El Domingo se cerró el Jazzaldia con infinidad de actuaciones al aire libre y buena respuesta popular. Gentes que empezaron horizontales sobre la arena de la Zurriola y tendieron a erguirse con la actuación de la franco-nigeriana Asa. Charlatana pero menos que en su última visita a la capital guipuzcoana, las cadencias caribeñas y africanas pasadas por cierto tamiz pop-R´n´B británico casaban perfectamente con la tarde playera.
Tan dulce que a unos hacía levitar y a otros opinar que aquello era “música para escuchar cuando pones unas lavadoras”, la propuesta consiguió conectar con un público que a la finalización del concierto hizo desaparecer los CDs de la dama en el stand de discos de las terrazas del Kursaal. Por cierto, que en la lista de ventas de dicha carpa Keith Jarrett y Diana Krall han arrasado, y Benjamin Biolay, Música Nuda y Stefano Di Battista han ahuecado sus estantes particulares hasta la aparición de polvo en ellos.
El día se fue, apareció la noche, y la suavidad sonora se convirtió en trueno bailongo. Los mexicanos DaPuntoBeat ofrecieron un potentísimo concierto sobre el escenario callejero principal. Con preferencia por el lado instrumental y las canciones largas, su oferta mezcló el funk de bajos saturados, la pegada casi rock de Chemical Brothers (con lo que comparten el gusto por los crescendos), las maneras cantoras con mucho vocoder de Air y la mezcla de modernidad y tradición de Daft Punk o The Freestylers.
El cierre con el “Another One Bites the Dust” de Queen y “Konnichiwa”, el primer hit del sexteto latino, supuso un broche perfecto a una velada de altos vuelos. Una lástima que los organizadores no hayan podido meter esta actuación la víspera de algún festivo. La Zurriola se hubiera convertido en una impresionante macrodiscoteca al aire libre.
Nuestra ruta tenía una última parada en la actualización de los temas de Jimi Hendrix que Christy Doran, Erika Stucky, Fredy Studer y Jamaaladeen Tacuma realizaron en el escenario de la terraza de los cubos. Una recreación tersa y con cierto toque jazzero que jamás de los jamases hay que analizar tomando el original en la otra mano. Porque el genial músico norteamericano igual levantaba la tapa del féretro para quemar un par de instrumentos de nuevo.
Sería un acto casi incomprensible para la multitud de espectadores presentes, atentos y gozosos ante lo que el cuarteto ofrecía la noche del domingo. Quien sabe, quizás a la edad media-alta de los asistentes le gusta ahora más las versiones adultas de los temas que en la juventud melenuda conseguían casi de estraperlo.
La adaptación del cuarteto fue correcta jugando a ser enérgica y en ocasiones libertina. Aspecto este último potenciado por la vocalista Erika Stucky, un alma sin ataduras que convertía el espacio escénico en un teatro de expresión corporal: A su preciosa voz se unieron en ocasiones cantos en cuclillas o sentada en un sofá, con chillidos suaves sobre punteos revisionistas. La fiesta terminó con decenas de personas bailando en el espacio que separaba las sillas a pie de calle y el escenario.
Alucinado. Algo aturdido por lo allí visto y escuchado. Casi mudo. Sonriendo por dentro. Las pocas palabras que nos salían de la boca eran para compartir con los demás la alegría interna. Viendo que hay futuro en esto que llaman música. Lo del pasado jueves en el Teatro Victoria Eugenia fue algo realmente impresionante.
Maceo Parker es un hombre inquieto. Se le ve en los andares escénicos, en sus sonrisas, en sus gritos aprendidos tras años de comandar la banda de James Brown. Tras colaborar con todo bicho viviente en el funk, pop y rock más convencional, ahora le ha dado por construir con la WDR Big Band Orquesta el CD “Roots’n’Grooves”, un sentido homenaje aperturista a las grandes canciones del desaparecido Ray Charles.
Con los mitos entrados en años siempre ocurre lo mismo. Los incondicionales alucinan con la sola aparición del nombrado. Los que le siguieron durante una época concreta (y algo lejana) de su vida personal brincan de emoción cuando suenan sus composiciones preferidas. Y los que se dejan caer por la sala colocan en sus comentarios las frases más malsonantes.