SOM València: La música no solo sirve para sanar emocionalmente

Anari, en mi móvil

Ayer rememoramos el “double check” del Dabadaba, aquel festival de citas rápidas con la música. Y lo hicimos con fines solidarios, que siempre mola más. Mira Bono el de Muchachada, que carusa se le quedaba cuando cambiaba el rock por lo humanitario.

El proyecto SOM València se ha extendido a lo largo y ancho de la península montando conciertos para sacar pasta para los afectados de la DANA. Sin likes de por medio, dando los euros a una fundación que lleve 50 años en este percal. Salas privadas se han unido a la causa, siendo la donostiarra DABADABA una de ellas. Por cierto, que los gestores del garito ayer donaron todo el dinero de las cajas registradoras. Aprende, Eroski.

A la llegada nos esperaba una cola de chavales que parecía que regalaban Iphones. Los universitarios – y FPeros, claro, que no pedimos carné para contarlos a todos- fueron mayoría en la abarrotada sala. Las entradas duraron minutos. “Qué suerte haber pillado una”, dijo un plumífero con piernas delante de mí. Recuerden que hay una Fila 0 por si quieren donar dinero, si es que tienen dinero, para ayudar a los afectados.

La cola se deshace en 10 minutos. Accedemos a la sala, que empieza puntual con Tatta & Denso & Mutiko. 4 piezas interpretadas por tres piezas humanas. Se gastan un hit, a nada que atendemos a un respetable que construye un precioso muro de murmullo. Ellos, los músicos, a lo suyo. Hip hop con trazas de música disco y voces más filtradas que la de Stephen Hawking.

Flipante lo de Sara Zozaya. Una sola nota del teclado y se hizo un silencio sepulcral. Se podía escuchar una moneda apoyada en la barra. Sus canciones, muy calmadas pero también juguetonas, nadaron en notas largas, algo de efectos y un traje precioso de cantora folk norteamericana.

También estadounidense se mostró Olatz Salvador. Con su eléctrica. Mirando a la cara a las Throwing Muses. Enérgica. Buen cambio ha pegado entre discos. Melena suelta. Y, a ojo, fue una de las que más tirón tuvo entre la chavalada. Se fue calmando, sin dormirse, en otras piezas, subiendo Izaro a cerrar el set con un colegueo contagioso y una canción bien bonica.

Claro que todo va más o menos bien hasta que llega Anari. Y ahí ya cambia todo. La reina de la Nueva Trova Pop Rockera es un torbellino sobre el escenario, y más aún en estos picoteos raudos. Con Borja Iglesias – presenta nuevo libro en Bukos el 19 de nov- de manera puntual a la guitarra, montando de nuevo en bici el chaval tras mucho sin hacerlo.

A banda completa, sus canciones – y sus palabras- ya tienen otro poso. Ayer vimos a una Neil Young de fuerza vocal y a Hope Sandoval gritándole al mundo. Sobre esas canciones que son como amaneceres, que empiezan entre tinieblas y acaban con una tormenta que no sabes de dónde ha venido. Para todos esos bucles, muchas historias sin frases sueltas.

Todos se unieron al proyecto solidario valenciano de alguna u otra manera entre canciones. Pero Anari le puso los puntos a algunas íes. Flecha a la gestión del PP y VOX en la Dana, flechas al fascismo y algodones a las cenas solidarias de Egia. Saludos y a casa. Si no fueramos antitaurinos hablaríamos de las dos orejas y el rabo.

Izaro también enlazó la solidaridad con los refugiados de forma más sutil. El suyo fue un lujo. Doña “te lleno un Velódromo de Anoeta en la primera cita” subió con Garazi Esnaola para reinventar sus éxitos en formato cercano, coqueto y emotivo. La gente se lo cantó todo. Si llega a poner un micro entre el público podría haberse ido a tomar un zurito a la barra. Pero entonces nos habríamos perdido una voz perfectamente entonada en sus viajes verticales, con canciones de enfoque global y un regalo en forma de brioso villancico navideño – su último disco va de eso-.

A Zetak y Espalak no los pudimos ver, solo escuchar en la lejanía. El vasco-navarro jugó a la sencillez, y los guipuzcoanos probaron la sujeción de las chinchetas de los posters del camerino. Vaya tralla, santocristo.

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