Saltar al contenido

Juan Luis Etxeberria Entradas

Niña Coyote eta Chico Tornado: rabia alegre

Intérpretes: Koldo Soret (guitarra, voz), Usua de la Fuente “Ursula Strong” (batería). Lugar: Teatro Victoria Eugenia (Donostia). Día: 06/01/2021. Asistencia: unas 325 personas de un aforo de 400.

Con unas canciones perfectas para quemar la nata del roscón a bailes – o con movimientos efusivos del tronco superior, que es lo que permite la nueva normalidad-, el potente dúo guipuzcoano Niña Coyote eta Chico Tornado aterrizó ayer en Donostia para presentar sus últimas composiciones. La cita en el Teatro Victoria Eugenia sirvió para engalanar la furia habitual de Koldo Soret y Ursula Strong.

La visión fue tan potente como atractiva: escenografía sobria y acopio de amplificadores, con un guitarrista/cantante y una baterísta sonando como una banda de enfadados motoristas – o gritones antivacunas, lo que más miedo les dé- . Vestidos de rojo sangre. Felices y sonrientes mientras tocaban. La ejecutante rotunda, capitana del ritmo de las galeras. El guitarrista, “tornado” peligroso como los del film “Sharknado”, se apoyó en pedales varios para completar el abanico de graves y agudos.

Entre las instrumentales destacaron la tenebrosa “Cabezacubo”, la tribal “Jungle Tornado” y la gran “Earthquake”. A la hora de cantar, quizás por el tipo de música potente y pedregosa, la voz de Soret sonó algo enterrada frente a los zurriagazos sonoros de “Hotsa” o la majestuosa “Azeri eta Herio. La versión del “White Room” de Cream fue la más melódica de la lista, más por contraste que por melosidad. En total fueron 17 canciones en una hora. Una sucesión de trallazos sin apenas palabras entre ellos, con un grupo a la faena que se despidió, mascarilla puesta, paseando por la zona de las butacas.

Publicado en El Diario Vasco

Y los conciertos volvieron a las salas

Bueno, al menos esperamos agotar el aforo”, afirmaba a este medio hace unos días con una sonrisa Sergio Cruzado, el director del Donostia Festibala, a propósito de las limitaciones de aforo que por prevención y seguridad iba a tener la vertiente trotona y capitalina de su festival en 2020.

Parada su versión magna, la que junta a miles de personas cada septiembre en el hipódromo guipuzcoano, los organizadores del evento ofertaron este fin de semana una serie de conciertos en distintos puntos de la capital. Con grupos que mantuvieron viva la llama de la cultura en emplazamientos como la sala Doka (limitada a 60 asistentes) o la Casa de Cultura de Intxaurrondo (70 personas), entre otros. Lugares que la pandemia ha reducido a la mínima expresión y que ahora retoman esta antigua labor, esperemos que no de forma puntual.

Jueves y viernes fueron los días del pop suave de Matilda o IDO, la potente frescura de Hakima Flissi o las voces tuneadas de las euskaldunas J Martina. El sábado comenzaba didáctico, con la clase magistral que el getxotarra Javier Letamendia “Leta” dio en el sótano la biblioteca Koldo Mitxelena. Una sesión a la que, que por cuestiones de seguridad, solo se pudo asistir vía streaming.

Es perro viejo el señor Letamendia, curtido tras la batería de varios grupos famosos (El Inquilino Comunista, We Are Standard). Tirando de experiencia e inquietudes acercó de forma amena y sencilla conocimientos sobre las grabaciones, los secuenciadores, los teclados MIDI, los “tempos” de los estilos musicales antiguos y modernos, los conectores que necesitas para grabarte un disco en casa, las formas de colocar los micrófonos en las actuaciones o las ventajas que ofrecen los aparatos modernos más asequibles. Uno puso cara de pasmo al ver lo fácil que podía llegar a ser controlar la máquina de humo a través de una conexión con un instrumento digital.

La tarde debía proseguir con las actuaciones a cielo abierto, en la terraza de Tabakalera, de los grupos rockeros indies Lemy River y Venturi. Pero como nunca llueve a gusto de todos – meses llevaba la ciudad sin chaparrones y ayer cayeron unos cuantos-, el clima hizo que los eventos se trasladaran al escenario situado en la cuarta planta del edificio.

Unos nubarrones que no afectaron al resto de la jornada. En la sala Doka del barrio del Antiguo se celebró la cita rockera del certamen, con Gatibu y Ezpalak en el cartel. Los primeros, una de los bandas más relevantes del panorama vasco, se acercaron a Donostia con una formación adaptada a los tiempos: batería casi acústica, voz y guitarra. Repasaron sentados temas de distintos momentos de su discografía buscando, en palabras del cantante, “ofrecer una invitación al disfrute en estos días complicados”.

Lo de Ezpalak fue impresionante. Rock enérgico y elaborado con muchísimo gusto. A ratos un poco punk, otras tirando al ska y casi siempre sonando como un golpe en la cara. Con un cantante pleno de energía bien acompañado a los coros. Por momentos parecían los Foo Fighters presentándose al concurso de maquetas de Euskadi Gaztea. Profesionales y contundentes, los cortes de su futuro disco sonaron fantásticas. Fueron el descubrimiento del Festibala.

Este Donostia Festibala 2020 de apaños e ímpetus, de ilusiones y cultura en vivo, finalizaba con el set del rapero malagueño Foyone en Intxaurrondo. Su hip-hop combativo bien pudo ser el mejor ejemplo de un gremio, el musical, que pelea para poder seguir ofreciendo su arte en estos tiempos tan difíciles. El festival volverá el año que viene, si la cosa no se tuerce mucho, a su emplazamiento habitual del hipódromo lasartearra. Pero se agradece el esfuerzo de los organizadores (se agotaron las entradas para casi todos los actos) por volver a reactivar la música estos días de geles, asientos y mascarillas.

Publicado en El Diario Vasco

Txikijazz: la música que amansa las fieras

Sara Mansilla y Los Juanes cerraron ayer este ciclo de conciertos de enfoque familiar

El Jazzaldia cuenta con un proyecto llamado Txikijazz en el que las familias comparten y aprenden disfrutando de la música. Adaptada este año a las necesidades de seguridad de la COVID, la propuesta ha perdido las actividades lúdicas centrándose, que no es poco, en la oferta de recitales familiares.

No es casualidad esta última frase. Las actuaciones eran sólo para familias con niñas y/o niños. En la entrada se colocó un filtro que impedía el paso a quien llegaba al lugar de forma individual o sin churumbeles a su cargo. O dicho de otra forma, priorizaba el acceso de los grupos. Porque el examen fue relajándose con el paso de los minutos y unos y otros accedieron sin problema al lugar. El abrasador domingo comenzó flojo en este escenario situado en la trasera del Kursaal para ir animándose hasta conseguir llenar la mitad de su aforo, dispuesto para 300 asientos.

Frente a sillas y humanos se colocaron la cantante Sara Mansilla y Los Juanes para animar la gala mañanera. Voz, saxofón y guitarra tocando muchos palos de forma resolutiva y refinada. Arrancaron con el clásico de Nina Simone “My Baby Just Cares For Me” (“mi pareja se preocupa por mí”). Y quien sí se preocupó por nosotros fue la organización del Jazzaldia. Los promotores solicitaban el nombre y el apellido en la entrada para contar con un registro de asistentes. Escondieron las mesas para que mayores y pequeños se sentaran en fila por grupos, bien distanciados entre sí. Como en el resto de pases terraceros que se suceden por la tarde, no se podía estar de pie y cada asistente debía ocupar el asiento que le indicaban sin poder moverse por el recinto. Esto fue especialmente complicado para los más jóvenes, pero todos cumplieron las normas a rajatabla. Atentos a ratos, pero siempre educados en estas cuestiones que les imponen los mayores.

Sara Mansilla, una especie de Amy Winehouse sana y pulcra, cantó piezas propias (“On Your Own”, “Better Place”) y ajenas, decantándose por un soul insinuante y un jazz-blues que le sentaba como un guante. Ralentizó el “Wiked Game” de Chris Isaak hasta dejarlo en un susurro, cantó en euskera (“Back To You”) y desplegó mucha elegancia vocal en cada uno de los cortes interpretados. Una buena despedida para una sección del programa tan necesaria como agradecida.

Publicado en El Diario Vasco

Joseba Irazoki Eta Lagunak: una gran sobremesa de cierre

Intérpretes: Joseba Irazoki (guitarra, voz), Ibai Gogortza (guitarra), Jaime Nieto (bajo), Felix Buff (batería). Lugar: Teatro Victoria Eugenia (Donostia). Día: 26/07/2020. Asistencias: unas 250 personas

El Teatro Victoria Eugenia despedía su programación del Jazzaldia con la actuación de Joseba Irazoki y sus amigos. Puede que Irazoki no cuadre en el género musical que da nombre a nuestro certamen veraniego. Pero es difícil encasillar al de Bera en una definición.

Puede ser rock, pero no solo eso. Puede ser experimental, pero acercándose a la melodía. Puede ser un estilo duro contrastado con vaporosos espacios. Mas puede cantar, pero prefiere la instrumentación. Irazoki es un guitarrista especial, o espacial. Y se destapa con su cuadrilla de socios. Músicos de altísima calidad que han sido parte de formaciones como We Are Standard, Borrokan y Willis Drummond. Realizadas las genuflexiones de rigor pasemos a confirmar que la mezcla de unos y otros fue realmente fantástica.

Salió la banda entre aplausos y Joseba Irazoki, con una camisola de escorpiones que ya anunciaba que nos iba pinchar su veneno sonoro, agradeció la posibilidad de poder actuar en el lujoso teatro. Arrancaron con “Inuxente bortxatua”, pieza embrujada con timbales que anunciaban tormenta y devinieron en todo un chaparrón de guitarrazos.

Le siguió el corte “Lucio eta Durruti” dedicado en parte al recientemente fallecido Lucio Urtubia y cuya letra incluye una loa a la librería donostiarra Kaxilda. El momento tuvo una larga progresión espasmódica, pinceladas arabescas y una contundente sección de rock “motorik” (el ritmo utilizado habitualmente por combos “krautrock” como Neu! y Kraftwerk). Puede resultar una amalgama de estilos y etiquetas, pero en manos de Irazoki todo se une, se fusiona y se mezcla con una naturalidad exquisita. Solo él sería capaz de ligar una salsa de pescado a un filete y que la mezcla nos resultara primorosa.

“Lehiakortasuna” nació con una telaraña sónica y una voz principal narrada para luego acercarse a la contundencia de Lisabo y realizar un estribillo de los que se cantan puño en alto. “Gezurrezko Bizia”, firmada por el batería Felix Buff, tuvo instantes de trance indio. Un embrujo tribal que fue corriendo hasta la contundente ración final. “Ahotik ahora” se inició dulce, llena de ruidos de fondo, para acabar explotando en un fuerte ritmo “stoner”. El cierre fue tremendo, con todos los músicos compenetrados en el vendaval. En este punto Irazoki superó un problema con la correa de su instrumento con estilo, demostrando que en ocasiones “crisis significa oportunidad (de escuchar nuevas partes improvisadas)”.

En el contenido tema “Gose haizelarik” sonaron deliciosos tanto el juego de voces reverberadas, espectrales y sugerentes como el sonido de órgano realizado con los efectos de guitarra. “Enpate” y sus intrigantes ritmos fueron lo más bailable del set. “Dantzarik” defendió el gusto de la banda por la improvisación. Y “Zu al Zara?” se alzó con el premio al tema más directo de la jornada. Una canción fantástica que cantada por Kim Gordon no desentonaría en el disco “Goo” de Sonic Youth. Tras ella llegó “Salbatzaileak” y las cuerdas se solaparon con la voz en un efecto sinuoso que acabó en el enésimo raquetazo en el morro.

Hasta aquí el concierto propiamente dicho. Pero una banda como esta no puede hacer un bis al uso. Sería algo indigno. Por eso eligieron como regalo final dos canciones curiosas. La versión acelerada del “Gansterrak operara doaz” de los reivindicables Jupiten Jon y la propia “Dantzarik zailena…zaldi dantza”. Tu última interpretación, una pieza prácticamente instrumental que arranca como un disco de Jimmy Hendrix y sigue como un rock de carretera. ¡Dónde se ha visto eso! Yo se lo digo. En Joseba Irazoki eta Lagunak, una de las mejores bandas que pueden ver en la actualidad.

Publicado en El Diario Vasco

Mikel Azpiroz: el tercer mosquetero

Intérprete: Mikel Azpiroz (piano). Lugar: Museo San Telmo (Donostia). Día: 25/07/2020. Asistencia: lleno, unas 150 personas.

El último de los madrugadores pases que el Jazzaldia había dispuesto en el Museo San Telmo dentro de su ciclo “Piano Solo” fue el dedicado al donostiarra Mikel Azpiroz: el tercer mosquetero donostiarra en la edición de este año tras los variados actos del premiado Iñaki Salvador y la eclosión de Paul San Martín en este mismo espacio la víspera.

Tras el anuncio de los consejos sanitarios por megafonía (mascarillas, geles, todos quietos en el asiento “para que el festival sea una experiencia saludable”) el líder del combo Elkano Browning Cream tomó asiento. Frente a él un piano Steinway, colocado en un lateral del claustro y con los espectadores ocupando los pasillos. Sus primeras palabras anunciaron que el evento -compuesto por obras extraídas de sus calmados discos “Gaua” y “Zuri”- no contaría con pausas entre temas.

La selección musical fue de menos a más en cuanto a concreción y vivacidad, con muchos momentos para la evocación de imágenes y el disfrute con los ojos cerrados. “Jolasean”, “Gaur Hemen”, “Eulieta”. Bellos aires marítimos que te transportaban a los pesqueros de Terranova. Pasajes de película muda. Domingos de alboradas radiantes. Teclas románticas pulsadas con suavidad, espaciando con elegancia los espacios entre los golpeos. “Gaueko Arimak”, “Agur Hank”. Saltos latinos y el “blues” y la tradición vasca comenzando a inundar el ambiente. Con el mundo exterior (recogida de vidrio para reciclar, peleas de gaviotas) sabiendo colarse entre las melodías como complemento costumbrista. “Sararen Dantza”, “Horizontera”. Visitas a Iparralde, tonos graves, inspiración sutil y ensoñadora. Un autor que en este punto demostró gran concentración frente a las cercanas instantáneas que le sacaba el fotógrafo oficial. “Aingeru Saltaria”, “Mari”. Soplos de canción francesa y de amaneceres apasionados.

La lista fue cogiendo ímpetu con los minutos más netamente “blues“ de la mañana (“Sugaar”) y las gotas de pop (“Zuri”). El aplauso del público le animó a tocar un bis, estrenando una pieza titulada “Garai Onak”. Esos “buenos tiempos” a los que alude ese título suenan complicados estos días. Pero si hablamos de la expresividad y el arte que Mikel Azpiroz demostró en este Jazzaldia no podemos dudar de que, más que buena, esta época es excelente.

Publicado en El Diario Vasco

Jazzaldia 2020: la tarde en la que destacó el euskera

El pop íntimo de Sara Zozaya y la fiesta vocal de Les Fous brillaron en las terrazas del Jazzaldia

Con Les Fous es sencillo disfrutar del “Día de la Marmota“ que suelen ser los distintos pases de estos certámenes festivaleros. Su actuación del pasado jueves 23 fue una gozada, y la sensación se mantuvo el sábado en este nuevo momento de gloria de la música vocal. Santi Romano, Noa Eguiguren y Otxi volvieron a mostrarse dinámicos, cercanos, positivos, parlanchines y animosos. Voces que se apoyaron en un piano que si se rompe no supondrá la cancelación de ninguno de sus eventos: las tres gargantas y sus buenas modulaciones se bastan y se sobran para llenar todo el espacio escénico.

Volvieron a lanzar dedicatorias como los Reyes Magos reparten caramelos, recordaron a sus grupos preferidos (Andrew Sisters, Ed Sheeran, Itoiz), pisaron bandas sonoras (“Ha nacido una estrella”, “La La Land”), presentaron temas propios y cantaron piezas creadas durante el confinamiento. Su pop baladista encontró buen acomodo entre el público, mientras reiteramos el deseo de que hagan más canciones en euskera. Su “Orain bai” fue de lo mejorcito de la soleada tarde.

Concepto idiomático que también queremos destacar en el caso de Sara Zozaya. De todas sus obras oscuras, calmadas, oníricas y sombreadas nos quedamos con las cantadas en vasco. En “Benetan” nos encantó el pregrabado de Benito Lertxundi, los efectos de la guitarra y la voz evocadora de la cantante, muy cómoda en registros altos. A “Lili” le sentaron muy bien las voces tratadas, mientras “Aingurak” sonaba tan bailable como oscura y potente, acercándose al post rock.

Zozaya, ayer en compañía de Antton Goikoetxea a la guitarra y Asier Renteria al bajo y los teclados, trabaja un pop de autor que a veces te lleva a un bosque de claroscuros (“Worms”) y otras te tumba en una letanía tranquila (“Shadows”). Con “Take A Breath” y su precioso estribillo sacó su lado más esperanzador. Y el cierre arabesco de “Owltro” metió nuestros pies en el rock nórdico. Una creadora distinta que con cada disco (presentaba su último lanzamiento titulado “(I)”) va dibujando un camino cada vez más especial.

Y hablando de días de la marmota, el norteamericano Sean Clapis y su socio Javier Moreno repetían escenario y hora en la festiva jornada de Santiago Apostol. Eran las nueve en punto de la noche cuando el dueto afincado en Madrid volvió a hacer vibrar a los asistentes con su jazz contagioso, acelerado y emotivo.

Lejos del foco de estas letras quedó el cierre del sábado festivalero con el grupo Matilda. La formación está capitaneada por la beasaindarra Maria Amolategi, cantante en su día del grupo “Sugan” y participante de la segunda edición del programa televisivo “La Voz”. Llegaban en formato trío, con el añadido de un teclista, para musicar la penumbra donostiarra con sus suaves piezas de folk-pop mainstream.

Jazzaldia 2020: bienvenidos a su bar favorito

Las terrazas ofrecieron nuevos pases de bandas que se adaptan como un guante al festival

Para que la Ibiza de los atardeceres que es el Jazzaldia 2020 funcione hace falta que la máquina esté bien engrasada. Un equipo de 35 personas se encarga de gestionar las necesidades de los espectadores en esta zona abierta del Kursaal. Unos te guían al asiento, otras te venden camisetas y “mascarijazz”, aquella sirve el refresco y este limpia la mesa tras cada uso.

El donostiarra Mikel Ezkerra es parte de este personal interno. Un guardia de seguridad joven y tranquilo. Una calma que sobrevuela la zona. El ambiente familiar, los “grupetos” en modo vacacional y los oyentes individuales ayudan a que todo sea como el Mediterráneo en sus oleajes. “No hay problemas reseñables. La gente es muy educada, si tiene que hacer cola la realiza con paciencia. Estos días no hemos tenido ningún encontronazo. A ver si el fin de semana se mantiene la tónica”.

Las terrazas estuvieron a pleno rendimiento. Todos los visitantes entraban con mascarilla y muchos la perdían al sentarse en la silla. Y a los que no les apetecía esperar para acceder al sector festivo tiraban para el pretil del río. Desde allí escucharon la música de los grupos programados por el festival veraniego.

La de ayer fue una tarde de repeticiones. Como cuando entras en tu bar favorito y vuelven a poner el disco que tanto te gusta. Esa insistencia no tienen porqué ser mala. Mucho menos si hablamos del Jazzaldia. Conecction Trío, Around Midnight y, cómo no, Randy Greer reincidían en la trasera de los cubos, con el Sean Clapis Dúo como principal novedad de la plancha.

La jornada arrancó con el trío que era dúo, Connection. Su jazz sonó académico, oscuro, alambicado y tranquilo en sus revueltas. Su visita volvió a ser óptima para quienes buscan los instantes más puristas del Jazzaldia. Anunciaron nuevo disco como “Nolan Trío” para finales de este año y se despidieron con el “Time Remembered” de Bill Evans.

El pase de las siete de la tarde cayó en manos de Around Midnight, tres chavales recién graduados de Musikene con ganas de agradar. Y bien que lo consiguieron. Sus tonos fueron “ricos y suaves”, como cantaba Ricardo Mejía. Con gusto por lo brasileño y lo amable. Vaporosos como los nebulizadores que refrescan los ambientes. Con una nocturnidad ayer inviable bajo el sol y una ligera alevosía en las partituras. Sus momentos más acertados se entrelazaron con el sonido de las olas, compartiendo con ellas el efecto placentero.

A Sean Clapis Dúo le aplaudieron hasta en las pruebas de sonido. Arrancaron puntuales a las nueve, y guitarrista y contrabajista se pegaron un alborozado y bien dialogado viaje por el pasado más vivaracho. Bien cantado por el norteamericano que da nombre al grupo, un autor que tocaba la guitarra con las mascarilla colgando del clavijero, notas y acordes viajaron a gran velocidad en unas piezas que sonaron cariñosas, añejas y gustosas.

Publicado en El Diario Vasco

Jazzaldia 2020: un sol de voces

El grupo más sencillo, el que menos instrumentos llevaba, fue casualmente el que mejor se adaptó ayer a la nueva normalidad del festival. Los guipuzcoanos Les Fous, un grupo prácticamente vocal, ofreció un fantástico concierto en un día soleado a rabiar. Con unas sombrillas que eran un auténtico objeto de lujo y una brisa que refrescaba las camisetas, las terrazas no pararon de aplaudir a esta agrupación tan poco habitual. Su set lleno de dinamismo lo mismo te anima un Jazzaldia adulto que te entretiene un Txikijazz.

Santi Romano, Noa Eguiguren y Otxi llegaron acompañados de un piano eléctrico y las apariciones ocasionales de la pandereta y un diapasón con el que pillaban el tono. Con unas canciones con gusto por las baladas melódicas y el pop de toques épicos, estrenaron temas realizados en la cuarentena (el acertado “Orain bai”. Una pena que no hagan más piezas en euskera) y homenajearon a sus grupos preferidos: de las Andrew Sisters hicieron un “medley” que incluyó los cortes “Rhum and Coca Cola” y “Sing, Sing, Sing”. Jugaron con los efectos para interpretar el “Shape of You” de Ed Sheeran y se lucieron con la revisión de “Shallow”, la obra que Bradley Cooper y Lady Gaga interpretaban en la película “Ha nacido una estrella”

Hubo dedicatorias a cascoporro, entre las que destacaremos la ofrecida a Luis Alberto Izaguirre, viejo conocido de la escena local dado que graba muchos de los conciertos que estas bandas ofrecen en la ciudad para luego subirlas a internet. Las dos chicas y el chico de Les Fous despidieron su momento con el clásico “Lau Teilatu”.

El Jazzaldia es eso que pasa entre las actuaciones de Randy Greer”, dijo con humor un espectador cercano nada más comenzar el acto musical del autor mencionado y sus socios valencianos. Greer se lleva este año el premio a la hiperactividad festivalera. Cuatro serán los momentos en los que el trío capitaneado por la voz de este norteamericano se subirá a los escenarios situados en estas terrazas. Pasean más por la zona que los epidemiólogos por nuestros televisores

Pero lo suyo no es una murga ni una chirigota. Los recios y cálidos tonos de Randy Greer se pusieron un traje de “crooner” para atacar con elegancia clásicos del jazz y otras músicas cercanas. Con un teclista sobresaliente y varios apuntes remarcables del saxofonista, el trío ofreció visitas a las partituras de Duke Ellington o Johhny Mandel (“The Shadow Of You Smile”), destapándose en el clásico “Let´s Fall In Love” que popularizaron Ella Fitzgerald y Frank Sinatra. Con varios momentos en los que el swing se puso tontorrón hasta acercarse al vals. Fue un concierto de jazz romántico. “Ideal para parejas”, que dirían en las agencias cuando te quieren vender un piso algo encogido.

Mientras ellos disfrutaban nosotros echábamos en falta algo de crema solar para el cogote, que ayer arreciaba la solana. Pena de no tener a mano una visera del desierto. Esperamos que el próximo año la organización se anime a colgar este elemento en la tienda oficial. Un tenderete en el que, al menos hasta ayer, destacaban las ventas del producto estrella de la temporada: las mascarillas.

Celia Abanda, al cargo del chiringuito, nos contaba las bondades de la misma. Lavable, sin filtro, hidrófuga… Los tapabocas y las camisetas siguen siendo lo más demandado. “Hay mucha gente que se compra las T-shirts oficiales todos los años, las colecciona”, nos contaba Abanda mientras echábamos un vistazo a las preciosas postales en tamaño A5 que recogían los carteles de las cincuenta primeras ediciones del Jazzaldia. El programa continuó con la dulce actuación de Los Juanes mientras estas letras viajaban hacia a la imprenta tras una estupenda velada diurna…

Publicado en El Diario Vasco