Maracas, amplificadores de juguete, panderetas

Pasé algunos veranos en Gran Bretaña, so pena de aprender inglés. Lo primero que recuerdo de aquellos días felices era mi especial tendencia a comprar cosas que pesaran un huevo.

El primer año me traje, mochilón aparte, una vajilla de 50 piezas, con instrumental para vacíar pavos, en un ferry entre Plymouth y Bilbao. En el último de ellos, mi primer bajo musical. Incrustado en una funda por la que darían un par de cientos de euros si lo colara a peso en una chatarrería o brocante.

Sería el año 1992-93, creo. Nunca me acuerdo de las fechas. Juraría que 3, porque sé que estuve en casa viendo las olimpiadas del 92, y no fue ese julio, porque el del año impar me lo pasé en Edimburgo. Fue el primer flechazo con Escocia. Luego ya vendría el amor. Y el sexo 😀

Recuerdo tocar el bajo (sus cuerdas, malpensados) en la habitación en la que me alojaba, situada en la zona sur de la ciudad. Pared azul hospital, sentado en la cama, pom,pom,pom mutado. También recuerdo la primera canción que toqué. Era una de los Pastels, «She Always Cries On Sunday».

Era fácil que fuera esa. El impulso adquisitivo se había confirmado definitivamente pocos días antes, en Avalanche Records. La tienda que está ahora en la turística Cockburn St. no, la otra, la vieja. Espacio en el que se desarrolló el concierto que Stephen, Katrina y Aggi ofrecieron como presentación de su «Truckload Of Trouble».

Recuerdo haber hecho campaña entre los colegas imberbes. Sólo Esther de León, una todoterreno como bien indica su nombre :D, se lanzó a acompañarme. Al de Eugenius (fue un buen verano, sí) tuve que ir sólo, pero gracias a Dios que a este asistí con colega-traductor.

Me ahorraré todos los adjetivos, más que nada para hacer hueco. Recuerdo estar en una nube, feliz y contento. 18 años, viendo a mi grupo favorito cantar algunas de mis canciones favoritas. Tocadas con maracas, amplificadores de juguete, panderetas y las habituales entonaciones paralelas. Al acabar saqué toda mi artillería económica y me compré una camiseta XXL de la banda (¡había que comprarla!) y el recopilatorio, que la banda firmó gustosamente.

Simpáticos – en su línea, que Stephen Pastel está más cerca de ser un mimo que un actor de comedia- , tuvieron a bien charlar conmigo. O una versión bloqueada de mí, la que solo decía «yeah, ah, yeah» con cara de haber visto por primera vez unos pechos. Gracias  a Esther, que iba traduciendo lo que el cantor me decía, pude entender la conversación. En ocasiones, hasta me traducía lo que yo decia en castellano, presa de los ataques de balbuceo.

De todo eso, y más, me acordé, emocionado, cuando hace un par de días descubrí la grabación del concierto en youtube.

4 comentarios en «Maracas, amplificadores de juguete, panderetas»

  1. Botón de me gusta, botón de me gustaaa 😉

    Que guay! Supongo que será como cuando en las pelis encuentran la típica cajita de recuerdos, enterrada cuando el prota era un chavalín, en el jardín de atrás…

  2. Fue el verano del 93, ¿no? Me acuerdo de ese monstruo de funda de bajo.

    Parece que llevamos unos meses con ataques de nostalgia… 😉

Los comentarios están cerrados.