Esa gente que hace del pop un mundo más bonito

Persona que tiene por oficio hacer o vender objetos artísticos de oro, plata u otros metales preciosos. “ La definición de orfebre se queda corta, cutre, incompleta, prerrománica. Habría que meter las canciones de algunos grupos. Sé que la cabeza les tirará para TIMO Impala y esas cosas de mil capas farragosas y marketinianas.

Mas deben añadir en la categoría de orfebre supremo, mayestático a quien hace mucho y precioso con muy pocos elementos. Los cesteros, los toneleros. Y Jonathan Richman, que le da en la cara a todos los autores pop que “menos pedales y más buenas ideas”. Añadan también a Lachlan Denton (“el Denton” para quienes nos liamos con su nombre).

No querría para mis adentros las inspiraciones de sus discos, trágicas en mayor o menor medida, pero abrazaría con el amor de un perrete perdido sus canciones. Su forma de entender el pop, (sencillo, directo, más sencillo aún, un punteo, fin) está en las antípodas, nunca mejor dicho, de lo que hoy bulle en las mentes juveniles. Pero está muy cerca de lo que bullía en las nuestras hace varios lustros, cuando pasar de Re a Sol daba para un buen rato.

El concierto de Denton, demasiado breve pero bellamente irrepetible, elevó las ya hermosas canciones de su último disco hacia un mundo mejor. No debe mancharse con palabras la preciosa sensación que tuvimos, así que por eso sacamos la metralleta de ideas y unimos flores para hacer ramos buscando jugar con su paso por Donostia: El ramillete de las gemas pequeñitas, el de la sencillez reconfortante, el de la simplicidad impactante. El de la insultante juventud – los músicos no llegaban a los 25 años-.

Ese cosmos que se permite quemar el hit arrancando el concierto con él. El planeta de la envidia creativa, la felicidad tontuna, la satisfacción personal, el júbilo/jubileo de compartirlo en un garito, la adicción rejuvenecedora de la naturalidad y la franqueza. Tan bueno fue lo suyo que el evento posterior de Cool Sounds, backing band en los temas de Lachlan, quedó en una cosa jibarizada y regulera que nos permitió comentar lo bueno, buenísimo, que había sido el primer acto.