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Etiqueta: El Drogas

El Drogas: esta es una noche de rock and roll

63 años. 64 castañas a finales de agosto. Hay que frotarse los ojos, ajusta las progresivas y mirarlo una y otra vez en la Wikipedia para confirmar la edad de Enrique Villareal “El Drogas”. Vale que cada vez lleguemos mejor a esa edad de corte que nos lanza a la despreocupación laboral. Pero lo de este “chaval” de La Chantrea (Pamplona) es una cosa alucinante. Un detalle sobre su vigorosidad: el bolo duró dos horas y contuvo treinta canciones. Treinta. Sin apenas pausas, claro.

Por más que rebusco en mi bloc de notas del concierto no veo la palabra “tranquilo” por ninguna parte. El volumen, sin ir más lejos, fue digno de Spinal Tap. Más de uno y más de mil dejaron la explanada de Sagüés con el oído avisando del exceso puntual. Y qué decir de las composiciones musicales. En esa carrera eterna hacia la contundencia de la -formidable- banda que acompaña a Villareal, la categorización de tonadas tuvo su punto más bajo en el rock callejero de los años ochenta. De ahí para arriba, el cielo pedregoso.

Ay, el rock de Leño, Tarántula o Asfalto. Aquel estilo urbano que no anunciaba hamburguesas y llegaba reivindicativo (como el ‘Pétalos’ dedicado en San Sebastián a “Las 13 Rosas”). Unas creaciones que la noche del martes brotaron encrespadas. Txus Maraví, el guitarrista del combo con apariencia de curtido contable, moldeó el sonido de la formación para conseguir que esos cortes sucios sonaran mucho más impactantes apoyándose en los tonos agudos de su guitarra Flying V.

Repaso a la discografía “Barri”

Del repaso a la discografía “Barri”, espina dorsal de la cita del 15 de agosto, copia de la reciente gira “Barricada 40” con la que el de Iruña ha recordado sus viejos tiempos, indicar que hubo puñetazos punk (‘Barrio conflictivo’), otros cercanos a los Rolling Stones (‘Deja que esto no acabe nunca’), minutos de aire clásico guitarrero (‘No hay tregua’, ‘La hora del Carnaval’) y alguna pieza ondulante (‘Esta noche’).

La fiesta se completó con guiños al glam (‘Cuidado con el perro’), pinceladas de blues tenso (‘Tan fácil’), adoraciones sin rubor de la apìsonadora Motorhead (‘Bahia de Pasaia’, ‘Ninguna bandera’). Con recuerdos al hard rock angelino de los años 90 (‘En la silla eléctrica’, ‘Problemas’) o firmando obras de regusto australiano (‘Ocupación’). La única versión ajena fue el ‘Cumpleaños feliz’ que el grupo y los asistentes le cantaron al técnico de sonido Iñaki Ábrego.


Todo ello iluminado por un juego de luces acelerado y una pantalla que iba mostrando lo que pasaba en el escenario a tiempo real. Sumando esto y aquello nos quedó “una noche de rock and roll”: una fiesta de hitos que explotaban en los estribillos, con gente que se apuntaba a corearlo todo para acompañar a esa voz principal – ubicable entre el trago de cazalla y la gravedad del tenor- que no mostró flojera en su particular estilo. Cuando decimos cantarlo todo es literal: hubo más de una docena de canciones en las que el micro apuntó a las cabezas de los presentes. Y allí entramos todos como el toro al trapo.

Buscando una conclusión o resumen final del sentir general basten las palabras que el propio Drogas suele decir a lo largo de sus conciertos: la gente abandonó el lugar “a gusto”, destacando en sus comentarios la energía y la buena interpretación de aquellos éxitos.

Andoaingo Rock Jaialdia: Rock and Roll en la plaza del pueblo

En la exitosa nueva edición del festival musical destacaron los conciertos de El Drogas y The Hanging Stars

“Vamos a tocar un rock and roll a la Plaza Mayor”, cantaban Tequila en su éxito de 1979. Y cerca, muy cerca de la Goiko Plaza de Andoain, en la explanada de la Nafarroa, volvió a celebrarse ayer una nueva edición del Andoaingo Rock Jaialdia. Un certamen de entrada gratuita que busca acercar a esta villa guipuzcoana algunas de las formaciones más interesantes del mundo guitarrero.

El sábado arrancó con la actuación matutina de diversas formaciones musicales guipuzcoanas (Natural Project, John Dealer & The Coconuts, Ramada Inn) en distintos espacios del pueblo. Pero fue pasado el menú y la sobremesa cuando el programa sacó los galones. La banda navarra Melenas fue la encargada de cortar la cinta con el clima del caracol (lluvia y sol) sobre nuestras cabezas.

Ellas fueron la oferta más juvenil del cartel –y probablemente del lugar-. Su música llegó oscura, vaporosa, cavernícola a ratos, garajera y directa. Las canciones, de corte pop, fueron aplaudidas por un respetable que confirmó la idea de que si la banda es atractiva poco importa la hora a la que se les programe. Tras su despedida llegaron los londineses The Hanging Stars. Un grupo al que las melodías maravillosas se les caen de los bolsillos. Su country dulce y distinguido llegó vitaminado, con cierta chulería británica en los cantares (Paul Weller) y cortes que a veces eran campestres y otras más sicodélicos. Siempre con los sonidos de la Costa Oeste norteamericana (Crosby, Still & Nash) en la mente.

Tras lo ensoñador llegó lo enrevesado de la banda -gailu. Con un par de andoaindarras en su formación (Mikel y Eneko, de los Ábrego de gran raigambre en el pueblo), la propuesta del combo viajó más libre que una hoja en un vendaval. De fondo lineal y gran relevancia de una voz que buscaba la sinuosidad, sus tonos fueron del hardcore a la música de baile.

Esta crónica de urgencia viajó hacia el papel con los primeros guitarrazos del concierto de Enrique Villareal “El Drogas”. El pamplonica anunciaba una actuación en la que convivirían canciones propias con otras de Barricada, siendo la suya la presencia más urbana y cazallera del certamen guipuzcoano. Quedaban aún por salir Parlor Snakes y el nombre más afamado de la cita, The Limiñanas. El grupo francés, una formación impactante y sideral, fue el encargado de estirar el cierre del Andoaingo Rock Jaialdia hasta las primeras horas de la madrugada del domingo.

El Drogas: el eterno joven

Intérpretes: Enrique Villarreal «El Drogas» (voz y guitarra), Txus Maravi (guitarra y voz), Eugenio Aristu “Flako Txarrena” (bajo y voz), Brigi Duque (batería y voz). Lugar: Teatro Victoria Eugenia (Donostia). Día: 13/06/2021. Asistencia: lleno, unas 400 personas.

Fueron dos horas de concierto. E iban a ser tres en los primeros anuncios del evento. Nada extraño en un autor como Enrique Villarreal “El Drogas” si nos atenemos a sus últimos lanzamientos. El más reciente, “Solo quiero brujas en esta noche sin compañía”, ha sido un disco quíntuple. El anterior “Demasiado tonto en la corteza” fue triple y su contrapartida en directo (“Un día nada más”) contuvo dos CDs y dos DVDs. No le vengan a Villareal con la idea de que ahora el single es el rey del mercado discográfico que se pasará esa idea por el gorro.

El concierto de ayer comenzó disparado. No fue hasta el séptimo tema cuando el cantante saludó al público. Hasta entonces, como diría en otro momento de la noche, “poco hablar para mucho tocar”. Y vaya si tocó. 29 piezas en las que predominó el rock urbano. La mayor novedad puede ser que con sesenta y dos años el de Txantrea (Pamplona) no baje el pistón, dándole así una lección a otros colegas más jóvenes. Nada de buscar rédito de sus canciones eternas con tranquilas adaptaciones dignas de los cruceros. “El Drogas” logró imprimir más energía hasta a los clásicos de Barricada, su primera gran banda. La formación actual, impecable, ayudó a ello.

En realidad Enrique Villarreal es su propio estilo musical. Si no está en los anuarios es porque la posible etiqueta que parta de su sobrenombre no es plausible. Su voz sigue tan rota y fuerte como siempre. Con un hilo grave aireado en los momentos acústicos, que también los hay (“Al salir la luz”, “Sin lámpara”, la emotiva “Pétalos”). Y en lo sonoro mantiene las energías de “los Barri” en el trote callejero (“Animal caliente”) con viajes a los Clash (“Solo es febrero”), ACDC (“La hora del Carnaval”), el blues (“Ya no anochece igual”), Burning (“No sé qué hacer contigo”) o los guitarrazos más duros (“En la silla eléctrica”). Sin perder de vista nunca el estribillo, el centro de las canciones de estos músicos. La fiesta finalizó con un buen repaso a los éxitos de Barricada. Y la sensación de que si hubiera estirado el minutaje hasta esas tres horas que decíamos al comienzo nadie se hubiera levantado de la silla para abandonar el teatro.

Winter Festival: Un buen comienzo

Intérpretes: Zordak, Zigarros, Dr Feelgood, El Drogas. Lugar: Ficoba (Irún). Día: 22 de febrero del 2014. Asistencia: unas 500 personas. Precio: 22 euros.

Correcto estreno del Winter Festival, hermano pequeño e invernal de ese gran certamen denominado Hondarribia Blues. El recién nacido irundarra tuvo un recinto perfecto, una organización impecable y un menú similar (aunque más abierto) al de su hermano veraniego costero, con el blues y el R&B como ingredientes principales y un cartel con nombres propios en buena forma.

El único “pero”, relativo, cae a este lado de la barrera, con esos 500 asistentes a la velada. Ni es mucho ni es poco, y las valoraciones las harán otros. Pero si la celebración se lleva a cabo en un recinto multiusos el ambiente queda algo más frío – literal, te podías dejar el abrigo puesto- que si la fiesta se lleva a cabo en una sala.

Nada que achacar a Zordak, la banda local encargada de inaugurar la parranda. Un quinteto muy solvente que homenajea con su nombre al dios del sol y a las estrellas en la mitología hindú. Quizás por eso sus creaciones tuvieron tantos brazos idiomáticos (cantaron en inglés, euskera y castellano) o sonoros. Aunque si hubiera que ponerles una etiqueta, un label que pudiera servir de nexo a sus composiciones, elegiríamos la de “hard rock”. En su vertiente más tradicional. Esa que tanto caló en los arrabales rockeros castellanos en los años 70 u 80 del pasado decenio.

Tras ellos llegaron los Zigarros, cuarteto valenciano que gustó y mucho a la hora de atacar temas propios. Lástima que se desviaran en el punto de las versiones, llegando a ejecutar hasta ocho revisiones de temas ajenos. Un número demasiado elevado salvo que lo tuyo sea una banda tributo. Y los de estos muchachos capitaneados por un cantor de estética con detalles casi glam andaba más cercano al rock de Tequila o M Clan. Tal y como indicábamos, en ese terreno se movieron de manera estilosa y pudiente.

Los protagonistas de la noche, atendiendo al tirón popular, fueron Dr Feelgood. Aunque de la formación inicial ya no quede ni el chófer (se formaron el 1971, echen cuentas…) y lo más cercano a un miembro original sea el batería, que se enroló en 1983, los ya canosos ofrecieron un show intachable, lleno de enérgico blues rítmico. Qué bien tiene que sonar esto en el recogimiento de un garito, pardiez. Porque los británicos son una de esos conjuntos que mantienen la dignidad y la calidad por encima de la esperada vertiente romántico-económica del proyecto en la actualidad.

Y si hablamos de dignidad o nobleza creativa, quien mejor que el pamplonica que responde al nombre de El Drogas, encargado de cerrar una noche que casó en horario con los trenes de regreso a Donostia y aledaños. Flanqueado por una sección rítmica de corte punk y con un guitarrista, Txus Maraví, sencillamente espectacular, el de Chantrea no conoce los minuteros. Su momento pasó de las dos horas largas, y si por él fuera aún estaríamos en Ficoba agitando la cabeza. Es la némesis de Van Morrison en ese sentido.

Lejos ya de las ataduras de Barricada – a los que homenajea varias veces en el setlist-, Enrique Villarreal Armendariz sigue tirando dardos a las mil y un penurias que nos asolan estos días, con especial hincapié en la cultura y la sanidad. Vestido como si Willie Nelson hiciera un papel de ganster en “Los Intocables”, El Drogas va pleno de energía y voz rota, de cabreo y acidez, y se acerca en ocasiones a la contundencia de Rage Against The Machine o el hip hop en una fórmula bien definida: caña, caña y más caña.

Kokoshca: Iluminados

El grupo navarro acaba de editar un disco estupendo que mezcla lo lírico, la libertad estilística y el sonido popero y crudo. Esta noche lo estrenan en el Donostikluba

En eso que han llamado “underground indie”, la gente de Kokoshca siempre ha ido a su aire. Han publicado discos en sellos que manufacturaban en casa, han registrado un concierto para la iniciativa “Kafea Eta Galletak”. Y ahora llega “Hay una luz” (Ayo Silver, 2013). Un punto y aparte en su carrera. La curva que mejor han tomado hasta la fecha.

El nuevo disco (que se vende en formato inseparable de LP+CD+Descarga) es una fiesta de fin de curso ejecutada por unos musiqueros atrevidos, de esos que chupan ranas mexicanas y abusan de las luces de flash. Un álbum que pone al Lou Reed salvaje a tocar en la Cuesta de Mercaderes (ahí está su tema “El Buho” para demostrarlo). Convirtiendo a El Drogas en el Gainsbourg de La Chantrea. Escuchen su colaboración en la preciosa “Las flores del fin del mundo”. Y no piensen que se les ha olvidado construir hits: “Directo al corazón” es una suerte de Raphael a pecho descubierto en mitad de un after.

“Hay una luz” es el mejor disco de Danelectro, un modelo de guitarra con un sonido característico y muy empleado en composiciones descacharradas, crudas o garajeras, si no fuera por un pequeño detalle: No la han utilizado en la grabación.

La banda juega sin mirar el cronómetro, como bien se disfruta en el tema “Jon y Yo”. Iñaki y Amaia, los miembros fijos del grupo de Iruña, nos cuentan que es ‘una historia de dos personas que entran a un bar a pasar la tarde y mientras beben describen a la gente que está allí. Aprovechando un momento de confusión, otros asistentes narcotizan y utilizan a Jon para hacer un rito. El protagonista le rescata de sus fauces’.

Estamos ante un trabajo abierto y libertino en lo sonoro. ‘A veces pensamos que eso es negativo. Muchos grandes grupos suenan siempre a lo mismo. Los Ramones, Los Cramps. Es cierto que a menudo no hay una cohesión clara. Pero quiero pensar que si se profundiza un poco existe una coherencia sonora y estilística’. La hay, y este luminoso disco es el mejor ejemplo de ello.

Les preguntamos por su ciudad. La respuesta se puede resumir en que es ‘prácticamente lo opuesto a Donostia. Es jodido cómo con tan solo 90 km de distancia y compartiendo culturas, seamos tan diferentes. Hay grupos, pero nulo apoyo institucional, no hay salas, el público no ha desarrollado un hábito de pagar por ver conciertos, los hosteleros denuncian a otros hosteleros por programar música en directo…’. Aprovechemos la ocasión para disfrutar de ellos, ahora que aún se puede.