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Mes: abril 2012

Correos: Buscando la sofisticación

Los donostiarras presentan segundo CD, acelerado y de melodías pegadizas

Los chicos con nombre de monopolio postal acabaron su amplia gira del 2011 y se metieron al local a insuflar a sus temas algo de electrónica retro. En palabras de Fermín Bouza, guitarrista y cantante de esta formación, «nos gustan mucho los años ochenta, tienen un sonido que queríamos contrastar con guitarras y bajos distorsionados, rock y baile. Es lo que hacemos siempre, pero ahora buscábamos algo mas sofisticado».

Perfección que encontraron en los Estudios De Lucas de la capital guipuzcoana, encantados con la labor que el productor de idéntico apellido realizó para El Columpio Asesino. «Tiene un oído especialmente fino a la hora de hacer sonar la electrónica como una parte más de la banda».

El resultado de la grabación contiene once piezas y se llama ‘Esponjas para borrar el horizonte’, una frase del ‘Así habló Zaratustra’ de Nietzsche. Y una expresión «muy estética, que habla de relajarse ante la incertidumbre. Cada vez que vamos a hacer un disco sacamos las esponjas y tratamos de no esperar nada concreto de él», señala Fermín.

El ahora cuarteto (Mikel Antero se añade a los coros y la segunda guitarra) se decanta por el toque oriental a la hora de diseñar la portada, con pintas de álbum importado. «Tenemos planeado tocar en Japón. Lo oriental es algo que rodea al disco y muchas de las letras tienen frases inspiradas en haikus».

Unas líricas que «más que de transmitir cosas concretas, buscan plasmar imágenes. Tratamos de relacionar la ruptura sentimental de una pareja con la ruptura generacional tan brusca que han provocado las tecnologías en los últimos 20 años».

Siempre sin bajar el pistón de las composiciones. «Es marca de la casa. Nos salen temas rápidos, que pasan corriendo por el oído y que en directo son enérgicos. La edad nos lo permite y el cuerpo nos lo pide». No imprimirán el CD hasta octubre y lo venderán por internet (Itunes y demás) y en los conciertos. «Más adelante, ya pensaremos cómo distribuirlo comercialmente».

El Columpio Asesino: Juegos nada infantiles

El día en el que se celebraba – o sufría, según gustos y pelajes- la efeméride de la canción más famosa de Celtas Cortos, el dichoso “20 de abril”, asistimos a uno de los primeros llenazos hasta la bandera del aún reluciente escenario de la Casa de Cultura de Intxaurrondo. La banda navarra El Columpio Asesino fue la culpable del éxito nocturno.

Abrieron puertas los locales Rulot, que en apenas media hora ventilaron su rock a lo Nueva Vulcano ante un público que quería otro tipo de bailes, los ingeniados por la formación capitaneada por los hermanos Arizaleta. La hora larga de la actuación “asesina” fue de menos a más, con una lista de temas que eclosionó en la sección final. Las canciones iniciales se sucedían una tras otra sin mayores diferencias, centrando su fuerza en el impacto más que en la diversidad sonora. Con un maquinista, el cantante y batería Álvaro Arizaleta, que realiza su difícil labor sin complicarse la vida. Tampoco ayudó la disposición de la sala, que ha alcanzado mejores valoraciones en lo referente al sonido en otras actuaciones más relajadas.

Afortunadamente, esta primera etapa centrada en las rabietas punk de sus primeros álbumes (tanto por estar presente en ellos como por basarse en esa marcada herencia de los Pixies) quedó atrás y empezamos a disfrutar de los muchos aciertos de los de Iruña. Entre la alegría ejecutante, el atractivo de unas tonadas alejadas de lo habitual, y que a la gente le gustan más los “subidones” de discoteca que a un tonto un lápiz, el quinteto abandonó la estancia entre vítores bien merecidos.

Homeless 04: Pop con vistas

Intérpretes: Cass McCombs. Lugar: Merendero de Ulia (Donostia). Día: 31 marzo 2012. Asistencia: unas 250 personas.

La cuarta etapa del festival itinerante Homeless paró en otro monte donostiarra. Si el debut de esta serie de eventos tuvo lugar en el festivo Igeldo, la edición de pasado sábado nos permitió ver el Cantábrico desde otro punto de vista. El del Merendero del Monte Ulía.

La organización, una vez, más impecable. Entradas físicas preciosas, autobuses desde el centro de la ciudad, bebida y comida a espuertas. La cita, una reunión social ya asentada en los calendarios donostiarras, tuvo su punto más flojo en lo único que escapa de las manos organizadoras: la música.

El escenario estaba colocado mirando al mar. La banda tocó bien. Y el protagonista cantó sin tacha. Pero las canciones fueron un poco rollo. Y mira que es raro que aterrice un grupo norteamericano que sea no ya malo, sino mediano, ¿eh?

Sin ser nada atroz, los ejecutantes transmitieron más bien poquito. McCombs oferta ahora una comida rápida digna de su apellido, esa especie de rock orientado a adultos con algunos ganchos: Ese toque a lo Feelies, esa canción que pudo firmar la Velvet Underground. Pero, como gotas en la arena, los aciertos pronto desaparecieron de nuestra memoria. La fiesta se cerró con algarabía en el bar Le Bukowski.