The Tubs: la belleza de las dos caras

Hasta las monedas tienen dos caras. Somos solidarios y rockeros, como el Bono de la Muchachada Nui. En lagunas cosas vamos y en otras ya venimos. Los grupos musicales, los buenos, los relevantes, los pistonudos, no escapan de esa dualidad.

The Tubs han formado uno de los mejores (primeros) discos del 2023, Pleistoceno antiguo en la vida loca que llevamos. Pero tampoco importaba en este caso. La breve colección de canciones era un precioso batiburrillo de las cosas que nos flipan y nos fliparán toda la vida, hasta cuando nos toque el taca taca y la pastilla para la tensión.

Si quieren se los listo, pero son listos y ya se lo saben: Dunedin Sound, REM, The Smiths, la New Wave, The Vaselines, Bob Mould, The Lemonheads. Todo eso y más se intuía y disfrutaba en Dead Meat, aquel debut tras un EP más hogareño en sonidos.

El capricho si breve, dos veces capricho

Después de que el disco diera más vueltas que Mazon alrededor de la mesa de emergencias entenderán el nerviosismo ante el gozo (ellos lo llaman “caprichazo”, y me parece bien) de poder verlos en una sala, y en qué sala. Un Dabadaba que yo esperaba a reventar, sudoroso en los cristales, murmurante en la pista. La realidad fue algo más ligera que mis previsiones, unas 100 personas que huyeron de los bulos televisivos y los partidos de futbol del equipo local.

Aunque se podían haber compaginado ambas actividades. Porque los galeses demostraron flema brit, y tocaron no más de 45 minutos que incluyó un bis de un solo tema – rara avis en las chapas que se sueltan los grupos en esta parte- y problemas técnicos que sin ser graves sí que fueron reiterativos. Normal si tu prueba de sonido dura 50 segundos, probablemente por la frase que van a leer ahora: “creo que nos está llegando ahora la resaca de llevar 5 días bebiendo”.No se notó lo más mínimo

The Gaztetubs

Y toca enganchar con el arranque de las dos caras. Porque The Tubs es un grupo que graba temas de forma celestial y luego los lanza desde el escenario con la frescura e impacto del gaztetxe o sala pequeña. Con camisetas dignas de taller de coches. Manteniendo el aire despreocupado de los grupos que empiezan, la felicidad innata de esos momentos iniciales. Y lo peor de todo, facturando canciones magníficas. Olvidando las tres voces de las grabaciones para centrarlo todo en una. Mayúscula, por cierto. Grave, potente, llena de personalidad, entonada con enjundia.

Las canciones fueron la versión garajera, por aquello de ensayar en uno, de las perlas del debut. Escondidas entre el alto volumen y la ejecución más impactante. Se escucharon dos nuevas que, entre usted y yo, son aún mejores. Recuperaron una del EP y se fueron corriendo a seguir bañándose en birra al stand de venta de recuerdos. El vinilo a 20 euros fue el Dorado, viendo los precios que se gasta la peña hoy en día – 15 euros el single el otro día, por ejemplo. Un puto single-.

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