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Jolie Holland, Mursego: Femenino singular

Intérpretes: Jolie Holland, Mursego. Lugar: Sala Gazteszena (Donostia) . Día: 14 junio 2009. Asistencia: Unas 400 personas.

Hay una vieja ley musiquera que dice que una canción popular es buena si es capaz de mantenerse sobre una guitarra y una voz. Si la emoción consigue llegarnos con la mínima expresión de elementos es que el tema es impepinable.

El domingo a la noche conocimos dos excepciones a esta regla, una por el lado positivo y otra por el negativo. Y no en el reparto que ustedes esperan.

La medalla se la pondremos a la artista local, la eibartarra Maite Arroitajauregi, conocida en esta nueva etapa en solitario como Mursego. Habitual en las grabaciones de mil y un grupos vascos, la violonchelista ha parido un proyecto muy fresco y curioso, que apoya un lado en la experimentación y el otro en la canción popular.

Eso dio pie a que animosos espectadores la definieran como un cruce entre Mikel Laboa y Bjork. Podría colar, pero Mursego es menos snob que la islandesa y, aunque toma como bandera las libertades del autor vasco, su camino es aún muy breve como para poder acarrear tan pesada etiqueta.

Maite se apoya en el violonchelo -y en uno de esos pedales que repiten lo ejecutado- para ir construyendo sus aventuras melancólicas. No tiene reparos en tocar el autoarpa o el ukelele, hacer unas baterías con un teclado de comunión o azuzar unas maracas mientras le canta plena de referencias cinematográficas y urbanas a un micro situado en sus rodillas. Todo muy simpático y refrescante más allá de géneros musicales, de sexo o geográficos.

Y lo que con Maite fue Mursego con Jolie Holland fue monserga. Puede que tuviéramos un domingo perezoso y tonto. Pero la exposición al sol tristón de la californiana nos provocó una insolación grave.

Nada que achacar a la voz de la autora, preciosa y llena de sentimiento. Ni a unas canciones más clásicas que un empate de la Real en Anoeta.

Pero el músico de apoyo que se trajo a la velada quedó como coja compañía ante las letanías folk-blues interpretadas por Holland. Porque sólo hay una cosa peor que un tema de ocho minutos apoyado en un par de guitarras: Que el minutaje sea realmente más breve y la sensación segundera se haga eterna.

Apunte para cerrar: La cantante solicitó en un par de ocasiones, tras un aviso inicial de megafonía, que los asistentes no fumaran en la sala. Aunque el tema pareció cumplirse, Holland esquivó los bises aduciendo que el humo le había afectado a la voz.

Más allá de posibles divismos (también la tomó con los foteros), necesidades vocales y una ley que no tiene perro que la muerda, el tema irá agravándose hasta la llegada a las salas de la ciudad de estrellas más importantes que suspenderán actuaciones por idéntica razón. Y a ver qué hacemos entonces.

Publicado enCríticas de conciertos

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