Intérpretes: Manolo García y banda. Lugar: Auditorio Kursaal (Donostia). Asistencia: Lleno, unas 1800 personas. Día: 17 de mayo.
Los números no engañan: todas las entradas vendidas hace semanas, más de dos horas y media de concierto, 28 canciones interpretadas y cientos de metros recorridos por el escenario y los pasillos. Manolo García mantiene el tirón entre las y los “Manoliebers”. Adultos que no pararon de brincar en la butaca y jalearle, darle la mano o corear sus estribillos.
La comunión mística de fervor popero arrancó (“El frío de la noche”) y acabó (“Pajaros de barro”) con la banda tocando a pie de escenario en formato acústico. Entre ambas se desplegó el universo García: charló defendiendo el alma y la libertad, se cambió tres veces de camisa – pasando del look “betigazte” inicial a un estilo más adecuado para sus bien llevados 63 años-, se sentó inquieto en los dos sillones situados en el tablado, corrió hasta la platea superior y apenas se bañó en la nostalgia de El Último de La Fila, lo cual es de agradecer.
Su fórmula actual se basa en aquella, claro está. Manolo García no es un rupturista, y en comanda con su director musical han montado un estilo bastante férreo que, basándose en el pop, picotea de otros nidos vecinos. Ofreciendo al autor la opción de silabear brincando y entonar aflamencado. “Con los hombres azules” podía ser el mejor ejemplo de este estilo. Una canción calmada, de toques turcos, que viró hacia la contundencia en los puentes. La única pena fue que durante algunos tramos de la noche la voz principal no fuera del todo nítida.
Más allá de la comprobada efectividad de la fórmula y las favoritas de uno y otro espectador se agradeció el fantástico trabajo del ingeniero de luces, la presencia del violín (“Fragua de los cuatro vientos”), el tino de algunas baladas (“En tu voz”, “Quiero esa pasión”) y la confirmación de que a Manolo le mola el rock de barrio, como bien se pudo ver en los detalles de “Ardió mi memoria” y “Si te vienes conmigo”.