Saltar al contenido

Categoría: Reportajes

Will Johnson: El antihéroe folk Will Johnson actuará esta noche en Donostia

Will Johnson: El antihéroe folk Will Johnson actuará esta noche en Donostia.

A algunos el arte se les queda pequeño. Tan pronto cantan canciones increíbles como actúan en películas o realizan exposiciones de sus pinturas. El norteamericano Will Johnson, que visita hoy el Convent Garden donostiarra, es uno de estos “hombres del renacimiento”. La excusa es la presentación de “Hatteras Night, A Good Luck Charm”, su quinto álbum en solitario tras las distintas publicaciones bajo el nombre de Centro-matic y South San Gabriel o las colaboraciones con el difunto Jason Molina. Por si la lista se les queda corta, apuntar que también montó Undertow Orchestra con David Bazan, Vic Chesnutt y Mark Eitzel.

En “Hatteras Night…” la melancólica expresividad de Johnson vuelve a cantarle a los antihéroes con una narrativa tensa decorada de artificios (“Heresy and snakes”), fondos de folk norteamericano sentido (“Predator”) y otros tormentos modernos (“Every Single Day Of Late”) similares a los de aquellos Monsters Of Folk con los que este Will se fue de gira a la batería.

El nuevo CD – disponible en willjohnson.bandcamp.com – cuenta con una producción intimista tendiente a la “crudité” que conjuga coros y ”steel guitars” con ese entonar emocionante y maravilloso que podremos degustar en esta actuación en solitario, algo habitual en sus giras. “Me encantaría poder actuar con banda por aquí, pero no puedo financiarlo”, dijo en el concierto del 2015 celebrado en el capitalino Bar Bukowski. La emoción vivida aquel día invita a seguir acudiendo a sus citas con gustosa devoción.

Goat girl: sangre fresca

Las británicas protagonizan el cartel de bandas emergentes que hoy actúan en Donostia.

Aviso a los “hipsters” que andan aireando acreditaciones cinéfilas por la capital donostiarra estos días: perderse hoy la cita del Jagërmeister Tour en la sala Dabadaba penaliza en su tarjeta de puntos. La bebida del ciervo ha determinado que San Sebastián sea una de las paradas de su gira musical. Un proyecto que busca difundir las bondades de formaciones desconocidas para el gran público. La lista de anteriores ediciones les da la razón en sus selecciones: Vulk, Baywaves, Juventud Juché, Siesta!,…

Para este año el menú triple se abre con las británicas Goat Girl, la primera banda internacional de esta propuesta publicitaria sonora. Cuatro chicas cabreadas que reflejan sin decoros el desencanto de la juventud inglesa. La imparable maquinaria promocional británica ya habla de ellas como una de las bandas más destacadas de la escena, con unos primeros temas que mezclan a L7 con Elastica.

Lo del grupo La Plata es un viaje submarino hacia La Nueva Ola española. Uno dudaría si los temas del EP “Un atasco” son del año 1982 o de hace unas horas, con esa querencia mimética hacia las producciones sintéticas. A su favor una vitalidad no vista en aquella década y un refuerzo popero en los estribillos. La tercera en discordia, FAVX, viaja con la etiqueta de punk gritón y se acerca a las rabias de Ty Segall y los Sonic Youth que ensayaban en el garaje de sus padres. “Born in the 90´s” es su tema estrella, y ya han actuado en barrizales de renombre como el festival Fuzzville de Benidorm.

Katiuska Festibala

Dicen que en Donostia el verano es un sinvivir porque debes salir de casa con tolla, jersey, chancletas, chubasquero, bañador, rebequita, zapato cerrado y paraguas. Quitando los elementos netamente veraniegos, que el frescor del viernes no invitaba a llevar sugerencias textiles, el resto del paquete bien podría haberse entregado a los asistentes a la primera jornada del Kutxa Kultur Festibala celebrado ayer en el hipódromo de Lasarte.

Pack en ristre nos dirigimos al transporte público que nos iba a llevar al espacio de conciertos. Los viajes no son tan dedicados como antaño. Así, el nerviosismo y la felicidad cómplice de quienes subían a Igeldo en una de aquellas lanzaderas viajan ahora diluidos en un tren o un autobús que acoge también el regreso a casa de los currelas, el fin de la jornada estudiantil y el retorno de los ciclistas que se han pegado una paliza. A cambio, el recorrido deja de estar focalizado en Donostia para extenderse hasta Tolosa, Zumaia e Irún. Fue divertido intentar adivinar quienes iban al evento, una especie del “”quién es quién?” versión festival vasco. ¿Lleva botas?¿Va de ropa técnica o de noche?¿ Va en un grupo animado de gente?

La entrada al recinto se realizó sin mayores problemas. La zona verde que dominaba el área abierta por donde habitualmente compiten los jamelgos se presentaba asequible pero se fue embarrando con el paso de los aguaceros ocasionales, los cuales parecieron aguantar hasta el inicio de los actos para hacer acto de presencia. Los acordes de los guipuzcoanos Havoc sonaron regios mientras la gente se cobijaba cuando el agua hacía acto de presencia.

Zapatos de zarzuela

La gente se sobrepuso a la realidad con humor. Que los chaparrones sean una faena o un acto que añade tintes épicos al momento es cuestión de la vitalidad y la edad del encuestado. Atenta a los guitarrazos del artista local nos topamos con Marta Lorenzo, una donostiarra embutida en unas Hunter a la que no le faltaba chispa en el tema de las denominaciones alternativas. “Hemos venido preparadas para la fiesta. Ni ´kutxakultur´ni gaitas, este es el primer año del Katiuska fest”. Por cierto, ¿Sabían que el nombre de ese calzado viene de una zarzuela de los años 30? La obra se titulaba ‘Katiuska, la mujer rusa’ y la protagonista principal aparecía en escena provista de unas botas altas de media caña, las cuales recordaban a las utilizadas comúnmente en los días de lluvia.

La zona de ferias prevista no llegó a montarse. Pero la gente siempre le ve cosas positivas a las ausencias. “ Ahora, tras las lluvias, también podríamos montar peleas en el barro”, nos cuenta divertido el lasartearra Gorka Lopez, quien ya más serio nos confirma que ya sabe que el K.K.F. se caracteriza por la ausencia de actos vandálicos.

Comida rápida en formato camión

Nos aventuramos a la zona de “food-trucks” que iba a saciar nuestros ardores alimentarios y, de paso, darnos cierto descanso musiquero. Shawarmas, sushis y sandwiches ocupaban el lugar. Lo que viene siendo la comida rápida de toda la vida, pero en formato sano y elegante.

Recuerden, eso sí, que en el Kutxa Kultur Festibala nada se apoquina con dinero contante y sonante. En este festival todo se paga con la pulsera “cashless” que dan al acceder al recinto. Un brazalete que además sirve para entrar y salir del hipódromo. Las cargas de la dichosa son sencillas a rabiar. Otra cosa son las descargas. “Un saco sin fondo. No consigo llevar las cuentas nunca bien con estos modernos sistemas”, nos dice un joven farrero que prefirió no identificarse.

La música no fue la única de las artes que se desarrolló en el estadio deportivo. #LiveArt fue la propuesta de los artistas Amaia Arrazola y Txemy, creadores que realizaron en riguroso directo dos enormes murales a ambos lados de la pista principal. Y para pintas modernas -y creatividad con las tijeras-, las que nos podía dejar el barbero presente. Landry Agres, peluquero de la selección islandesa en la Eurocopa de 2016, ha instalado su salón Milk San Sebastián para todo el que quiera cambiar su look durante el certamen. No vean el tirón que tenía.

A su vera tiendas de joyas, diseño, cerámica , piezas decorativas de cemento y stands de chulos carteles o fotografías de la Norteamérica profunda se repartían la zona más cubierta del Kutxa Kultur Festibala. Y el stand oficial del evento, claro. Donde pudimos adquirir una camiseta para poder demostrar con el paso de los años y los lavados aquello de “¿Recuerdas aquél primer año de Lasarte? Pues yo estuve allí”.

Jazzaldia 2017: Una despedida de ricos colores en las terrazas

Las terrazas volvieron a llenarse con las últimas propuestas gratuitas del Jazzaldia.

Finito. Kaput. C’est fini. Se acabó. Agur Jazzaldia 2017. Los análisis y valoraciones oficiales llegarán esta misma semana, cuando los responsables salgan en rueda de prensa hablando de los momentos más destacables y los pequeños detalles mejorables. Pero eso no evitó que, llegados a la recta final de festival un martes de Santiago, la gente muy paseada por “Frigos”, “Heinekens” y “Cocacolas” fuera dejando caer las cosas que más le habían gustado. Su particular “porra” de grupos musicales.

The Pretenders fue, como era de esperar, la palabra más empleada a la hora de hablar de los conciertos gratuitos de las terrazas y la playa. Más allá de los miles de espectadores, que los hubo, Chrissie Hynde y su banda dejaron un buen sabor de boca. En segundo lugar aparecíó Ray Gelato. Tampoco fue una sorpresa. El alegre y simpático trastear de su combo fue bien recibido a cualquier hora.

Cerca del top se coló la monstruosa creatividad de Uri Caine y la calidad de Ernie Watts, jazz de alto voltaje al alcance de todos los espectadores. Potente fue lo de Anne Meredith, un pelotazo colorido y especial que añadió modernismo al certamen. También se habló de la charanga neoyorquina Lucky Chops (aerobic musical de éxitos pop norteamericanos) y sus primos navarros, la Broken Brothers Brass Band. Formación esta última que ha animado las calles de la urbe durante estos días.

Exitosas bandas locales

No fueron los únicos autores cercanos alabados. Porque también hubo bandas con denominación de origen local que calaron en la gente más que la lluvia: Grande Days, Luma o los distinguidos Ghost Number & His Tipsy Gypsies (1700 espectadores la víspera, ahí es nada) fueron algunos de los nombrados.

Precisamente esta última formación realizó su último pase ayer en la sección que el establecimiento FNAC ha tenido en la zona del Kursaal. Como era de esperar, la carpa se quedó pequeña ante una agrupación que se encogió en el escenario. Pura física. No entran seis músicos en tan pocos metros cuadrados. Pero como parece que los ejecutantes tienen un cuerpo de heroica elasticidad, los chicos y chicas de Ghost Number supieron ponerse de canto y poner en danza a los asistentes, que aplaudieron todas y cada una de las melodías escuchadas. Su vitalidad se antojó ideal para el anubarrado día.

Jazzaldia 2017: El brillo que atraviesa las nubes

Ernie Watts brilló con luz propia en la inestable tarde de ayer en el Jazzaldia

A las seis y media de la tarde un cohete lanzado desde la cercanas fiestas de Sagüés hizo de oficioso chupinazo festivo, dando arranque a los conciertos que durante la tarde del lunes se celebraron en la zona gratuita del Jazzaldia, las terrazas situadas en la trasera de los cubos del Kursaal.

Ernie Watts y los suyos, quién sabe si influidos por ese fuego artificial, empezaron como un cohete para no bajar el pistón (de calidad) en ningún momento. El clima dichoso de nuestra tierra y el hecho de ser un lunes de puente, no estrictamente festivo, pareció atraer a menos gente a la zona, que presentaba a pesar de todo un estupendo aspecto.

Espectadores que no dudaron a la hora de emplear métodos manuales para limpiar las sillas mojadas del lugar y poner sus posaderas en ellas. Unos visitantes que, lejos de lanzar sus miradas al horizonte buscando un rayo de sol que mejorara aún más la estancia, oteaban el cielo para jugar a meteorólogos de Fórmula 1. Ya saben, esos profesionales que intentan decir en qué minuto va a llover sobre una zona concreta. Quienes apostaran por las 19:05 en la categoría de “sirimiri” y las 19:20 en el apartado “chaparrón vasco” se llevaron el gato al agua. Este segundo capítulo tuvo incidencia en el trascurrir de los conciertos, como leerán más adelante.

Impresionante Ernie Watts

Pero volvamos a Ernie Watts. Su formación ofreció un concierto impresionante. De esos que demuestran que el Jazzaldia no guarda sus lujos sólo para los escenarios de pago. Watts estuvo soberbio, tremendo en sus solos, elegante siempre en los pulsos y fantástico junto a sus socios: Christof Saenger (piano), Rudi Engel (contrabajo) y Heinrich Koebberling (batería). Son nombres, los de los músicos, que tendemos a dejar de lado en estos artículos por problemas de espacio. Pero sirva esta mención para todos esos autores y ejecutantes que han participado en esta gran edición del festival.

Jazzaldia 2017: Un chaparrón de actividades para los más pequeños

El mal tiempo no deslució la última jornada del Txikijazz, la rama del Jazzaldia dedicada a los niños y niñas.

El “feel like a donostiarra” que ocupa toda la parte trasera del bus turístico de la ciudad mostró otras de sus posibles acepciones ayer: la de ir por nuestra capital plastificado cual profiláctico, sin alejarse de las zonas de la acera más cercanas a los portales. Disfrutando de esa lluvia horizontal, uno de los elementos que más ha hecho por la autoregulación del turismo de nuestra urbe. Así vimos, impermeables al desaliento y la lluvia, a los distintos “grupettos” de turistas. Mayoría de paseantes frente a unos lugareños que ya se conocen el percal y suelen esperar un rato antes de echarse a la calle.

“Segurolas” como somos atendimos a la cuenta de twitter del festival antes de intentar cruzar el puente que nos iba a llevar hasta las terrazas del Kursaal, espacio donde se celebraba el Txikijazz, la iniciativa pensada para que padres e hijos compartieran y aprendieran disfrutando de la música a través de diferentes conciertos y actividades. “Todo en orden. El programa sigue según lo previsto”, leímos entre sus mensajes oficiales. Diluviando como estaba, la teoría de que en el Jazzaldia son anfibios pareció tomar cuerpo con estas frases.

Actividades a cubierto

La organización tuvo a bien mover parte de la programación al foyer del cubo grande de Moneo, que tampoco es plan dejar a 500 niños en la cama con gripe como recuerdo “txikijazzero”. Así, los pasillos que rodean el auditorio cobijaron a centenares de niños. Buena parte de esos “clientes” eran integrantes de los distintos udalekus o “grupos de gestión de nenes mientras los padres que no tienen tantas vacaciones como ellos deben currelar”. Alcoyano el buen hacer de los monitores. No todo el mundo es capaz de gestionar semejante jauría de energía.

En unas mesas los niños se hacían chapas con los distintos motivos del cartel del Jazzaldia. Un poco más allá jugaban a pintar cartulinas sin salirse del borde. Y en la siguiente mesa lo que coloreaban eran camisetas. Cerca de ellos había un par de bancos para los padres que esperan, como cuando los chicos vamos a las tiendas de ropa.

Una de las actividades de mayor éxito era un pintacaras temático para amantes de la música en el que, y citamos textualmente las palabras de la presentadora del Txikijazz, “los niños se pueden convertir en estrellas de rock por unas horas, la que dura la pintura en su cara”. Sin comerlo ni beberlo la chica bien pudo haber dado la definición de más de un grupo musical adulto.

Jazzaldia 2017: Un domingo soleado

Los grupos contaron con una abarrotada asistencia a sus conciertos en la zona gratuita del Jazzaldia.

El Jazzaldia llegaba a su ecuador con el sol como aliado. El astro luminoso – de los otros, los musiqueros, ya ha habido varios durante estos días de Festival- se instaló en la ciudad tras varios días semioculto, convirtiendo el domingo en “día de descanSol”. Más de uno miraba a las piscinas del Tin Tin Zurriola, alejadas de los rigores de la bandera roja que ayer capitaneaba la playa del lugar, con ojos de refrescante ilegalidad. La de quedarse con lo mínimo y pegarse un rápido chapuzón.

El “donostiarrus festivalensis”, preparado para todo tipo de situaciones, embadurnó su cogote con cremas de protección 80, tapando sus pelambreras o la ausencia de las mismas con viseras, sombreros de paja, pañuelos, programas de mano y hasta mangas de jersey. Lo que fuera con tal de no perderse los conciertos que inundaban las terrazas de la zona gratuita. Explanadas repletas de gente desde los primeros compases de las actuaciones.

Músicas que derriten

Houston Person acababa su triplete de conciertos en el Escenario Frigo. Espacio que volvió a derretirse ante la belleza del experimentado soplador y sus socios. La gente, entre los que había algunos repetidores de anteriores pases de Person, volvió a agradecer la pericia y ejecución de los músicos, quienes también sufrieron los vigores de la estrella luminosa sin poder apartarse de los rayos. El propio Houston empezó a esquivar el sol como pudo para acabar poniéndose un gorro de playa. ¿Elegante? Práctico al menos sí que parecía ser.

El set volvió a mezclar momentos de gran belleza romántica con homenajes briosos a temas de ayer, hoy y siempre. La gente aplaudió como si no hubiera un mañana, frase que gana peso cuando vemos la climatología que se espera hoy, lluviosa cuando menos.

La vitoriana afincada en Londres Elena Echave, que había estirado los vermús hasta llegar a la zona de conciertos, asistía al show de Person atenta, pero menos. “En verdad he venido a ver a Of Montreal. Y a mis amigos, claro. Llevo diez años asistiendo al Jazzaldia, y me encanta pasear estos días por los escenarios, picar de un sitio y otro. También intentaré ver a Fantastic Negrito, que lo he catado en youtube y tiene rollazo”. Traducción: le gusta el estilo blues contemporáneo del norteamericano.

Jazzaldia 2017: Un vendaval de etiquetas y tornados

Ray Gelato y Houston Person llenaron de calidad las terrazas de Zurriola, con Niña Coyote eta Chico Tornado como rockero complemento.

Vivimos rodeados de etiquetas. Las que vienen adheridas a nuestras camisetas, por ejemplo, pueden dar para una amena lectura en un viaje en tren. Otras las usamos para afirmar que un colega es de un equipo concreto de fútbol o que otro es “concebollista” en lo relacionado con las tortillas de patatas. Hasta nosotros, los periodistas, las empleamos para intentar explicarles por dónde pueden ir los tiros de un grupo. Pero la reina de todas ellas, la más empleada y famosa estos días, son las etiquetas de internet. Las que se añaden a las fotos o mensajes que se suben a las redes sociales. Los hashtags, que se dice en el argot.

Darse un paseo por las dedicadas a este nuestro #Jazzaldia es un buen ejemplo del éxito del festival. Imaginen si la marca funciona que la palabra es empleada con fines promocionales por bares, comerciantes, tiendas, marcas, pastelerías, agencias de viajes, clínicas dentales y fontanerías.

Mucho jazzaldia en redes sociales

Como bien supondrán, The Pretenders y su oscura actuación (hablo de las ropas, porque las crónicas especializadas lo denominaron como sobresaliente y más allá) se llevaron la palma en la subcategoría de “gente como usted y yo colgando fotos”. También hubo mucho grupo de amigos sacándose autofotos. O archivos de otros escenarios, los de pago. Y atardeceres, demonios, que el del viernes pasado dio para un álbum completo. Conceptos que, con otros objetivos y distintos acompañantes, seguirán poblando las redes sociales estos días.

Pero uno no puede evitar ponerse “vintage” en sus recuerdos. Y rememorar cuando el término “etiqueta” se refería al porte y la distinción. Por eso, en estos días de tocar en shorts porque hace calor, es un gustazo asistir a conciertos en los que los músicos siguen calzándose una chaqueta y un pantalón de tela aunque ahí fuera, donde estamos nosotros, pueda hacer treinta grados o más. Casualmente, dichas perchas suelen interpretar sonidos igual de distinguidos y seductores.