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Evan Dando: Magnetismo pop

Intérpretes: Chris Brokaw, Evan Dando. Lugar: Sala Gazteszena (Donostia). Día: 19 Noviembre 2009. Asistencia: unas 400 personas.

La Real Academia de La Lengua, en un intento de ponerle puertas al campo, define el magnetismo como “atractivo que alguien o algo ejerce sobre otra u otras personas o cosas.” Una definición abierta que nos vale para explicar tantos los amoríos con los feos/feas como las siempre esotéricas intenciones de voto en las elecciones.

Aplicando el axioma a lo que hoy nos atañe, podemos afirmar que pulula sobre nuestros campos magnéticos un imán cultural verdaderamente inexplicable (a ojos de los gestores públicos, cuyas afeitadoras presupuestarias dejan en merchadising de los Lunnis los dedos de Eduardo Manostijeras).

Un miércoles cualquiera, los zombies pasean sus colmillos por la noche informativa, esos cuartos oscuros alejados de estadios y aglomeraciones, para dirigir sus pasos hacia salas ligeramente retiradas del centro de la ciudad y ver conciertos que, en su modesta e individual opinión, merecen apartarse de la televisión y otras alienaciones modernas. Y se entregan a la actuación de un telonero de oro, Chris Brokaw, amablemente folk y en ocasiones árido cual bocata de cactus.

Aunque para zombies, el gigantón Evan Dando. Paseante por el barrio de Egía los minutos previos a su acto, andarín y algo apocado en sus contoneos, demostró que los artistas son de una pasta que ni se crea ni se destruye.

Tuvo el cachondeo de vestirse una camiseta de Pilates tras una vida más que agitada. Falló uno de cada 4 acordes interpretados. Acabó las canciones como quien se acuerda que se ha dejado el gas de la cocina abierto. Mirando al infinito como esos amigos con los que compartes conversación y ves que están pensando en diseños de nanociencia. Y a pesar de todo eso, abandonamos la sala convencidos de haber presenciado un concierto memorable. Sí, la respuesta no está en el viento sino en el dichoso magnetismo…

Claro que en su caso hay un buen colchón – de canciones- en las que posarse. Ya sea como voz cantante de los Lemonheads o como autor de discos en solitario realmente atractivos (en esta categoría no entra su último CD, el alimentario “Varshons”), con la sola compañía de una guitarra de vagabundo y una voz maravillosa, atacando canciones preciosas como el “Different Drum” de Linda Ronstand, el norteamericano hizo que nos evadiéramos de la vida diaria sin necesidad de ansiolíticos ni las repetitivas músicas del Metrópolis 2016.

Por cierto, que las pegatas de la zona inferior de la madera con seis cuerdas que rasgó Dando harían las delicias de los abogados de la familia Chillida, por su similitud con el logo de la candidatura donostiarra a capital cultural europea. Y a dicha capitalidad llegaremos, si Dios y el jurado quiere, con la suma de grandes actividades y estas pequeñas obras diarias que tanto satisfacen a estos muertos vivientes y tan poco cariño reciben de los que entregan los talones para carreteras y polideportivos varios.

Harapientos ciudadanos (a ojos del gran público) para quienes la siguiente gran cita no es sobre un césped y con miles de voltios atronando nuestros oídos, sino en la oscuridad y pequeñez de un bar de barrio. Y que dure, colegas.

Publicado enCríticas de conciertos

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