El ying y el yang

Encendido, indignado, cabreado. Ver “Full Mantis”, la caleidoscópica película del percusionista Milford Graves que ayer proyectó el Dock Of The Bay, calentó mis más bajos instintos. Ni Ying, Ni Yang, ni hostias. Ver a una perla digna del catálogo de Svaroski caminar libre por las taras y TOCs diversos de la música experimental o el free-todo me puso de los nervios. Que si comer plantas, que si kung-fu, que si tocar lo que te salga de la túnica. Y encima, más allá de los 90 minutos, impresentable para un arte tan complicado. Menuda tomadura de pelo.

Claro que el paso de los minutos me hizo reflexionar. Quizás me faltara poso, sabiduría, conocimiento. La improvisación es un arte como otro cualquiera, y no conocerlo no me daba pie a criticarlo o reírme de él.

Graves debe ser una eminencia, y sus viajes y dedicaciones al estudio del cuerpo, la profundidad de sus experimentos con los latidos humanos y sus juegos percusionistas mostraban un artista comprometido con su arte, con la liberalización de las estructuras. La culpa sería mía, hijo del 4×4 -el ritmo, no el coche- y del estribillo, de la dictadura de los coros y las armonías. Soy culpable, señoría.

Milton, libre como el pajaruelo del glorioso anuncio de El Cohete que emiten antes de las proyecciones – Modern Talking ya tiene digno heredero-, asimilaba por ósmosis y un poquito de masticar con los dientes la sabiduría de la naturaleza, su fuerza, sus colores y sus enseñanzas. El film, compendio de declaraciones y grabaciones en vivo y auténtico infarto para los seguidores de Marie Kondo, se afanaba en mostrar a un autor total, completo. Difícil por contraste.

Con todo eso en la mano, admitiendo la grandiosidad de sus enseñanzas, me fui a la cubeta de las votaciones y le di un puto 2 a la película. No eres tú, Milton, soy yo.

A su lado la posterior película de Lee Ranaldo pareció una obra maestra de Howard Hawks. Pura velocidad de guión, sin espacio para el despiste, lleno de síntesis. Un yang majestuoso ante el ying anterior. El film, que busca narrar la grabación de su disco con Raul Refree, se atiene a los cánones de las películas del ramo. A saber: Endiosar al autor, hacer amable su arte, mostrar las virtudes y los aciertos de una grabación de un álbum. Con espacio para las colaboraciones estelares como la de Sharon Van Etten, maravillosa hasta cantando para bingo, o Nels Cline. Sin enfados ni tensiones Ranaldo, que tiene poso para eso y mucho más, elabora un enorme anuncio sobre el disco que funciona. Si no lo conoces te dan ganas de escucharlo. Ay estos norteamericanos, no dan punteo sobrante. Qué envidia lo interiorizado que tiene el concepto de venta del arte.