Somos una isla.

Autor: Oscar (de su blog en enterat).Acabo de entrar en casa, tras pasear al perro en formato Superheroe de la Velocidad. Y recuerdo que me chivaron que Delorean había reventado la plaza de Sagués. Un domingo. Me alegro mucho por ellos, más allá del chovinismo. Y también me sorprende – aunque no mucho-  que muevan más gente que Los Planetas.

Gullie Milkyway, que volvía con nosotros de la fiesta de la isla, disparaba su verbo con este hecho, afirmando que todo respondía a un patrón ya conocido, una especie de fórmula cuasimatemática, una especie de Pí melódico, que alguien debería patentar. Sergio Gintonic respondía con humor, afirmando que cuando la programara informaticamente harían grandes negocios juntos. Yo, sin mucha necesidad de preguntar, sabía perfectamente lo que quería expresar el genial compositor de La Casa Azul.

Supongo que todo responde a picos de popularidad, emisiones en grandes canales, promociones masivas de Pitchfork o derivados. Y un par de ingredientes secretos que nadie ha sabido cuantizar. Juntos sumarían una especie de campana de Gauss económico-popular. Iba a añadir «creativa», pero sería un insulto.

No llegaría a calificar de tal manera, por respeto a los ideólogos, pagadores y asistentes, la fiesta que Amstel realiza con todo el cariño – y buena pasta gansa- en la Isla Santa Clara en la Semana Grande donostiarra. Porque lo montan de buena fé, preparando los elementos de manera teóricamente perfecta. Pero algo falla, algo se les escapa de las manos. ¿Qué será, será? Los donostiarras.

Un catering delicioso, exquisito, perfecto. Cervecita gratis (a ver cúando se compran un maldito ron en esa megaempresa, leñe, que estoy harto de espumosos de cebada ya :D). Un paseo hasta la isla. Ver los fuegos artificiales desde tamaño emplazamiento (¿Quienes eran tus amigos, Amaia Get-in? ¡Muy majos! ¡Cómo sabían de fuegos! ¡Parecían del jurado! :D). Y ver al Conde De La Maza bailar en perfecta etiqueta y pedir temas que no podría reproducir aquí so riesgo de deportación del Ducado.

Y la pinchada de Guille Milkyway. Para lo que recuerdo la frase de nuestra querida Ohiana, recien llegada de Japón. «Allí, al gente baila en filas, como si fuera country, y no paran de sacarle fotos al pinchadiscos». Sin llegar a los extremos orientales, Milkyway es una auténtica delicia. Para quien se vuelva loco ante una canción que no conoce. Para quien sienta dentro de su estómago un apretón ante la duda, la emoción, la alegría, la ilusión, el empuje, la vitalidad de melodías desconocidas y cuasi perfectas.

Lastima que de esos quedáramos pocos tras la partida del barquito de las 11 de la noche. (Idea si me pagara Amstel, que no lo hace: quitar ese barco para que la gente se anime. Lamentablemente, la música no se ve como  gancho de la cita). Una txalupa llena de gentes que habían saciado su estómago musical y social.

Bueno, quizás tuvieran que madrugar al día siguiente, no les culpo. Pero quizás también podían haberse quedado y haberse ganado unas buenas ojeras mañaneras para descubrir otros mundos posibles, enamoradizos y – con perdón- musicales. Algunos lo hacemos, y el ardor estomacal siempre es secundario ante la vivencia.

Milkyway, un jodido hacha en lo que se refiere a soul añejo, canción francesa y J-Pop, supo amoldarse a la fiereza del terreno. Castellano y anglófilo, siempre muy atractivo por exceso o acierto, con un terceto (Cure, Housemartins,Morrissey) que hizo temblar mis viejas lesiones de rodilla.

Si eso no les asusta, añadan Abba, Vacaciones En El Mar, Indian Vibes, Gang Bang y su preciosa versión folkie,  Pulp, y media docena de temas castellanos, de aquellos que estaban producidos de manera absolutamente alucinante. Cerrando con Elvis Presley. Charlando con ABSOLUTAMENTE TODO EL MUNDO que se acercó hasta la carpa en la que estaba encorsetado. Siempre con una sonrisa y una frase cercana y explicativa. Chivándonos caballos ganadores como Lord Sitar.

Y aquí vuelve la campana de Gauss. Porque pienso que no agradecemos lo que tenemos y nos ofertan, que no nos fiamos de las cosas que no conocemos, que no tenemos ningún cariño por el riesgo. Y me refiero a lo musical, por supuesto.

Contar con Amable y Milkyway en un txoko tan exclusivo (y abierto. 4 embarcaciones amarraron por su cuenta en la isla, y una de ellas bailaba locamente sobre su cubierta) y que la gente obvie el disfrute tras llenar la panza me parece un mal gesto, una pena, un momento desaprovechado, un tren que cogeremos en el futuro y que ahora pasa ante nuestros ojos como nubes de tormenta.

Madrid, Barcelona o Bilbao matarían por un plan así, y no hablo de número de habitantes. ¿Y Donostia? Hace su propia digestión, entre risas. Y Pintxos. Y Cervezas. Gratuitas. Espero que cuando vayan los afortunados del sorteo de Amstel ( los invitados éramos mayoría el día que fui) la cosa sea más llana, más bailada y más…perfecta si cabe.

Bueno, en el fondo no espero una mierda ya, pero tengo todo el derecho del mundo a expresarme como me salga del bártulo en este speakers corner privado.

PD: A la vuelta, en el taxi, sonó «Quijote» de Julio Iglesias. Una señal, sin duda.

PD2: La foto es de Oscar «365 días, 365 fotos»

25 comentarios en «Somos una isla.»

  1. Estoy contigo Pozik, pero ¿por qué lo han hecho por sorteo? ¿por qué no es abierto al público? creo que esto debería ser una cosa más abierta, más pública. Y sí, muchas veces no sabemos valorar lo que tenemos. O lo que tenéis, porque aquí en Bilbao, ya nos gustaría tener una iniciativa así. Saludos!

  2. Fascinada: ¡Y nosotros! ¡La pista hubiera parecido algo menos una fiesta de convención de físicos!

  3. Arka: Los gestores suelen pasar por acá, Arka. Seguro que dan buena cuenta de su propuesta. Ayer hablaba con Marlon Brandauer y afirmaba que esto, en el Kursaal, ¡lo revienta!

    Coges a los 50 afortunados, les haces korapilos con la comida, les llevas a la isla y vuelta, vale. Pero luego, to kiski a flipar con Milkyway en las Terrazas!

  4. Hola!

    Arka, la isla es un sitio muy especial, y por lo tanto no podemos llevar a todo el mundo que nos gustaría. Y eso es parte del encanto, también.

    Lo del barco de las once es una pena, sí, pero razones logísticas obligan. Y, entre nostros, creo que las cosas van a cambiar un poco a partir de esta noche 🙂

  5. En este blog no hay botón de «megusta» aún??? Ya lo he pedido unas cuantas veces! 😉

    Si quiere, mándeme sus credenciales y le instalo uno… y de twitter también! 😉

  6. Otra idea: llenar el barco de vuelta de las 11 con gente que quiera pegarse unos bailables, otros 50-100 fans. Aprovechando el viaje.

  7. Cervecita fresca, un catering que estaba para chuparse los dedos, algún coleguilla que otro… faltaba un poco de ritmo entre los asistentes, lo que me hace pensar que los donostiarras tal vez deberíamos de perder un poco más la vergüenza… al menos para esto. Muxu!

  8. Donostia es la ciudad que menos gente baila…
    Llevo saliendo años y años y lo tengo super comprobado… La gente es muy cerrada y se expresa muy poco con el cuerpo y le cuesta mucho relacionarse… es una pena…
    No he podido ir y me imagino que no podre asistir a este lugar tan privilegiado pero yo seguro que bailaria…. estaria super cachondo!! jaja
    desfasss!!!

  9. El problema es de base, en vez de Amstel tendría que patrocinarlo Oubiña.

    en Donosti las galas/fiestas con invita siempre son un fiasco, hasta las multitudinarias. Somos más secos que Moscú en verano.

Los comentarios están cerrados.