La ventana sin marco

Hace unos meses asistí a una estampa moderna y curiosa, que creo ya haber relatado por este blog: Una niña jugaba al nintendogs en el banco de un parque, mientras recriminaba a su joven chucho – físico y real- para que dejara de dar la barrila y se estuviera quieto, a fin de poder proseguir con la partida.

Creo recordar que solté algún comentario cebolleta, en plan “Por Dios, a dónde vamos a llegar”. Y aquí me tienen ahora, mirando mi smartphone mientras viajo en bus de línea, generando esa misma idea en mis temporales compañeros de viaje.

Quizás la niña venga ya más entrenada para estas ansias consumidoras, pero que nadie se sienta libre de caer en sus brazos. No, en los de la niña no, leches, en los de la compra compulsiva.

Supongo que la sociedad tiene ansiedades para todos, permitiendo abrazar unas y relegar otras con idéntico ímpetu que justificación. Poco importa que pases de Apple. Seguro que haces cola para comprar entradas o recibir un pintxo gratis, o a la espera de un nuevo modelo de coche.

Claro que, al menos hoy, algo nos debe diferenciar a la Cabbage Patch Kid y a mí. Y es la capacidad de tomar distancia para analizar los comportamientos. Porque para mí es más fácil sacar una foto y fijarse en el fondo.

Ese que nos invita, desde hace muchos años, a no hablar/mirar/fotografiar a la gente de un autobús de línea sin mayores malicias que las artísticas. A entretenernos con una pantalla que lanza anuncios y noticias que cabrían en un twitter. Y a evolucionar a métodos más individuales, en una defensa del onanismo, mirando las pulgadas de la pantalla de nuestro móvil para escribir esto, compartir aquello y leer lo de más allá.

Total, que miramos una ventana seca e inerte, sin expresividad propia o generada. Y nos perdemos la vida a través de la ventana sin marco. El Mundo Real, que decía el trademark. Porque el silicio no inspira, no fomenta ni despierta las ganas de crear. No imagino canciones ideadas mirando un móvil, ni grandes pinturas o esculturas por impulsos recibidos desde la palma de la mano digital. Ni libros, cuentos o historias cuyo chispazo nace de oprimir con un dedo un vidrio minúsculo y moderno.

Así que, al menos mientas pueda, volveré a mirar al mundo en silencio mientras se van sucediendo las paradas. Descubriendo la belleza de observar, y siempre atento con el bolígrafo mental – e interno, sin salida USB- para cazar ideas al vuelo.

4 comentarios en «La ventana sin marco»

  1. A mí me pasa algo parecido con el escuchar música por la calle. Aún sigo haciéndolo, pero es como si estuviera pero no estuviera cuando lo hago… Y es una pena porque siempre hay algo que mirar y escuchar por la calle.

    Parecido a escuchar música es estar demasiado absorto en mis propios pensamientos, pero eso ya me cuesta más apagarlo 🙂

    En cuanto a la creación, sí que se puede hacer arte inspirado en aparatos… A mí mi móvil viejo me inspiró una historia triste hace unos años… Pero más como un recordatorio de cosas reales que por el aparato en sí. Así que sí, tienes razón… Al menos, hasta que los móviles y los ordenadores sean seres vivos como nosotros, los perros y las plantas 🙂

  2. Sí, claro que inspiran. Seguro que Kraftwerk le saben pillar el tranqui al tema, pero por ahora me parece algo más complicado o ajeno para el resto.

    Lo de pensar para tus adentros si que es crear, o al menos agitar el cerebelo. Cosa que no consigue el movil, pero creo que el escuchar la música por la calle sí.

  3. Se supone que yo debería de aprender algo estos días de desconexión que me está regalando mi querida Movistar… pero vamos, que me hacen falta los datos en el tlf a la de ya!

    Aún así, razón, como siempre, no le falta! 😉

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