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Mes: agosto 2016

Delorean: Un momento único

Acababa la estupenda jornada cultural del Itsasfest con un remoloneo por parte de sus organizadores, quienes avisaban por las redes sociales que el concierto de Delorean se adelantaba media hora sobre el horario previsto. Se esperaba una galerna que al final no llegó a nuestra costa. Así, a las 22,30 horas, la nueva hora de arranque, el DJ donostiarra Javi Pez parecía estar cerrando su sesión con la certera “Branquias bajo el agua”, de los también locales Derribos Arias. Se despidió con ese guiño fantástico, y al rato volvió a aparecer en el tablado para soltar otros temas más soul. La gente, que quizás no cazó el aviso tormentoso o quizás ya intuía que el baile de horas iba a quedarse en nada, reventó la playa, pretiles, arenales y baldosas de la zona a las once de la noche.

Asistieron, asistimos, a un soberbio concierto de una formación a la cual nunca más se le va a discutir su procedencia. Ya saben lo que nos gusta defender lo nuestro, y que estos chicos nacieron en Zarautz, pero viven y crean en Barcelona. Y que son vascos pero igual no pero quizás también. Chorradas. Delorean son, como Justin Timberlake o Drake, como Beyoncé o Kanye West, autores del mundo. ¿Exagerado? Difícil parece que dejen colar en ese mundo MTV a alguien que no sea estadounidense o británico, aunque ejemplos haylos.

Aquellos y estos son autores cuya obra fresca, investigadora (Delorean homenajearon con acierto a Mikel Laboa hace unos meses) y refrescante borra de las explicaciones sus lugares de nacimiento o residencias actuales. Quizás hubiera dudas entre algunas fuerzas vivas, pero esta banda ya es su propia etiqueta. Un estilo al que otros autores mirarán con respeto y ganas de que se les pegue algo. Ya tuvieron su momento hace unos años, cuando empezaron a girar por Norteamérica y Asia como usted y yo por el colmado del barrio. Algo que pueden magnificar ahora con “Muzik”, el disco que presentaban el pasado sábado en la playa de Ondarreta.

Estos cuatro chicos comenzaron el evento dispuestos en una fila, como suelen hacer siempre que el espacio lo permite. Las primeras melodías parecían indicar que el cambio, esa constante en su vida creativa, había sido a peor. Que ya no volverían a hollar aquellas cimas que les hicieron famosos. Y a lo tonto, según fueron pasando los minutos, nos dimos cuenta de que esta nueva mutación es mejor aún que la anterior y que estábamos sonriendo mientras bailábamos suavemente, absortos en las melodías. Creo que no hay nada más bonito que sentir que estás asistiendo a un momento único. Mucho se habla del I+D empresarial, pero lo de estos cuatro chavales es un fantástico trabajo de laboratorio cultural.

Delorean parecen haber suavizado sus amores por la música ibicenca – exceptuando el arranque y el bis, una ración de “hits” necesarios pero casi menores en comparación con el resto-. Y sus guiños por la sicodélia han crecido como la espuma. El resultado son unas canciones maravillosas, llenas de felicidad y arte. Fue un estupendo cierre a una jornada repleta de actos interesantes.

Efecto Pasillo: Demasiado largo

Intérpretes: Iván Torres (voz), Javi Moreno (batería), Nau Barreto (guitarras) y Arturo Sosa (bajo). Lugar: Explanada de Sagües (Donostia). Día: 13 de agosto del 2016. Asistencia: ¾ de explanada

Arrancaba el escenario sonoro principal de nuestras fiestas donostiarras con una actuación de fácil digestión a cargo de los grancanarios Efecto Pasillo. Un cuarteto que venía a celebrar ese matrimonio ya habitual y aceptado entre empresas privadas y festejos locales. Su presencia era uno de los actos que celebraba el 50 aniversario de una conocida radiofórmula nacional, como bien se pudo ver en las pantallas de fondo durante todo el concierto.

La plaza, en este caso la explanada, estaba abarrotada, que diría aquella pareja torera del chiste. No me pidan cientos ni miles. Pero si les puedo decir que no todos eran tan jóvenes como se piensan, que había parejas en las que quedaba claro quién había propuesto el plan y que las primeras filas estaba repletas de acérrimas cuyos chillidos se colaban por los micros y a las que todo adjetivo que no fuera superlativo a la hora de hablar de estos “muyayos” suponía una puñalada en el corazón.

Efecto Pasillo es, a día de hoy, el enésimo grupo que brota en los mundos masivos con pintas de comerse el mundo y que pronto darán paso a otro grupo similar y si te he escuchado en Semana Grande no me acuerdo. Tienen un nombre similar al de otra banda ya establecida (Efecto Mariposa), y sus tonadas, quien sabe si por ser isleños, gustan de mezclar muchos de los aciertos que han llegado de Sudamérica. Un poquito de Juanes, otro poquito de reggae, unas gotas de rock latino canallita. Y mucho amor y “buenrollismo”, que eso siempre viene bien. Sin cambiar mucho el estilo ni innovar a raudales, loco.

A esta fórmula le sumamos un cantante muy majete al micro con constantes menciones de la ciudad y un batería fan del expresivo pegador de Maná y tenemos un buen set de 45 minutos que se pasan en un periquete. Todo bien condensado, dejando un fantástico sabor de boca. Pero, ay, amigo, que en el papel del contrato pone “la actuación tendrá un mínimo de 90 minutos”. ¿qué hacer en el resto?

La respuesta de Efecto Pasillo, quienes cuentan con tres discos en su haber, fue digna de La Década Prodigiosa. Los bastantes minutos de extractos de canciones conocidas hizo entrar en barrena el concierto. O mejor dicho, lo movió un poco de “actuación” a “pachanga”, algo que pareció no molestar a los asistentes de Sagüés. Hubo porciones del “7 Nation Army” de White Stripes, un tema de “perreo”, algo de Juan Magan (quien colabora en el último single de los canarios), el “Matador” de Fabuloso Cadillacs, otro guiño a Dj Kun y Freddy Mercury, un saludo a Pitbull, un set acústico correcto pero fuera de sitio, un golpe de ska, un pensamiento a Shakira y Chayanne, una migaja del “I Like to move it” de Reel 2 Real,… Menuda mezcla, ¿eh?

Hasta se jugaron el tipo los canarios más allá de lo deseado, dando por acabado el concierto y apagando las luces sin despedirse apenas, quien sabe si con ello pidiendo el ánimo del público para regresar a escena. Decimos que se la jugaron porque entre el respetable, ese animal social que se arrima allá donde suena la música y se escancian bebidas, tampoco es que hubiera una salva atronadora de aplausos y vítores pidiendo el regreso. Menos mal que los autores tenían un as en la manga, el del “single conocido por todos”.

Allá llegó, faltaría más, aglutinando a la gente que se había acercado a los bares de la zona o el muro playero. Todos corriendo para no perderse el momento de “Pan y mantequilla” – canción de anuncio en 2014, por cierto- y otros aciertos tras la sarta de bollería industrial que nos comimos. Nada que tenga estructura de lanzamiento de fuegos artificiales (comienzo atractivo por novedoso e impactante – cosas que pasan con mayor o menor tino – traca final) fallará jamás en nuestra ciudad. Pero el concierto de Efecto Pasillo se hizo demasiado largo, queridos organizadores. Bueno, al menos no fueron una banda tributo a Michael Jacks…oh, espera…

Kutxa Kultur Festibala: Música entre el mediodía y el amanecer

El festival extendió sus tentáculos por la ciudad para acabar eclosionando en la montaña con Belako y Chick Chick Chick.

Kutxa Kultur Festibala, el imperio (melódico) en el que nunca se pone el sol. No contentos con montar mil y un conciertos de cinco de la tarde a dos de la mañana en el Monte Igeldo, los promotores organizan farras en la sala Gasteszena hasta las seis de la mañana y guardan un espacio para las actividades diurnas. En esa “hora del vermú”, el momento en el que los padres con nenes pueden distraer otras obligaciones más juguetonas para, por ejemplo, escuchar música en familia.

Por eso se antojaba un planazo la actuación del grupo Petit Pop en la sede de la capitalidad, en plena calle Easo donostiarra. Una formación con pedigree “indie” (tocan o han tocado en Nosotrash o Penelope Trip) que sabe hacer las delicias de mayores y pequeños. Ambos se repartían el espacio por igual en la azotea del edificio, confirmando las palabras que la cantante del grupo dio para este medio: ”En los conciertos no nos queda nada claro si los mayores traen a los peques o es al revés. Se nota muchísimo en los estribillos coreados por voces sospechosamente graves”. Allá nos pasamos la hora larga de actuación sonriendo ante las ocurrencias de la cantora, cantándole a las chuches y los animalitos. Con fondos que iban desde el rock garajero hasta la polka o el pop que usan de apellido estos asturianos.

Algo más tarde, a las dos, hubo otro concierto sibarita con pintxos y resto de maragatería en el Convent Garden. Los ejecutantes fueron dos de los nombres locales con más elegancia de esta edición: Ane Leux y Charley Atkey. Hoy domingo también tenemos un plan de este pelo: Trenor DJ despedirá el cartel de festejos en el bar A Fuego Negro a las tres de la tarde.

Ya en la montaña, con la gente a lo vampiro huyendo del sol y buscando las sombras, aún se hablaba de los pelotazos de la previa: el buen sabor de boca de los grupos locales, el arte de Aries y el exitazo de Berri Txarrak, Young Fathers o Corizonas. Mientras los nombres se iban diluyendo por motivos de actualidad ante la llegada de bandas como Belako, El Inquilino Comunista o Cat Power. Sin desmerecer a las agrupaciones de casa. Charlie & The Colours lo bordaron ayer, mientras Perlak dotaba de oscuridad los soleados tonos melódicos de la zona y Músculo! le añadía ídem a la tarde, con temas tecno de buena factura.

Y hablando de facturas… la famosa pulsera para realizar los pagos de las consumiciones fue la reina de los encuentros. Precios y gastos de gestión eran temas recurrentes en las charlas. La organización ha asegurado que tendrá en cuenta los comentarios de esta novedad para ediciones futuras. Por cierto, la definición de “festival de altura” no solo puede referirse al listado de bandas seleccionadas o a la altura respecto al mar. Así debería etiquetarse también el evento si atendemos a los instrumentos de los músicos. No hay una guitarra normalita, pardiez, ni en los encumbrados ni entre los recién llegados.

Con Neuman la cosa se puso seria. El pasaitarra Gorka Elegasti lo tenía apuntado en sus deberes. “Me encanta lo que hacen, y aquí en el escenario grande sus canciones suenan de maravilla. Es la sexta vez que les veo, y me está encantado”. No fue el único, la zona estaba casi llena. El público fue más madrugador que la víspera, y para las ocho de la tarde el lleno estaba al alcance de la mano. Tras ellos el pop suave de Izaro hizo buenas migas con el atardecer y el nervio juvenil de Rural Zombies volvieron a brillar en sus momentos. Y con las melodías de Cat Power, que pareció llegar calmada y con su versión más centrada, entregamos estas líneas de urgencia, mientras flotaba en el ambiente la sensación de que, pulseras aparte, la última edición del Kutxa Kultur había vuelto a cumplir con las expectactivas.