Crisis en chino significa Tabakalera

Llega el final del camino, el envoltorio ya está listo y pronto nos van a rodear miles de palabras extrañas y conceptos modernos pero comprensibles por todo el mundo pero no porque es moderno pero integrado en nuestro día a día. Más que ahora, claro, que “cupcake” y “box to box” ya tenían su miga. Llega Tabakalera, el halcón milenario de nuestra ciudad cultural. Elemento integrador, que nos pondrá en el mapa (como si los pintxos no lo hubieran hecho ya) y que nos hará mejores personas, claro.

En principio nada negativo se puede decir de un elemento novedoso y con cierto aire de frescor creativo a lo Colgate. Los pasos indicarán su lógica y su calidad, sus aciertos y derrapes. No vamos a ponerles palos a las ruedas en este texto. Ahora todo son fotos bonitas, instagrameos hipsters de los políticos que siempre han sabido gestionar las fábricas de humo que las de corcho. Y grandes palabras. La ocasión lo merece.

El único miedo de esta gran inyección económico cultural, más allá de las palabras de los políticos (recuerdo con una carcajada el primer esbozo del plan, con un alcalde diciendo que iban a poner “pantallas gigantes para seguir la Fórmula 1”), es cómo va a afectar a lo ya existente. Porque Tabakalera es un mastodonte que ha llegado para quedarse.

No es miedo al cambio. Es miedo a la desaparición de propuestas pequeñas que, en menor o mayor medida, tienen una inyección pública, en esa eterna cuerda floja que es la ayuda pública y su influencia en lo privado. Las que viven libres solo deben seguir agudizando el ingenio para ofrecer vías alternativas o seguir generando interés en gente que ya ha demostrado tenerlo

Desterrada la idea de que su impulso creará más inquietud o más espacios pequeños privados a su alrededor (más bien al revés, que los dineros públicos hay que aderezarlos “amb coses”, como el arroz), todo en breve tenderá a ser Tabakalera. Nosferatu ha corrido allá. Vinyland, la película underground, acaba de anunciar conciertos de garito y pinchadas in boca di luppo en la terraza de Tabakalera. Los Jueves del Trueba solo mantendrán la T, parece, y habrá menos sesiones cuquis por el empuje de este Real Madrid de las Culturas. Es pura física. No hay peces para tan poco comensal. Y Tabakalera vende, eso es innegable.

En lo musical parece que se apuesta por cosas inexistentes o poco frecuentes hoy en día: Formación de músicos, espacio para crear, ayudas y subvenciones, apoyos. Aunque si hay una sala pública más esto puede retocar los planes de subsistencia de los dos garitos conciertiles cercanos, injustantemente acostumbrados a comer cada día. Y me permito dudar -y esto no es culpa de la renovada fábrica- que un nuevo espacio y una gente centrada y enriquecedora implique hacer que más humanos corrientes y molientes se acerquen a sus obras más allá del Stadium Culture.

Y en lo nétamente artístico (ya sea pintor o sonoro) nos seguimos perdiendo como lo hacíamos en Arteleku. Se me hace complicado discernir entre “una sala bien equipada donde se puede trabajar a gusto y sin presiones” con “me dedico al subvencionismo”. Igual es que debemos seguir perdidos, que son adalides de lo que nos viene y formamos un embrión del arte del siglo XXIII. O quizás solo sean lingüistas retorcidos. Who knows.

Mas nada me haría más feliz que equivocarme en toda esta diatriba.