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Jazzaldia 2016: Si la cosa funciona…

El Jazzaldia cerró sus escenarios gratuitos con música vaquera, DJs caribeños y grandes orquestas

Abonos del Kursaal agotados. Ibrahim Maalouf agotado(r). Cosas más “cuquis” como el Workshopp de Lyon o lo de Josemi Carmona, agotados. Steve Coleman o Diana Krall, el gran nombre de ayer, agotados. Que el Jazzaldia siga gastando libretas de tickets hasta el último momento habla de la buena salud del certamen más allá de fiestas de guardar y puentes que festejar. Tampoco se le puede negar que ha sabido aprovechar la ola del aumento de visitantes que ha tenido la capital guipuzcoana estos días y semanas.

Las zonas gratuitas del festival han sido un hervidero de patas. Por allí se han agotado cosas, como mis piernas de potrillo y algunas botellas de refrescos de manera puntual. Pero es que ha vuelto a ser otro éxito, no sé si de crítica, pero sí de público. Aquí van unos números del domingo, por ejemplo: Charles Bradley, 10.000. Txikijazz, 3500. Grupo Fantasma, 6000. El propio Miguel Martin, gerifalte del Jazzaldia, comentaba antes de la retreta final de actividades que sus sumas alcanzaban ya las 170.000 unidades. Si usted es de los míos y lleva fatal eso de lo números, debiendo contar si en realidad hay once jugadores cuando la Real Sociedad juega sus partidos, le daré pistas sencillas: en todas partes había un mundo.

En la zona de las terrazas el lunes arrancaba madrugador. La gente aún comentaba los puntos culminantes de jornadas anteriores: Que si Charles Bradley fue genial pero corto, que muy bonito lo de Trilok Gurtu, que si había que hacer más cosas como lo de Bertsojazza (improvisaciones de bertsolaris y músicos), que Organ Summit fue una preciosidad… Esos son unas opiniones, y si no le gustan tengo otras. Pero todas se centran en lo positivo de este o aquel momento.

El debate en apariencia desterrado este año es el de los puristas quejándose de que no hay jazz gratis. Supongo que Dave Douglas o Marc Ribot, entre otros grandes nombres, habrán funcionado de calmante para sus bolsillos. Aunque retorna el tema de la visibilidad limitada de algunos txokos de la Plaza de la Trinidad. ¡Qué sería de Donostia sin sus debates secundarios! Ahí están los “runners”, los precios de las consumiciones o los ciclistas para mantener viva a lo largo del año esa llama de la reivindicación personal. Yo sumo la mía. Nada que objetar a que estos emplazamientos musiqueros se conviertan en Txiki Parks, pero…¿Podrían por favor ser más educados con los carros de los niños?

El escenario Frigo se abría con otra cita ineludible, enmarcable en la categoría de “Si algo funciona, no lo cambies”. Es lo que parecen pensar los organizadores con esto de programar marchosas Big Bands el último día a primera hora. En este caso la formación se llamaba “Reunion”, y hubo mucho de eso en la zona de asientos de plástico. Que también estaba a tope, vamos.

La formación de veinte integrantes era una especie de fin de fiesta de los diversos grupos de Musikene que han abundado en los escenarios de esta zona. Y si atendemos a los aplausos recibidos su lista de canciones fue muy acertada. ¡Si hasta pusieron a la gente de pie!¡En un San Sebastián!¡Con el peligro de perder la silla que eso conlleva!

La casualidad quiso que el siguiente en la lista fuera Labelle DJ, un músico francés originario de la isla de Reunión. Creador que fusiona la electrónica y el maloya (canto tradicional reunionés) con toques indios y africanos. La mezcla fue celestial, sonando a veces muy percusiva y otras bellamente ambiental. Un acierto su fichaje.

En la terraza Heineken se desfogaban los locales Ghost Number & His Tipsy Gypsies, quienes aprovecharon la oportunidad de hacer llegar a más gente sus sonidos festivos, arrabaleros, añejos y camperos: temas dignos de Emir Kusturica y un vals que podrían haber firmado Leonard Cohen o Beirut, además de los sonidos del Chicago de los años 30 que les caracterizan. En la carpa Coca Cola los franceses Edmond Bilal Band repetían cita, igual de sugerente, igual de tenue.

La noche iba cogiendo sitio, y las últimas citas se disponían a dar el cierre definitivo del Jazzaldia sin bajar el piston bailongo: Gregario de Luxe se preparaba en el Espacio Frigo, mientras en la Terraza Heineken se esperaban las buenas maneras sesenteras de The Modern Soul Gang. Wednesday Project echaba el telón del Coca Cola con su jazz moderno de corte clásico. El certamen ha cumplido con creces en lo asistencial. Sobre gustos, querencias, amores e indecencias no podremos dar cuenta con exactitud, ya que cada uno tiene gustos tan justos como particulares. ¡Hasta el año que viene!

Publicado enReportajes

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