Las dos Españas

La que se siente y la que no. La visible y la oculta. La popular y la underground. La de grandes espacios y la de cubículos casi secretos. La que madruga y la que no roba. Siempre hay dos espacios casi estancos, que no trasladan sus elementos, en todo reparto consumista. A veces nos da igual Pepsi que Coca Cola. No importa tanto Nikon o Canon. Quizás pique un poco lo de Cola Cao y Nesquik.

También están la que baila y la que observa sentado. La que hace la conga y la que es aburrida. Como en el concierto de Betacam del pasado fin de semana en el Altxerri donostiarra. Las mesas y sillas acogieron a los atentos. La barra del bar reunió a los animosos. Y en medio, columna mediante, el autor cántabro afincado en Madrid. Intentando dirigirse a uno y otro lado sin hacerle el feo a nadie.

En esa tesitura perfilamos a Carrasco. Debatiéndose entre el piano de cola presente en el garito donostiarra, un lujo para los conciertos pop coquetos, y la ejecución puramente digital. Con gemas irrebatibles, mayúsculas, fenomenales, intachables, arrebatadoras, acertadas y felices.

Unas y otras suman una carrera espectacular ya sea en solitario o en grupo (en Donostia también paseó la visera con otro reivindicable para más altas esferas, Estrella Fugaz). Y sin dar el gran salto, sin asentarse en la clase media-alta ya casi extinta en la que le colocamos todos. Peleando con ironía y humor (no queda otra) y ofreciendo grandes momentos de puto pop.

Pero son días extraños. Raudos, instantáneos, fugaces, polémicos y algo vacuos. Una carrera que no mira atrás, como este texto, sino que huye hacia adelante. Y ahí no cabe el candor dosmilero. El amor visto desde el futuro descorazonador. Auquidos de esa juventud que se escapa y dejamos escapar no sin antes arrearle un rato.

Himnos de habitación con frases que se adhieren a la mente. La automención optimista. Tirando del compadreo de Iñaki Kokoshca para viajar a Asia sabiendo todo lo que tienes que hacer. La sonrisa cómplice enfrentando similitudes entre temas propios y grandes hits. Bien regado de estribillos como soles. Esto sí suena brillante, como las camisas del autor. Con cierres de italiana diversión grupal y recordando a Templeton (¡Volved Ya!) gracias a la presencia del cantante de aquella banda.

Tenemos ya demasiados grandes autores que son el paladar exclusivo de otros músicos y gente muy curtida. Betacam debe/debería/deberá cruzar esa frontera hacia la popularidad. El estupendo “La noche interior” es una golosina que en cuanto la catas no la sueltas. Haz la prueba.