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Mes: mayo 2016

Jupiter Jon: Pop extraterrestre.

Intérpretes: Bihotx, DJ Beirut, Jupier Jon, Kokoshca. Lugar: Casa de Cultura de Intxaurrondo (Donostia). Día: 27 de mayo. Asistentes: unas 100 personas.

Dios los cría…y Donostia los programa. Algunas de las más interesantes esquinas del pop independiente se dieron cita el pasado viernes en una cita que unió lo tradicional y lo moderno. Como mejor ejemplo, el primero de los combos de aquella noche, las txalapartaris “Bihotx”. Un dúo que tras interpretar sobre el formato habitual de los tablones no dudó en golpear sus palos sobre un bidón de plástico o emular a Tito Puente en un pregrabado salsero.

DJ Beirut amenizó con gusto los espacios entre actuaciones. De su maleta salieron temas de Fela Kuti, Orchestre Baobab, The Raincoats o Mulatu Astatke, en una selección obtenida en las tiendas de discos más recónditas. Un lugar que, al paso que vamos, acabará limitándose a las pujas de Ebay o los pagos inflados de Discogs, dos relevantes webs a la hora de conseguir antiguallas musicales.

Y ligeramente apartados, en este caso de los aplausos masivos, se encuentran los sonidos de los irundarras Jupiter Jon. Es una pena, porque es uno de nuestros mejores grupos. Sus letras son ingeniosas y su ejecución es impecable: Unen el nerviosismo del post-punk con otros juegos más jamaicanos o rockabillies. Tras alucinar con la excitación guitarrera de Baxi Ubeda y el trabajo a las baquetas de la también cantante Aida Torres, el fin de su fiesta de estos “extraterrestres” incluyó la interpretación de “Satanak” con algunos miembros de Kokoshca, la banda que cerraba el cartel.

Estos navarros ofrecieron un concierto que fue de menos a más. El camino inverso al de la voz de su cantor masculino, cuya ronquera fue ganando notoriedad con el paso de los minutos. Puede que no fuera su mejor noche, pero hubo muchas cosas buenas en la visita “kokoshca”: Temas antiguos como “La Fuerza” o “Mi chica preferida” han encontrado buena compañía en “Corazón caliente”, la última de sus canciones extraordinarias. Si a esto le añadimos otros estrenos de corte experimental y la vitalidad habitual, la suma total nos sigue ofreciendo un conjunto excitante que tan pronto chapotea en el barro como entrega estribillos de gran belleza.

Andrés Calamaro: Un traje perfecto

Sobrio. Esa palabra que jamás asociarían a la persona o el personaje de Andrés Calamaro, a quien se le conocen excesos verbales y de los otros durante parte de su carrera. Sobrio, repetimos, remarcamos, se presentó el argentino en nuestro Kursaal. Poca escenografía, poco disparate escénico, pocos socios sobre las tablas. Buscando cierta intimidad y cercanía con las luces y, sobre todo, los tonos de las melodías.

El autor traía bajo el brazo “Romaphonic Sessions”, tercer volumen de sus “Grabaciones encontradas”. Álbum creado en compañía del pianista Germán Wiedemer – presente en esta gira-, que buscaba la inmediatez y la frescura en las reconstrucciones propias y ajenas. Y con la sola compañía de la armónica, sin mediar palabra, comenzó la noche con la “dylaniana” tonada titulada “La Libertad”.
No es casual la referencia. Calamaro teloneó, sin ir más lejos, al murmurador de Minnesota el pasado mes de julio en nuestra ciudad. Y sus querencias se traspiran aunque ahora le pegue a otros estilos, como sucedió en la calmada “Algunos hombres buenos”.

El público se mostró entregado desde la primera pausa vocal que vieron en el protagonista, quien no saludaría al respetable hasta la cuarta pausa de la noche, interpretadas ya “Estadio Azteca” y el traje crooner de “Algo contigo”. El antiguo miembro de los Rodríguez también dejó espacio para aquella banda (“Copa Rota”,“Sin documentos”) y recordó momentos preciosos de Jairo&Piazzola (“Milonga del trovador”) o Carlos Gardel (“El día que me quieras”, “Soledad”). También hubo éxitos personales (“Flaca”), momentos de blues (“¿Quién asó la manteca?”), arranques tangueros (“Garua”) e inmersiones en el jazz (la muy cambiada “Los aviones”).

No queremos marearles con más títulos. Sintetizaremos la idea general. Con esa eterna voz rasgada, a punto de romperse o tropezarse pero de gran expresividad narrativa, este traje le queda como un guante al autor argentino. Persona que ha convertido estos conciertos en un sincero homenaje a esos autores eternos a quienes nuestro día a día actual corre el peligro de olvidar. Un olimpo en el que, de alguna manera, Andrés Calamaro hace tiempo que empezó a asomar el hocico.

Damien Jurado: disfrute lisérgico

Interpretes: The Weather Station, Damien Jurado & band. Lugar: Casa de Cultura de Intxaurrondo (Donostia). Día: 2 de mayo. Asistencia: unas 300 personas.

¡Qué gozada cuando los posibles permiten disfrutar de una banda al completo! Algo desgraciadamente poco habitual, o no tanto como debiera. Como ver pasar un cometa.. O disfrutar con un equipo poco conocido ganando una liga. Similar a llevar a tus amigos turistas de pintxos y que no te sonrojes por los precios u observar cómo todo el mundo está de acuerdo con algo de la capitalidad 2016. Casi una extravagancia.

Nos hemos malacostumbrado a ver a cantantes acompañados por solo una guitarra defendiendo orgiásticas composiciones de estudio. Un formato obligado por la carestía que suele suponer pasear al resto de socios por otro continente, y también porque algunos se piensan que España sigue siendo la gallina de los huevos de oro a la hora de negociar caches (sobre todo en esos festivales cuya competencia aviva la llama de los “musicodólares”).

A veces, caso de la chica telonera de la noche (“The Weather Station”), los grupos aterrizan en formato dúo con un batería exquisito en los parches porque su folk clásico y espacial no tiene aún mucho tirón. Aunque los aplausos recibidos denotaron cierta base de seguidores en nuestra tierra. Su media hora de actuación– gozosa en la calma, algo menos cuando se ponía “Soyuz” en los tonos- estuvo muy bien, y acabó cuando tenía que acabar.

Total, que al fin pudimos ver a Damien Jurado con su banda. Y fue la repera, como bien pueden atestiguar las tres cuartas partes de aforo de la Casa de Cultura de Intxaurrondo, con gentes de todas las fronteras que nos circundan entre el respetable. No olviden que era un lunes.

Podíamos empezar comentando que su voz, enorme y enérgica como de costumbre, particular y distinguida sobre los sencillos acordes, era capaz de comerse y borrar la cola de la reverberación cavernosa de su micrófono. O apuntar cómo el teclista consiguió con su “mellotron” imprimir acidez y lisergia a la grupal rabieta eléctrica. La base rítmica, que en el “solo” de turno dejó deslizar cierta educación jazz, sonaba sencillamente atractiva en los golpeos y quemada en los trastes de bajo.

La primera media hora larga fue una elevación sonora, un subidón sobrio por los caleidoscopios de aquellos años 70 californianos, la época de los Doors y otros tantos experimentadores. Y tras un pequeño impasse de un par de temas no tan excelentes la banda recuperó bríos y mordiente hasta llegar a los bises. Espacio en el que el norteamericano recuperó viejas hechuras para defenderse como un emperador con la sola compañía de su acústica. Que no por conocido deja de ser maravilloso ese formato. Hasta pudimos escuchar al autor de perenne ceño fruncido contar una anécdota sin que pareciera un sociopata en el intento.

A partir de ahora ya no vamos a querer al Jurado con poca compañía en los escenarios. Para eso ya tendremos internet y los miles de vídeos que bajo aspecto promocional se graban con los cantantes tocando en oficinas, patios o cabinas telefónicas. Visto lo visto el pasado lunes, agradeceremos todo intento de los promotores para volver a disfrutar de estas fantásticas actuaciones.