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Mes: noviembre 2002

Schwarz: Sicodelia de salón

A algunos músicos hay que dejarlos tranquilos. Que toquen en el local de ensayo, que prueben nuevas ideas o se suban a un escenario. Pero nada de fusilarles a preguntas para que nos den más pistas sobre sus creaciones.

Estamos acostumbrados a que los autores nos vendan las virtudes de sus creaciones. No es este el caso de Alfonso Schwarz, guitarrista y cantante del grupo Schwarz. Cualquier intento por sacarle detalles de su tercer disco (“Cheesy”, Astro 2002) choca con cierta vaguedad por su parte.

Lejos de recrearse en las respuestas con enfoques valdanistas, Alfonso devuelve la pelota liftada y al fondo de la pista. En el fondo no le hace falta vender nada. La banda murciana habla donde debe hablar: mientras el CD gira en nuestro reproductor.

Porque este disco será, con todo merecimiento, uno de los referentes nacionales más aplaudidos este año que va tocando a su fin. Un trabajo de rock aperturista, con la mente puesta en la América más independiente y abierta a la experimentación, con mucho ruido y mucha melodía. Y el trío Schwarz lo presenta hoy en el Azkena bilbaino y mañana sábado en la Sala Zulo de Lasarte.

Me he cosido a leer que lo vuestro es sicodelia, pero yo no lo veo tan claro.¿Quizás se os pueda situar cerca de los Flaming Lips, con ese arranque de “Cheesy” ejecutado con una batería vocal?

Los Flaming Lips tampoco son una de mis bandas favoritas, pero entiendo la conexión. La sicodelia no es un estilo, sino un adjetivo, una cualidad de la música. Hay rock psicodélico, folk psicodélico… Todo depende de que exista esa voluntad de trascender la realidad. En ese sentido, «Cheesy» es un disco tan psicodélico como todos los anteriores.

Pues este CD suena más cercano a grupos como Yo La Tengo o My Bloody Valentine. Más rockero que la definición que dais de este disco como “el go-pop de Schwarz”.

Depende de lo que entiendas por música pop. Para mí My Bloody Valentine o Yo La Tengo son grupos de pop, entendido en el sentido más amplio del término.

Una de vuestras premisas para este disco fue recoger la frescura de vuestros temas.

En principio queríamos hacerlo en directo, pero nos fue técnicamente imposible. De todas formas, suena bastante inmediato, reflejando el sonido de la banda en concierto. No utilizamos procesadores de efectos para nada, ni siquiera para la voz, así que suena como si el grupo estuviera tocando en el salón de tu casa.

¿Esa inmediatez os ha sido útil a la hora de crear estos temas menos estándar, con partes más diferentes?

Bueno, hablar del contenido musical de las canciones es difícil. Son como son, y no hay una razón que las explique más allá de la necesidad. Parafraseando a Godard, diría que son una cuestión de moral. No podría imaginármelas de otro modo.

Para las actuaciones montaís un rollo muy Velvet Underground, rodeados de diapositivas y videos…

Puede que nuestro directo tenga también ese punto intermedio entre callejero y arty, pero no estoy seguro. Lo que sí te puedo decir es que en directo somos más afilados, más intensos que en disco. Un poco más punk, quizás.

¿Que nuevos experimentos estaís preparando para el futuro?

Aún no hemos tenido tiempo de probar nada porque estamos muy liados con la gira, la promo, e incluso con otros proyectos como grabar una versión de Syd Barrett para un recopilatorio de un sello independiente italiano. Hoy por hoy creo que las próximas canciones podrían tener un sonido más procesado, menos directo y más atmosférico, también más deformado, pero es sólo una idea.

Ama: «s/t»

Hará ya un par de 3 años. Creo que por aquel entonces andaba en la calle “Panorama”, o a punto de salir. Y yo estaba a punto de que despidieran mi primera relación estable, que duró unos…8 kilómetros.

Aquella preciosidad (que aún hoy lo sigue siendo) decidió que no íbamos a correr juntos por los prados jamás. Y por supuesto, que si quería meterme entre sabanas me fuera a una tienda textil.

Por más embobado que estaba, no salió ninguna lágrima. Fue de camino a casa cuando por dentro la bomba de agua se activó. A punto estuvo de nublar mis ojos. En mi walkman sonaba el ”Broken Heart” de Spiritualized. Una canción que estaba llegando a esa parte inmaterial y palpitante con mayor efectividad que una ruptura sentimental y sexual.

Martes 07:40 a.m. Montado en la línea 5, camino al trabajo, dejo que el random del CD haga un trabajo imposible para mi a estas horas. Algo raro está pasando. Esa puerta cerrada desde aquel “corazón roto”, perdida en las catacumbas internas, empieza a acercarse. Y sin ningún esfuerzo lo que sale de mis cascos alcanza el duro Nivel 1, erizando los pelos del brazo como sucedía con, por ejemplo, la parte de cuerdas del “Vapor de carga” buenavidense.

Voy cayendo de niveles, como en ”Requiem por un sueño”, sin nada a lo que asir mi estado de ánimo. Y la lágrima salta. Cae por la mejilla esa partícula que vive a medio camino entre la satisfacción y la tristeza, la melancolía y la belleza, donde tanta y tanta música ha intentado entrar y tan pocos lo han conseguido.

Y eso que este disco no es nada. Pero nada de nada. Una historia mínima, de esas argentinas, que de costumbrista y cercana no sorprende visualmente (aunque Aramburu vuelva a escalar a lo más alto con su portada) pero que en esa parte minúscula encuentra su modo de ser.

Con un contenido musical que a veces suena hasta obligado, casero de elaboración y humilde de creación, es en la parte vocal donde nos permitimos valorar este debut de AMA (ya saben, los dos Sanchez de La Buena Vida y el señor Otxoa de Le Mans) como el mejor disco del año. Y nos quedamos tan anchos.

Porque, tras aquel soplo en el corazón, ninguna historia narrada con fondo musical nos pareció tan contigua y espectacular, tan humilde y personal. Y por eso mismo, acertada y soberbia. Creo que no seré el único que imaginará a sus autores siguiendo nuestra vida, leyendo nuestra mente mientras dormimos, plasmando nuestros temores e ironías en canciones atinadas y bellas.

En el corazón del abajo firmante ya hay una nueva muesca. Y la entrada vuelve a cerrarse, a alejarse al espacio donde debe estar. No es bueno que este siempre tan palpante, tan a la vista. Viviríamos excesivamente expuestos. Pero nos ha encantado que alguien haya vuelto a abrirla. Con solo susurrarnos lo que ya sabemos, pero que nos encanta que nos canten.

The Zephyrs: A cielo abierto

Poseedores de uno de los discos más enternecedores del pasado 2001 (“When The Sky Comes Down It Comes Down On Your Head”), los escoceses The Zephyrs dejan caer sus melodías calmadas y estilizadas sobre el escenario del Gazteleku zarauztarra el próximo domingo 17 de Noviembre, en una nueva propuesta de la promoción foral Gaztemaniak!

Algo deben tener las Highlands para crear, con tanta facilidad y acierto, grupos interesantes en este universo de música independiente. Quizás sea su duro invierno, con muchas horas de oscuridad, el que encierre a los jóvenes en los locales de ensayo y les llene la cabeza de gustos musicales melancólicos.

En dichas tierras altas no han faltado interesantes referencias musicales desde los tiempos del sello Postcard o lo primeros Orange Juice y Aztec Camera. La zona norte de Inglaterra, alejada del consumismo y las fulgurantes modas londinenses, ha ido ofreciendo pasito a pasito buenos gestos de pop personal y elaborado.

The Pastels, Teenage Fanclub, Mazzy Star, Belle And Sebastián o los atronadores Mogwai son claros ejemplos de esa música que los últimos años ha asaltado el mercado por méritos propios. The Zephyrs, procedentes de Edimburgo, son solo la penúltima sensación escocesa aclamada y aplaudida por medio mundo.

El caso que hoy nos ocupa es bastante habitual por aquellas regiones. Los hermanos Stuart y David Nicol se quedan colgados en la época juvenil de los sonidos de Neil Young y los Byrds. Armados de valor, y bajo los influjos de grupos como Low o esos Galaxie 500 que marcan al rojo la mayoría de canciones de The Zephyrs, se lanzan a grabarse un primer disco autofinanciado (“It´s OK Not To Say Anything”). Las malas lenguas afirman que su pésima distribución es un regalo para la humanidad.

Pero los chicos fueron mejorando. Y tuvieron la suerte de conocer a Stuart Braithwaite (miembro de Mogwai) algo trompa en una fiesta. Entre confettis y vasos altos con hielos le pasaron la maqueta de sus nuevas canciones aprovechando la euforia del ruidoso guitarrista, el cual les aseguró que les editaría el nuevo disco en su sello Rock Action. La cosa debió prometer más allá de alegrías etílicas, porque pasado el tiempo los chicos de Mogwai llevaron a cabo su oferta.

Así nacieron los 37 preciosos minutos que contiene el CD “When the Sky Comes Down It Comes Down On Your Head”. La razón de tantas alabanzas habrá que situarlas en las orquestaciones exquisitas que en este disco flotan sobre un pop llorón e intimista, mínimo y suave, plagado de innumerables texturas gracias a la aportación de violines, cellos y la steel guitar. Sin olvidar lo enriquecedor que pueden resultar en una grabación las ayudas de formaciones como Mogwai, Super Furry Animals, High Llamas, Arab Strap o Mojave 3.

Con estos últimos las comparaciones han sido abundantes y acertadas. Ambos grupos se dejan querer por la languidez, abrazan al Neil Young más pausado y broncean sus melodías con la California musical de los años 60. The Zephyrs (ahora sexteto) adoran además, sin ningún tipo de pudor, al Dean Wareham de los Galaxie 500 ya nombrados, como bien se puede observar en los tonos vocales.

Este encantador trabajo discográfico ya tiene continuación pequeña (el EP “The love that will guide you back home”, publicado en el sello madrileño Acuarela). El tercer largo deberá a esperar a comienzos del 2003, aunque seguro que presentarán algunos bocetos en el Gazteleku de Zarauz, el aula más indie de todo el panorama guipuzcoano.

Miztura: s/t

Desde aquí vaya nuestra felicitación y el mayor de los ánimos posibles a los chicos de Fork Series, el nuevo sello discográfico afincado en Barcelona que se lanza a estos difíciles, castigados y mal pagados (pero deben ser gratificantes cuando la gente se sigue metiendo en ellos) mundos de las músicas independientes.

Junto con esta referencia dedicada a cuatro de los más inquietos chicos de Donosti, en el catálogo hay también hueco para la espectacular puesta de largo de los suecos Gros y los Tuesday Afternoon condales. Lo dicho, suerte chicos.

Cuando uno comienza a escuchar de continuo este debut de Miztura, sabe que debe comenzar siendo benévolo. Quizás en el universo ya haya cosas parecidas a estas canciones. Esas formaciones que nacieron viviendo de los contrastes entre el sonido y el silencio, las explosiones y las brisas, los discos de Brian Eno y los totems del Heavy, ya tienen un nuevo hermano. No está mal que la rueda de identificación musical esté clara desde el comienzo.

Pero mientras en CD pasa raudo sobre la pista metalizada, algo lo sobrepasa. No sabría explicarlo. Es como estar viviendo el momento en que Arzak preparaba un segunda plato por primera vez, o el pasar por la calle en la que Maradona chutaba a puerta con apenas 7 años. Quizas la imagen de Stuart Murdoch tocando el “Smoke on the water” con la primera cuerda de su guitarra. Esa intuición de estar asistiendo a los primeros ejemplos de algo que, si el destino lo permite, podrá ser tan grande tan grande que la gente lo conozca.

Verdad es que parto con ventaja para decirlo. Asisto regularmente a la terapia auditiva que Miztura suele aplicar en los bares de mi ciudad. Y pude escuchar algunos de los siguientes pasos a este soberbio debut discográfico. Son esos detalles los que me permiten mirar al futuro con alguna esperanza, los que me permites opinar que, si sabes quitarte la maleza comodona de tus oidos y mente, podrás sumergirte en este disco con pasión, ilusión y gozo. Ha nacido una estrella, pero aún está a demasiados años luz para que podamos verla.