Zombie eaters

Milán es la gran capital económica de Italia. Todos los licenciados van allí a buscar curro, y a disfrutar del soberbio aperitivo.

A diferencia del local, el aperitivo italiano consiste en entrar en un bar, pedir una consumición que suele ser un poco más cara de lo normal y zampar. Zampar. Gratis. Zampar hasta hacer el zombie. Caliente y frio. Gratis. Patata y patata de otra manera. Pizzas. Gratis. Macarrones mare e monti. Gratis.

El picoteo se suele realizar entre las 19 y las 2130 más o menos. Curiosamente, en esta costumbre casi exclusivamente milanesa no hay manifestaciones del resto de hosteleros pidiendo la supresión de tal costumbre.

Al loro con los horarios de los restaurantes. La hora de cierre no se corresponde ni por asomo con la hora en la que dejan de servir comidas.

La noche de nuestra llegada nos aventuramos a buscar un sitio para cenar y, como no elegí yo el sitio, la velada resultó deliciosa. El local, precioso y con un toque antiguo como casi todos los garitos, cerraba a las 2, pero para las 11 de la noche apagaba el horno de pizzas.

Siguiendo con los horarios, los italianos tiene unas costumbres alimentarias no ya noreuropeas sino casi Índicas. Trasladando las hambres españolas, siempre éramos los últimos en entrar a los sitios. Y eso que para la 1:30 del mediodía ya estábamos dándole a la manduca.

Restaurante del viaje (aunque todos salvo uno de Milán, ese cercano al castillo Sforzesco que daba Ragú microscópico en su pasta, fueron muy buenos): Pizzeria Capri Trattoria, en la Vía Zambonate de Bérgamo. Un lugar que enamora.

Comidas gigantes (comparen el tamaño de la base y la mano del señor de la derecha). Más de 130 clases de pizzas. Con un tiramisu casero de aupa. Y un vino blanco de la casa muy refrescante a 9 euros el litro en jarra. Conclusión: Comer hasta hacer el zombie.

Medalla de plata, a mucha honra, para el Osteria Al Duca situado en la casa de Romeo, Oh Romeo, en Verona. Comida tradicional veronesa con la carne de caballo como protagonista. Yo pedí un steak tartare con especias y limón para chuparse los dedos.

No quiero olvidar en este listado de delicias culinarias los crepes y sus ricos y ligeros ingredientes. Lerenda se pegó un festín de chocolate y Mascarpone de los que hacen época, dando arranque a una de las frases más empleadas en el viaje: estapadarla.

La otra frase («kancho») vino rebotada de este blog, y dio pie a una campaña publicitaria imaginaria de tan bello y rebuscado deporte. Por cierto, Kirai me ha abierto los ojos también en otros conceptos, y ahora soy ultra fan de kawaii – bombay!

Pero no todo va a ser comer. También hay café. El mejor que he probado en mi vida. Yo, Capitán Cortado (macchiato) por mi ducado, me lance al terreno del Solo con gran satisfacción. Nada que ver con los terrunos de achicoria que por aquí nos tomamos.

Hasta «Hancock», dormido en todos y cada uno de los viajes que realizamos ya fueran en tren en avión o en ¡autobús de línea!, consiguió charlar unos 30 segundos de manera continua tras engullir dos de estos solos. Tan ricos como potentes, tan mínimos como excelentes. Con 4 de esos una noche, las drogas serían casi innecesarias en Italia.

[continuará…]

4 comentarios en «Zombie eaters»

  1. Vaya bien pasais oyes, jan da jan.
    Una vez pedi una steak tartare de esas en Paris sin saber lo que era, y aunque acostumbro a comérmelo tó crudito, no pude en el mondongo aquel, qué grima…

  2. si piensas lo que es igual te da más coraje comerlo. Lerenda no podía ni mirarme. Por comer eso, digo.

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