Saltar al contenido

Jazzaldia 2016: Aires de fiesta continua

El norteamericano Riley Walker fue el contrapunto folk a una tarde de clásicos de jazz y muchos juegos vocales

Ojalá todas las resacas festivaleras fueran como la que dejó el pelotazo inaugural del Jazzaldia. Un magnífico compendio entre ganchos populares y actuaciones estratosféricas. Supongo que no se le puede pedir más a la zona gratuita de un festival urbano. Que consiga ser un imán popular, como sucedió en el caso de Gloria Gaynor, con miles de personas batiendo la arena playera. Y que logre ofrecer momentazos como los que nos regalaron Dave Douglas y Marc Ribot con sus respectivas bandas. Estas últimas citas, tampoco se crean ustedes, bien abarrotadas de público amable, atento y ojiplático.

Pero no es nuestro certamen un tren que mire mucho al pasado cercano. Melancolías las justas. Máxime cuando la locomotora no para y en sus vagones tiene ofertas puristas, abiertas, bailarinas y mimosas. Y si además los que lo tocan son locales en estudios o nacimientos, pues la alegría aumenta. Porque la calidad de un gran cartel no solo la dan los nombres centelleantes. En la suma final también deben destacar, como es el caso, las agrupaciones con el nombre más pequeñito en el afiche.

Ayer tocaba pasearse por la cantera local a primera hora de la tarde. Un camino que inauguramos en la Terraza Heineken con Les Fous, cuarteto marchoso con pie y medio en lo vocal que fusiona soul, el pop más cercano al baladismo y el R&B. Con apoyo ocasional de un teclado o una percusión, tampoco pareció hacerles falta más cachivaches para lograr los aplausos de los presentes. Lo suyo es la diversión y acercarse a terrenos más teatreros.

Cerca de ellos, en el Escenario Frigo, el Luismi Segurado Trío formado en Musikene desplegaba las composiciones del salmantino Segurado bajo la formación de ataque de piano, bajo y batería. Podrían atacar clásicos, pero se les notaba más nervio, más elegancia, otro punto más vivo e ingenioso. Aunque no se les puede negar implicación. El cantante admitió que su perro se llamaba Thelonious, por el famoso Monk. Luego que si los frikis son los de Star Wars y la serie televisiva Big Bang Theory. Ya.

En el tablado Coca Cola Kassandra Charalampi ponía voz a las composiciones de los Landiblé Sextet. Estos “musikenos” atacaban con acierto los estándares de jazz, dejando espacio para temas netamente originales. Su propuesta,apoyada sobre los clásicos más relajados, pedía un sitio más recogido y coqueto. Habrá que buscarlo en su agenda de conciertos.

Y complementaria a los grandes espacios festivaleros, pequeñita y matona, la mini carpa FNAC sigue este año dispuesta a dar guerra. Situada a la entrada de esta explanada, tuvo un buen estreno el jueves con la actuación del dúo Paddam, quienes ofrecieron un repaso afectuoso y cercano de la “chanson” francesa. Y el viernes se doctoró con la actuación de Nothing Box, uno de los grupos más punteros de nuestra capital costera.

Les intuíamos poperos, unos Artic Monkeys locales, con ese nervio que mostraron en su primer trabajo. Pero su concierto de ayer tuvo bastante más mala leche. El pequeño tapón que se hizo en la zona de paso general puede indicar que pronto les veremos en los escenarios oficiales de toldo patrocinado. Por cierto, ¿sabían que el nombre de este grupo viene de esa idea que afirma que los hombres cuentan con una caja mental especial, un espacio que usan cuando no quieren pensar en nada?

Su actuación fue un entrante perfecto para el primer concierto grande de la playa, el del norteamericano Riley Walker. Ya pudimos disfrutarle en la ciudad un martes cualquiera de hace ahora un año, acústica en ristre, en el hiperactivo Dabadaba. Tocaba la hora de la confirmación a banda completa, con un contrabajista y un batería. Sin temor, que hubo un año en el que Kings Of Convenience, con solo dos voces y una guitarra, se bastaron y se sobraron para ofrecer un momento memorable.

El de Chicago ha publicado la friolera de cuatro discos este año, algunos compartidos y muchos de ellos casi improvisados, lo cual confirma su espíritu jazzero y experimental. Aspecto remarcado en vivo, con esa suerte de avisos sonoros que mandaba a sus socios durante las canciones. Sus raíces se colocan en otros tiempos y acordes, los de su país natal y aquel folk británico de cuerdas arpegiadas. Un estilo añejo y bien bello que, acompañado de ramalazos sicodélicos y mucho libertinaje, predominó en su gran cita donostiarra, a la que acudió con ganas de “fiesta”, como bien se encargó de comentar en cuanto tuvo ocasión. Con su pericia melódica flotando en el ambiente viajaron estas letras hasta la imprenta…

Publicado enReportajes

Sé el primero en comentar

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *