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Zinemaldia: Donostia City

Nos compran cada día, y nos leen, para que les contemos las películas. Los chicos del turno de día presentan celuloides, directores y personajes relevantes de este nuestro Zinemaldia. Y los abejarucos nocturnos hacemos lo propio cuando el cielo se funde a negro.

Hay días en los que la labor de unos y otros es sencilla. Siempre hay un actor que arrastra a los espectadores, o un secundario de lujo que centra todas las miradas. Pero hay trasnoches, como el del lunes, que debemos tirarnos el rollo con los elementos estáticos habituales: preciosa fotografía (de ciudad), un decorado inigualable y patatín patatán.

Es en esos casos cuando nos da por inventar películas. Ahí va el primer éxito de la cartelera: “Los paseantes de la noche” (Dog Walkers). Un docudrama urbano que jamás ganará el premio al vestuario cuyas protagonistas son las damas que se arremolinaban alrededor de la limusina y resto de coches “fantásticos” del Festival el pasado lunes, justo debajo de la Discoteca La Kabutzia. Las preguntas flotaban en el aire: “¿Es él?”, “¿Ha venido ya?”.

Se referían a David Hasselhoff, el actor que le hablaba a un Casio Calculadora a mediados de los 80 en la serie del carro parlanchín y que más tarde trasladó los neumáticos de su coche al cuerpo de las protagonistas de sus “Vigilantes de La Playa”.

El runrún afirmaba que sí que estaba. Pero no jugando con fuego entre hielos y tragos largos, sino cenando en un restaurante del puerto donostiarra. Porque, y este es mi segundo título a concurso, “La presencia tenía un precio”. Un western nocturno en el que las estrellas de la gran pantalla racionan su presencia sobre el decorado habitual de la noche donostiarra: el desierto.

Así nos lo confirmaban los hosteleros allá presentes, mientras veíamos un álbum con fotos de Al Pacino, Peter Strauss y una preciosa Ana Obregón a la que aún le quedaban viajes en su bono quirúrgico. Los bareros hablaban de la cercanía de famosos como el hijo de la Miró o José Coronado hace unos años. “Ahora, con el tema de las fotos y la privacidad, apenas salen por la noche”.

A algunos, como Fran Perea, poca insistencia les hace falta. Demuestran que en Donostia se lo pasan como infantes en un txiki park. El actor andaluz se tronchaba con los chistes que contaba Tito García, ganador del premio “Incombustibles” de este año, mientras mostraba el aplomo de un torero cuando el fan que se le acercaba tenía pintas de reventar un medidor de alcoholemia.

Cerca de ellos Eric Caravaca, el director francés que este año preside el encuentro Internacional de Escuelas de Cine, departía con las chicas de prensa del Zinemaldia. En la barra, el eternamente joven Jesús Cisneros, protagonista de películas y teleseries que lleva años centrando sus esfuerzos en el teatro. Y el inigualable Antonio Gasset, con quien nos topamos en el Be Bop. Todo un maestro de periodismo festivalero: currela de día, ocioso de noche.

También callejeaba Rafa Rueda, que aparece junto con Kirmen Uribe (jurado del ciclo de Nuevos Directores), Mikel Urdangarin, Mikel Valverde y Bingen Mendizabal en la película “Agian”, el film que Arkaitz Basterra presentó el lunes en la capital guipuzcoana. Rueda, uno de los músicos más interesantes de nuestro panorama, vino a apoyar con su presencia el esfuerzo del cineasta vasco, tocándole el turno de noche en el reparto de promociones.

En el fondo, nuestra película inventada favorita es “Euskera para principiantes”. Arkaitz Basterra y el señor con apellido de vino blanco no ganarán un Oscar, un Goya o un Cesar. Esperemos que al menos se hinchen a “Gorka”s (galardón ficticio realizado con materias primas del lugar, como un pintxo y una copa) y su reconocimiento empiece a traspasar barreras idiomáticas.

Publicado enReportajes

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