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Agur, Zarata!

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Ha sido la última vez que he escrito a una dirección de mail, la que coordinaba mis colaboraciones con el DV, para mandar un texto. Y da pena. Claro que da pena, coño. Que han sido veinte años.

Dos decenios y algún mes más desde que envié aquella respuesta (¡por carta postal!) al anuncio de “¿quieres escribir en este suplemento?” aparecido en un pequeño lateral del Dvorame (ahora repintado como SDV y en su día «el primer suplemento juvenil de la prensa tradicional de todo el Estado»). Mandé tres críticas de discos (The Pastels, Tindersticks y otra que no recuerdo) y a los días me respondieron diciendo que las iban a publicar. ¡Pagando! ¡Cosa que ni las revistas más hipster de hoy en día hacen!

Han sido dos decenios de feliz locura que a partir de ahora contarán con otro mail como destinatario. No puedo ni contar las páginas y textos que he entregado (y que me acercan a mi sueño vital, escribir sobre pelota. Todo esto ha sido un ligero desvío). La de grupos nacionales e internacionales que he conocido gracias a las entrevistas realizadas. Lo que he aprendido teniendo que currar sobre estilos poco presentes en mi colección personal. O escribiendo en una hora crónicas que salían el día siguiente. Lo que he gozado mandando cuestionarios a mis ídolos. Y la de conciertos que he podido ver. Esto último, aunque a varios os suene a condena, ha sido una gozada SIEMPRE.

Creo que este paseo musiquero por el Dvorame/SDV/DV me ha ayudado a retrasar un poco esa pérdida de vitalidad musical, ese amor e ilusión melódica que tiende a desaparecer con el paso de los años. Ese empuje que el hoy jubilado Iñaki Zarata – y alguno más que sigue en activo- ha sabido esquivar hasta el último día con algún conjuro diabólico que muero por conocer.

Un tipo, Zarata, que hasta su último texto ha estado siempre atento a las citas pequeñas, a las cosas raras, a las propuestas interesantes que igual no son muy populares, a lo divergente y lo creativamente relevante. Muchas de las actividades que hoy están asentadas en nuestro calendario han tenido el pequeño e innegable granito de arena inicial en ese primer texto relevante coordinado por este periodista navarro (en DNI y cabeza). Una persona que siempre ha sido una red para los saltos que me he solido pegar. Jefe que también ha soltado educados raquetazos cuando el menda derrapaba un poco en las letras. Resumiendo: ha sido el mejor “Lou Grant” que he podido tener.

Por eso, y por muchas otras cosas que no caben en este texto, muchas gracias Iñaki

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