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Elektronikaldia: Luz suave.

Arrancó el evento más digital y danzarín de la capital guipuzcoana con nuestras mejores galas de viernes noche. La sala Gazteszena del barrio de Egía presentaba la primera entrega del quinto Elektronikaldia, el Festival Internacional de Música Electrónica de Donostia – San Sebastián que durante todo este fin de semana presenta conciertos y sesiones de DJ.

Allá nos acercamos, sabedores de que en el escenario grande íbamos a ver una interesante representación de sonidos germánicos. Y que en la sala txiki los artistas vascos demostrarían su increíble apertura de miras y su amor por las experimentaciones. Ambos espacios corrieron a la par en el tiempo y tuvieron más actuantes que DJs.

En el nombrado espacio pequeño el arrasatearra Asier Leatxe empezó con algo de retraso, porque el público (tres centenares) se hizo el remolón y el tardón. El muchacho ofertó lo que prometía, un estilado dancehall más jamaicano que las rastas de pelo, con algún toque hip-hopero.

Tras él, llegó el desembarco beratarra con algunas de sus mejores (y más innovadoras) mentes inquietas. El dúo vasco-navarro Martiko eta Garate dispararon desde su portátil extractos folclóricos regionales, bien reconstruidos bajo patrones experimentales. A Soundcheck lo escuchamos a ratos, entre paseo y paseo. La falta de potencia nos impidió asimilar mejor su propuesta de ejecución informática.

Similar comentario de volumen para el sugestivo trío Irazoki, Telletxea y Erkizia, que se desfogan musicando proyectos pop-rockeros (Xabier Montoia) para más tarde dar rienda suelta a sus agradables y reconfortantes devaneos musicales comunes, en los que todo parece ir montándose con suavidad y sin patrones aparentes. Sus melodías zigzagueaban con dulzura entre las conversaciones de los presentes.

Lo de los alemanes que le pegan a la música electrónica ya nos lo sabemos, pero no por ello dejamos de gozarlo. Schneider TM se presentó en formato trío, tocando instrumentos electrónicos y una pequeña curiosidad en forma de balalaica eléctrica.

Los germanos navegaron con diversión por los clichés que este país europeo ha exportado desde los años de Kraftwerk. A saber: Frías (que no gélidas) composiciones ambientales de sonidos apagados y cierto gustazo electro–pop ejecutado con humor, que nos recordó lo bien que nos lo pasamos en su día viendo en este mismo lugar a Airling & Cameron. Con baterías apacibles y sin apenas escuchar tonos graves.

Y nos llegó al alma esa versión del “There´s a light that never goes out” de The Smiths, una canción que sonaría genial hasta ejecutada con botes de Colón. Schneider TM la llevó a su terreno con gracejo y sentimiento, subiendo octanos en la puntuación final de los jueces, los cuales no dudaron en calificar el concierto como “simpático y confortable”.

Después llegó el turno de Farben (nacido Jan Jelinek), que se resguardó detrás de su portátil a la hora de entregar su interesante colección de ejercicios de estilo: Algo de Clicks and Cuts, experimentaciones sobre bases electrónicas de ritmos 4×4…. El berlinés presentó una actuación en la que el la personalidad y la elegancia del autor flotaron sobre las mentes de los espectadores.

Publicado enCríticas de conciertos

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