El grupo navarro acaba de editar un disco estupendo que mezcla lo lírico, la libertad estilística y el sonido popero y crudo. Esta noche lo estrenan en el Donostikluba
En eso que han llamado “underground indie”, la gente de Kokoshca siempre ha ido a su aire. Han publicado discos en sellos que manufacturaban en casa, han registrado un concierto para la iniciativa “Kafea Eta Galletak”. Y ahora llega “Hay una luz” (Ayo Silver, 2013). Un punto y aparte en su carrera. La curva que mejor han tomado hasta la fecha.
El nuevo disco (que se vende en formato inseparable de LP+CD+Descarga) es una fiesta de fin de curso ejecutada por unos musiqueros atrevidos, de esos que chupan ranas mexicanas y abusan de las luces de flash. Un álbum que pone al Lou Reed salvaje a tocar en la Cuesta de Mercaderes (ahí está su tema “El Buho” para demostrarlo). Convirtiendo a El Drogas en el Gainsbourg de La Chantrea. Escuchen su colaboración en la preciosa “Las flores del fin del mundo”. Y no piensen que se les ha olvidado construir hits: “Directo al corazón” es una suerte de Raphael a pecho descubierto en mitad de un after.
“Hay una luz” es el mejor disco de Danelectro, un modelo de guitarra con un sonido característico y muy empleado en composiciones descacharradas, crudas o garajeras, si no fuera por un pequeño detalle: No la han utilizado en la grabación.
La banda juega sin mirar el cronómetro, como bien se disfruta en el tema “Jon y Yo”. Iñaki y Amaia, los miembros fijos del grupo de Iruña, nos cuentan que es ‘una historia de dos personas que entran a un bar a pasar la tarde y mientras beben describen a la gente que está allí. Aprovechando un momento de confusión, otros asistentes narcotizan y utilizan a Jon para hacer un rito. El protagonista le rescata de sus fauces’.
Estamos ante un trabajo abierto y libertino en lo sonoro. ‘A veces pensamos que eso es negativo. Muchos grandes grupos suenan siempre a lo mismo. Los Ramones, Los Cramps. Es cierto que a menudo no hay una cohesión clara. Pero quiero pensar que si se profundiza un poco existe una coherencia sonora y estilística’. La hay, y este luminoso disco es el mejor ejemplo de ello.
Les preguntamos por su ciudad. La respuesta se puede resumir en que es ‘prácticamente lo opuesto a Donostia. Es jodido cómo con tan solo 90 km de distancia y compartiendo culturas, seamos tan diferentes. Hay grupos, pero nulo apoyo institucional, no hay salas, el público no ha desarrollado un hábito de pagar por ver conciertos, los hosteleros denuncian a otros hosteleros por programar música en directo…’. Aprovechemos la ocasión para disfrutar de ellos, ahora que aún se puede.
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