los sonidos del Misisipi que había en la donostiarra Plaza Easo. Estos creadores eran entonces miembros de Blues Stop, luego fueron Lau Behi y ahora estas “patatas calientes”. Su música sigue siendo clásica – el blues es más pétreo que las rocas del espigón-, mas su ejercicio de estilo fue enérgico, contagioso y muy jaleado. Tanto que pudieron hasta disfrutar de esos aplausos ”jazzeros” que se ofrecen al acabar un solo, un gesto poco habitual en su palo sonoro.

Tan potentes y tan fuertes sonaban que sus guitarrazos llegaban, diluidos, hasta la Terraza Heineken. En ella se explayaban los compinches de Lurpekariak, una apetitosa “marcianada” de raíces locales y naturaleza libertina. Con una formación en claro homenaje a Ornette Coleman (dos contrabajos, dos baterías, trompeta y voces), sus temas fueron de una riqueza experimental que a veces dislocaba y otras hacía alucinar. Hubo pasajes oníricos, gritos africanos y batidoras de timbales. Deconstruyeron el “Aita San Migel” y recuperaron danzas a las que insuflaron un apacible aire extraterrestre. Contaron con la colaboración del bertsolari Sustrai Colina, el más “sano” de toda la mezcla. Lurpekariak quizás no sean plato de buen gusto para algunos oídos pero es un gusto ver platos así en estos festivales.

La programación de estas terrazas anunciaba un fin de fiesta lleno de tracas con las actuaciones de varios combos japoneses (Yuri Arimasa- Ryo Ogihara, Ai Kuwabara The Project), revueltos acústico-electrónicos (Nasim Quartet), formaciones hard-bop (Xvr Estévez Sextet) y atronadores dúos locales (Anai).

El festival más vasco del mundo

Buenas bandas hicieron lo que pudieron un día en el que hasta los perros llevaron chubasquero

Con un cielo encapotado amaneció el día de ayer en la capital festivalera. Las brisas fuertes y las molestas lluvias también se han apuntado a los conciertos gratuitos del Jazzaldia. Pero…¿en qué se basan los mandamases del Jazzaldia para suspender un concierto?

Fuentes de la organización nos confirmaron que en estos casos “prima lo técnico y la seguridad. Eso significa que el escenario no debe estar muy afectado por el agua. Y también se refiere al público. Si de repente llega un vendaval suspendemos el concierto”. Las previsiones que manejaban ayer hablaban de “sirimiri constante y chubascos intermitentes”. Les traduzco: agua sin parar. ¿Y qué hay más vasco que la lluvia? Esas gotas que convierten el chubasquero en nuestro traje tradicional veraniego. Ayer hasta los perros llevaban gabardina. Ese era el nivel.

Normal que Sara Zozaya esperara algo preocupada en el Escenario Heineken. Sus fans se arremolinaban en una carpa cercana mientras esperaban el comienzo del concierto. Mejor suerte corrieron los integrantes del Fredi Peláez Trío, cuyos sonidos nos llamaban desde el agazapado Escenario Frigo. Peláez y los suyos ofrecieron un acto atractivo con momentos tórridos, pasajes punzantes, buenos diálogos entre instrumentos y alguna que otra balada. “Porque todo el mundo sabe que los shows de jazz deben tener siempre una balada”, dijo el organista.

Volvimos al tablado de Sara Zozaya esperando que la cosa pudiera dar comienzo. Músicos y técnicos hablaban sobre un escenario en el que los elementos escénicos estaban plastificados. Mala pinta. A la media hora anunciaron por megafonía que el evento se suspendía. La preocupación se tornó tristeza en la cara de la cantante, que saludaba a los que habían ido a verle en circunstancias tan poco favorables.

En el Escenario Frigo el joven Juan José Cabillas se acompañaba de un cuarteto y una formación de cuerda para defender una de sus cuatro apariciones en el Jazzaldia de este año. Sus interpretaciones sonaron magníficas, llenas de jazz y swing, repletas de creatividad y viveza. En el parte acuoso destacaremos el paraguas que cubría a la violonchelista más cercana al borde del escenario. Además de ser un bonito detalle, deben saber que una versión profesional de ese instrumento vale más que muchos de los coches que circulan por nuestras carreteras.

El segundo turno se las prometía felices con la relativa bonanza climática. Una pausa que sacó el caracol que tenemos dentro. Decenas de personas se acercaron a los escenarios para disfrutar, por ejemplo, del buen hacer de Dan Barrett, un maestro trombonista que llenó la estancia de sonidos clásicos y elegantes. Organizing sacaron chispas de su formación de cuarteto con canciones calurosas y ritmos bien sabrosos. Javier Lopez Jaso y Marcelo Escrich sonaron como la banda más adecuada posible: temas ensoñadores, marítimos, arrabaleros y calmados. Tocados todos con gran distinción. Pero volvió la lluvia, y todo retornó a donde lo habíamos dejado. Una pena.