Revista de Playa: Feria (G)astronómica

El sur de la península vive en la calle. Sobre todo en verano, lejos de las nubes norteñas, es el lugar donde se explaya, se relaja, comenta o disfruta de los conciertos. La cultura se patea, y tiene mil formas. La penúltima de ellas es la Feria Gastromómica. 3 días agrupados alrededor del Día del Turista.

Realizada hace escasas fechas en varias localidades malagueñas,  diferentes stands presentan una mezcla culinario turística de distintas comunidades autónomas, como si al “Visitante Un millón” se le regalara un pequeño picoteo por los distintos, ricos y variados paladares territoriales.

Una gran idea que lucha contra los prejuicios y las ideologías, aportando su granito de arena a la construcción de una nación orgullosa de sus numerosos sabores enriquecedores, un cercano plan que hará las delicias de los foráneos y acercarán lejanas tierras a costas más pobladas. Una idea que me toca…me toca …como decirlo…¿el interior?¿el alma?¿la fibra?

No

Los cojones.

Paso a detallarles por qué la realizada en Estepona, y mucho me temo que en el resto de ciudades vecinas, nos obliga a emplear esas palabras malsonantes.

Primer susto. Al final del paseo alimentario se encuentra la atracción más tenebrosa (para tus bolsillos). El inmenso puesto de la comunidad gallega. Gigante. Enorme. Precioso. Repleto de viandas. Y una parrilla que invita al mordisco.

Pero es ver esa pequeña pirámide de platos, cada cual más pequeño, y echarme a temblar.

La experiencia donostiarra me previene de parar en dicho garito, que maneja unos precios de Milla de Oro. Y mucho me temo que sus responsables no estudiarán el PIB de cada comunidad en la que se asienten o echarán un ojo a lo que el INE diga sobre el precio del metro cuadrado en la región adaptando sus tarifas a dichos datos.

Seguimos el paseo, repleto de curiosos y al abrigo de la brisa marina. Vaya, no están todas las comunidades representadas. Normal. Ya dijimos que se celebra en varias poblaciones la fiesta, y puede ser un tinglado muy grande a la hora de mover camiones que hagan realidad uno de los más provechosos proyectos de colaboración entre regiones de distinto padre político.

Aunque les suene a ya conocido, reproduciremos una frase ya escrita en este post para referirnos a esa colaboración entre comunidades: “Los cojones”.

A nada que picoteamos en los distintos puestos, la zozobra nos invade. En uno preguntamos por un queso asturiano, y el señor nos dice que preguntemos en el Stand de Castilla La Mancha: “La señora que hay allí es la dueña de todo esto. Yo sólo le alquilo el lugar y los alimentos”. Así, vemos que los lomos y jamones empaquetados son producto de un mismo camión. Pensamos que serán obra y gracia de un único distribuidor, que gestiona varias ramas nutritivas y las presenta bajo distintas banderas.

La intendente de todo el cotarro debe ser Castellano-Leonesa, porque su radio de acción se situa en los alrededores de esa comunidad y dicha región en concreto cuenta con dos grandes paradas en la travesía.

El segundo de ellos, comandado por un antiguo comepastillas poligonero, ahora a la venta de un queso ganador de un concurso nacional. Tiene a bien guardarse el trilero la fecha en que ganó ese certamen (1997), pareciendo que el premio no ha llegado al stand porque ha sido hace tan poco tiempo que con eso del Agosto y las huelgas el transporte está fatal.

También tiene a bien obviar que sus pintas indican que ha debido pasar 10 años en la carcel y que hasta hace 2 meses no ha pisado la calle, porque el queso es de cuando ganó el certamen. Malo, duro, aceitoso a rabiar, de sabor poco mimado. Eso no gana ni el certamen de la base militar de Torrejón de Ardoz.

Los tentáculos sinverguenzas de esta feria llegan a todas partes. En la Taberna Vasca (única región sin banderita, por cierto, la jefa es ciertamente centra-lista), la sidra que allí se da a probar es asturiana (¿?). Los pintxos, a dos euros, son un filete de lomo con un cacho de Txistorra encima (¿?). Y la tendera es originaria, o lo parece, de La Bañeza (¿?).

Evitamos meterle en un aprieto sobre el origen del txakoli, que cuando menos en cántabrón. Le pedimos un «vermú del abuelo», aquí conocido como marianico. Le preguntamos de qué estaba hecho. El Windows Vista de la cabeza se le bloquea. Será la caló.  «estooo, estoooo…es como un vino, pero como viejo«. Claro, de ahí lo del abuelo.

Los catalanes no podían estar más contentos. En su puesto vendían perritos calientes con 6 salsas. Como todo el mundo sabe, producto nacional mediterraneo que los norteamericanos hicieron suyo tras duras peleas en el Alto Ampurdá.

Uno ya imagina como va el tema de estas ferias veraniegas,en este caso a cargo de (apunten para el futuro) la empresa One To One: “¿señores del ayto? por mil euritos les doy color a la calle y monto una feria gastromómica”. Claro que sería ideal un poco más de rigor. A uno de la un poco de pena la idea que el guiri de turno puede tomar de nuestra diversidad alimentaria.

3 comentarios en «Revista de Playa: Feria (G)astronómica»

  1. esto sabes, me recuerda a los chiringos que también montan en la semana grande, san fermines etc. es curioso ver todo el proceso por parte de la gente de fuera: ponme una de calamares, un poquito de jamón del bueno, ese que tiene tan buena pinta y también unas bravas, para beber un par de katxis de kalimo. ok, aquí tiene, todo esto con el debido acento del chiringuero. son 74€. y el guiri lo paga. y yo me vuelvo a partir. entonces es cuando me vuelvo a decir, pero que nuevo eres!

Los comentarios están cerrados.