Enterrados en una nave industrial

¿Se han preguntado ustedes cómo sería vivir dentro de una máquina industrial? El pasado domingo la donostiarra sala Dabadaba nos ofreció una posibilidad muy real gracias al festival que montó sobre sus tablas. El menú lo conformaban dos bandas de sonidos fabriles y un convidado popero de paso por la ciudad.

La horrísona cita comenzó con los portugueses Maquina. Un trío de ritmos fieros sin apenas cambios en las partituras que dejaba la voz filtrada y las guitarras en segundo plano. Fue una sesión gigante de aerobic kraut como cierre de esas raves de primeros de año en Mantija de Raibonundo. Una suerte de Mad Max sonoro, un martillo pilón que consiguió llegar a nuestro corazón a base de porfiados golpes.

Los oídos descansaron en la cita de DAIISTAR y su viaje al Madchester de los 90. Con un poco de psicodelia Beatle más repetitiva que inspiradora y una voz tirada por el barranco, los temas nos llevaron a aquella juventud de mirarnos los pies y esperar la llegada del NME al kiosko para atender a la Inglaterra independiente. Lejos ya de aquella adolescencia hoy los colocaríamos en la sección de breves de las revistas, entre Northside y The High. Si alguien les llama “banda tributo” no nos verán enfrente para pelearnos.

La fiesta finalizó con A Place To Bury Strangers y su impactante música. Dabadaba fue una nave industrial en desuso y la banda neoyorquina la encargada de anunciar un presente desgarrador. Nuestro cuerpo fue un muñeco de pruebas, vapuleado por unas luces y un montaje que potenciaba la claustrofobia.

En lo musical el ruidoso enfado tuvo momentos de rockabilly con guantes de boxeo y alguna melodía que quisimos emparentar con Dinosaur Jr por aquello de buscar el amor en las flechas que nos atraviesan. Todo bien surtido de turbadores ritmos y efectos de guitarra. Como curiosidad, apuntar que son la primera banda que vemos que en su puesto de venta de productos incluyó una docena de estos endemoniados pedales.

Y luego hay que usarlos como estos zagales, claro. Que todo les viene bien para acojonar y pasmar. El guitarrista hizo punteos con, atención, el techo del garito y un foco de luces estroboscópicas que no dudo en plantarnos en el morro. La chica batería, un saco de mamporros, añadía su punto de agresividad con los gestos faciales, ubicados en alguna parte entre la provocación y el mordisco. Joder, La Fura Del Baus es Fórmula Abierta al lado de estos animales.

La formación se diluyó entre los asistentes para interpretar una especie de rito endemoniado con atronadores cachivaches, cables de Bruja Avería, percusiones de galeras al sprint y voces bramadas desde la ultratumba digital. Si había algún espíritu entre las paredes de la sala seguro que se fue pitando del lugar. Estos sacerdotes musicales acabaron el jaleo jaleados por un público que disfrutó de la feroz oferta, digna de ser utilizada para comprobar la fiabilidad de unos tapones de cancelación de ruido.

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